Hermosillo, Sonora.-

“No es un mensaje lo que ha intrigado al público. No es una gran interpretación lo que ha conmovido al público. No es una novela de prestigio lo que ha cautivado al público. Lo que ha emocionado al público es el cine puro”, revela Alfred Hitchcock al referirse a ésta, su más célebre película, en El cine según Hitchcock, libro de Francois Truffaut.

El llamado “mago del suspenso” presenta en Hermosillo, dentro de un festival nacional de sus cintas aclamadas, Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960).

Estamos ante un filme extraordinario donde las motivaciones de sus personajes poco importan a su realizador. Hitchcock está mucho más concentrado en alcanzar cuotas de escalofrío a partir del manejo técnico del lenguaje cinematográfico. 

Fotografía, edición, música y dirección de arte, construyen una soberbia puesta en escena que, ya sea en su conjunto o por piezas, ha sido imitada una y otra vez, sin lograrse jamás su irrevocable e impresionante grandeza. Es cine puro y duro. 

Concebida como una película de “pistas falsas”, Psicosis comienza, al mediodía, en un cuarto de hotel. Marion (Janet Leigh) y Sam, su amante (John Gavin), aprovechan su horario de almuerzo para verse. La secuencia interior muestra a Marion en sostén, mientras que Sam aparece al torso desnudo. 

El sexo será el primer anzuelo lanzado por Hitchcock. 

Esa tarde, de vuelta al trabajo, Marion es enviada al banco para depositar 40 mil dólares en efectivo, producto de una inesperada venta inmobiliaria. La mujer toma el dinero y huye. 

Todo el periplo en la carretera es contado, por Hitchcock, con ironía y genial maestría. Provoca, por ejemplo, la simpatía del público hacia la ladrona, tal como en sus trabajos anteriores hace que los espectadores esperen que una mujer “poseída” se libere y se entregue al amor:  Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958); o un vouyerista tenga razón: Ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954). 

En Psicosis, Marion tiene en sus manos el recurso anhelado para casarse, pero pobrecilla, ¿cómo burlará a la ley?

Entonces, sobreviene la lluvia. Un recurso manido que en Psicosis funciona como una verdadera cortina líquida que separa la narrativa. Dos películas en una. El verdadero discurso apenas empieza. Aférrense a sus asientos. El horror ha comenzado. 

Entra en escena Norman Bates (Anthony Perkins). El tímido y amable propietario de un motel cuya afición a la taxidermia es apenas un detalle inquietante. Hay mas. La madre de Norman. Anciana y decrépita, en perpetuo conflicto con su hijo, según advertimos a partir de encuadres discretos y el sonido de sus domésticos altercados. 

“A boy best friend is her mother”, sostiene Norman, de perfil, mostrando un solo lado de su personalidad. 

La tremenda secuencia del asesinato es una violación. Filmada en 70 posiciones de cámara para obtener 45 segundos de película es una obra de arte. Los espantosos chirridos de cuerdas creados por Bernard Herrmann y la escena de la coladera en la ducha – sangre y agua escurriendo – son el preámbulo a una toma histórica: el ojo de Marion y la espiral que describe la cámara. 

La muerte jamás ha sido mostrada de manera tan definitiva. Una verdadera firma de autor. 

Así, el climax en Psicosis golpea a la media hora de proyección. Se abre el umbral para que Alfred Hitchcock avance a una meta sin parangón. Este filme, único en la historia del cine, contiene dos climax. Nadie, nadie, ha logrado esa cima. Sólo Hitchcock. Sólo Psicosis. 

El complejo de Edipo en su versión más brutal y sutil, a un tiempo. 

En la memoria del público han quedado grabadas un puñado de escenas de esta película. Como han permanecido los varios relatos que nos cuenta: Marion, la novia que cae en la tentación por hacerse de un dinero para casarse; Sam, amante más bien indiferente que se transforma en protagonista; Lila (Vera Miles), intrépida y hermosa, no estará conforme ante la desaparición de su hermana; Arbogast (Martin Balsam), el detective metido a resolver misterios superiores a sus fuerzas o la trama del fajo de billetes que inicia como la razón de toda la película.

Y por supuesto, un brutal asesino que esconde un secreto capaz de espantar a cualquiera.

Psicosis ha sido abordada como un fenómeno sociológico. Quizás es una advertencia sobre la llegada de verdugos cada vez más sanguinarios, crueles e inhumanos. 

Sin embargo, lo cierto, es que es un ejercicio cinematográfico impecable.

Hay que repetirlo. Es cine. Puro y duro.

Por Horacio Vidal

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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