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Charles Lindbergh es famoso por una hazaña. En 1927 fue el primer piloto que logró cruzar el Océano Atlántico en solitario. Y también por una tragedia: el 1ero de marzo de 1932, su hijo de apenas un año y medio, desapareció.
El secuestro, rescate y muerte del bebé Lindbergh provocó uno de los juicios más renombrados del siglo XX. Aunque el criminal fue ejecutado, la duda permanece hasta nuestros días: ¿Quién o quiénes fueron los “autores intelectuales”?
Y Agatha Christie, célebre escritora de novelas de misterio, tomó el caso Lindbergh como tela de fondo para su “Asesinato en el Expreso de Oriente”, creando en 1934 su historia más alabada.
Además, dicho relato fue llevado por primera vez a la pantalla, en 1974, con un reparto estelar – que incluía a Albert Finney, Lauren Bacall, Sean Connery, Anthony Perkins, Ingrid Bergman y Jacqueline Bisset – bajo la dirección de Sidney Lumet.
Con ocho nominaciones al Oscar, siendo premiado el oficio de Ingrid Bergman en la categoría de Mejor Actriz de Reparto, Asesinato en el Expreso de Oriente (Sidney Lumet, 1974), es superior en todos los aspectos.
¿Por qué? Hay varias razones:
Asesinato en el Expreso de Oriente (Kenneth Branagh, 2017) acierta en la selección de su elenco, pero falla al negarles la profundidad que reclaman. Al ser una película de elenco y de misterio, el ensamble se va al carajo en nombre de su protagonista, el detective Hercule Poirot (Kenneth Branagh).
La interpretación de Branagh como Poirot consigue dar toques de humor y de humanidad no antes vistos, pero resultan invasivos.
Salvo Michelle Pfeiffer (Caroline Hubbard) y Johnny Depp (Edward Rachett), apenas si hay oportunidad para el lucimiento del resto. Y es raro completar un elenco como el que la película exige. ¡Vaya desperdicio!
Trece pasajeros a bordo del lujoso Expreso de Oriente. Un crimen sucede. Todos son sospechosos. Y el detective más famoso del mundo, Hercule Poirot, se prepara para resolver el acertijo.
¿Quién lo hizo?
¿La princesa Dragomiroff (Judi Dench) y su silenciosa valet alemana (Olivia Kolman)? ¿El Dr. Arburnoth (Leslie Odom, Jr.)? ¿Mary Debenham, la amante de Arburnoth (Daisy Ridley)? ¿El mayordomo del vagón (Derek Jacobi)? ¿La misionera (Penélope Cruz)? ¿El secretario corrupto (Josh Gad)? ¿El vendedor de autos (Manuel García-Rulfo)? ¿La duquesa Elena (Lucy Boynton) y su violento consorte (Sergei Polunin)? ¿El infiltrado (Willem Dafoe)?
Asesinato en el Expreso de Oriente tiene a su favor, sin duda, el ensamble técnico. Fotografía – esos excelentes paisajes y los encuadres íntimos, incluso cenitales -, vestuario, música y dirección de arte están al servicio de la historia. Como debe ser.
Sin embargo, en su segundo acto, demasiada información es arrojada y apenas es posible implantar un nudo de comprensión. El desenlace, por lo tanto, sigue siendo liberador, pero ya no es tan entretenido.
En la versión de Sidney Lumet se establecía un discreto y sutil comentario sobre la lucha de clases. Ver a los de arriba y los de abajo sospechosos de un sangriento asesinato, ¡eso sí era divertido!
Mas Kenneth Branagh tiene otras ideas, que ya ha mostrado en su filmografía curricular. La inclusión, por ejemplo. Ahora el reparto es global, multirracial. Y eso da pié para trazar señalamientos contra el racismo y la xenofobia, tristemente actuales en estos días.
La clave está en la manera en la que es tratada la base histórica. Aquí no hay “bebé Lindbergh”, hay “bebe Armstrong”. Y Sidney Lumet, en la producción de 1974, abría constante la herida para dar sentido e identidad a cada personaje. Kenneth Branagh no hace tal cosa. Prefiere crear a un nuevo Hercule Poirot, más simpático, empático y moral. ¡Vaya desperdicio!
Yo acuso. A Kenneth Branagh. Por dedicarse a trabajar por un personaje que, me temo, avanza hacia el derrotero seguido por Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009): Holmes convertido en héroe de acción.
¿Y por qué lo hizo? Para sembrar una franquicia. Al final de Asesinato en el Expreso de Oriente, Poirot recibe un telegrama. Se le requiere en Egipto, para la misión que sigue.
Se refieren al remake de Muerte en el Nilo (John Guillermin, 1978).
Con seguridad la producción que viene será mejor que la película de hace 39 años. Es que la original era muy mala.
P.D.- ¿Quieren reírse? Busquen Crimen por muerte (Bob Moore, 1976). Es una comedia que parodia la fórmula del gran elenco sospechoso de un asesinato. Aparecen Truman Capote, Peter Sellers, David Niven y un reparto de carcajada.
Por Horacio Vidal