Que a Heinrich Karl (más conocido como “Henry Charles”) Bukowski le atraían los aspectos sórdidos y quebradizos de la condición humana no debería extrañarle a nadie, aunque no todos saben o recuerdan que el maestro del realismo sucio fue un melómano compulsivo que admiraba el arte de Mahler, Brahms, Stravinski, Mozart, Beethoven, Strauss, Shostakovich y otros más. Los escuchaba en su auto cuando conducía, en su casa mientras escribía o en la cocina cuando bebía solo. A varios de ellos los menciona en sus poemas. De chico creyó que la música clásica era sólo para “mariquitas” y de grande ansiaba que tocaran a sus compositores preferidos en las rocolas de los bares: “piensa en que escuchas a Beethoven mientras regateas con una prostituta. Eso sería como si la vida brotara del tallo de las flores”. Pero los clásicos también lo podían doblegar: “Bach y yo juntos en esta habitación / su música me lleva más allá del dolor / y de mi patético egoísmo. / Bach, gracias a ti, / no me quedan amigos vivos.” Los prefirió a los poetas, novelistas y cuentistas, esa “bola de impostores” que, a diferencia de los músicos, no podían limpiarle “la mierda del día” que sentía en su cuerpo. Éxtasis y ablución, recreo solitario o compañero de viaje por las autopistas de Los Ángeles, pienso que también Bukowski fue víctima de aquel dicho según el cual la música clásica es la condición a la que aspiran todas las demás artes.

A su modo, Anton Bruckner fue también un outsider, aunque en buena medida a su pesar. Provinciano, inseguro de sí mismo, obsesivo-compulsivo (tenía, por ejemplo, aritmomanía, como el mismísimo Conde Contar), patológicamente tímido, más bien inculto y algunos dicen que hasta necrófilo, resulta asombroso contemplar lado a lado a este encogido compositor y a sus descomunales once sinfonías por las que pasó a la historia. Durante su vida sólo recibió reconocimiento pleno como organista, pero como sinfonista no gozó de mucho éxito y sin duda sus propuestas quedaron empañadas por la feroz discusión entre los partidarios de Brahms y los fans de las óperas de Wagner. Pero quien escuche hoy alguna de las obras del chaparrito de Ansfelden no puede dejar de sentirse sojuzgado por la potencia y espiritualidad de estos monumentos escritos por un artista al que Gustav Mahler describió, con toda seriedad, como “mitad bobo, mitad Dios”.

El centenario de Bukowski se rememoró y celebró el pasado 16 de agosto. Hoy el calendario nos avisa que Bruckner cumple 196 años (¡y habrá que prepararse ya para el bicentenario!). Se me ha ocurrido que, para conjuntar ambas solemnidades, quizá valga la pena ofrecer aquí un par de poemitas de Bukowski en los que figura Bruckner. Me gustaría dejarlos en inglés (el inglés de Bukowski, tan respetuoso de la llaneza y los giros cotidianos del habla de los gringos) y ofrecer sus respectivas traducciones, algo descoloridas, sin pulir y casi literales, sólo para aquellos que no mascan bien el idioma de Shakespeare.

Bruckner (2)

Bruckner wasn’t bad
even though he got down
on his knees
and proclaimed Wagner
the master.

It saddens me, I guess,
in a small way
because while Wagner was
hitting all those homers
Bruckner was sacrificing
the runners on second
and he knew it.

and I know that
mixing baseball metaphors with classical
music
will not please the purists
either.

I prefer Ruth to most of his teammates
but I appreciate those who did
the best they could
and kept on doing it
even though they knew they
were second best.

this is your club fighter
your back-up quarterback
the unknown jock who sometimes
brings one in
at 40-to-one.

this was Bruckner.

there are times when we should
remember
the strange courage
of the second-rate
who refuse to quit
when the nights
are black and long and sleepless
and the days are without
end.

Bruckner (2)

Bruckner no era malo
aunque se puso de rodillas
y proclamó que Wagner
era el maestro.

Me pone triste, creo,
un poco triste
porque mientras que Wagner
pegaba todos esos jonrones
Bruckner sacrificaba
sus corredores en segunda
y lo sabía.

Y sé que
mezclar metáforas de béisbol con música
clásica
tampoco complacerá
a los puristas.

Prefiero a Ruth a la mayoría de sus compañeros
pero aprecio a quienes
hicieron lo mejor que pudieron
y continuaron haciéndolo
aunque supieran
que eran sólo los segundos mejores.

Éste es tu campeón de barrio
tu quarterback suplente
el jockey desconocido que a veces
te hace ganar
40 a uno.

Así Bruckner.

Hay veces que debemos
recordar
la extraña valentía
de los mediocres
que se resisten a dimitir
cuando las noches
son negras, largas y de insomnio
y los días no conocen
fin.

Help Wanted and Received

I’m stale sitting here
at this typewriter, the door open on my
little balcony when suddenly there is a roar in the sky,
Bruckner shouts back from
the radio and then the rain comes down glorious and violent,
and I realize that
it’s good that the world can explode this way
because now
I am renewed, listening and watching as
droplets of rain splash on my wristwatch.
the torrent of rain clears my brain and my
spirit
as
a long line of blue lightning splits
the night sky.
I smile inside, remembering that
someone once said, “I’d rather be lucky than good,” and I quickly
think, “I’d rather be lucky and good”
as tonight
As Bruckner sets the tone
as the hard rain continues to fall
as another blue streak of lightning
explodes in the sky
I’m grateful for that moment I’m
both.

Ayuda solicitada y recibida

Estoy harto sentado aquí
ante mi máquina de escribir, con la puerta abierta
en mi pequeño balcón cuando de pronto hay un estruendo en el cielo,
Bruckner responde gritando desde
la radio y entonces la lluvia cae gloriosa y violenta,
y me doy cuenta
que es bueno que el mundo explote de esa forma
porque ahora
me siento renovado, mientras escucho y veo
gotas de lluvia que se estrellan en mi reloj de pulsera.
El torrente de lluvia aclara mi cerebro y mi
espíritu
como
una larga raya de un relámpago azul parte
el cielo de la noche.
Sonrío en mi interior, y recuerdo que
alguien alguna vez dijo: “preferiría tener suerte antes que ser bueno”, y enseguida
pienso, “preferiría tener suerte y ser bueno”
como esta noche
en que Bruckner marca el tono
y la lluvia sigue cayendo
cuando otro rayo azul
explota en el cielo
y me siento agradecido por ese momento
en que soy las dos cosas.

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Sobre el autor

Filósofo, ensayista, editor y traductor cajemense. También le hace a la promoción cultural y ha sido profesor en diversas instituciones de educación superior en Hermosillo, Cajeme y la Ciudad de México. Lleva ya un rato trabajando en la UNAM. Se obsesiona con la ética y la filosofía de la religión, aunque en su siguiente vida quiere ser compositor o novelista —o, si las anteriores opciones fallan, cronista de béisbol—. Últimamente le ha dado por averiguar cómo hacerle para que la filosofía vuelva a ser una actividad relevante en los espacios públicos y educativos.

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