Basada en una historia real…

[hr gap=»30″]

Ciudad Obregón, Sonora.-

Esta no era la primera vez que Juan Antonio deseaba de todo corazón ser tragado por la tierra, pues cada vez que algo le salía mal, el pobre, se refugiaba en este presagio de mal gusto. Su carácter débil hacía que algunos problemas, que para otros eran simples de asimilar, para él, fueran todo un desafío.

Por ejemplo, cada vez que llegaba la semana de exámenes se ponía muy nervioso, al grado de que el cuerpo se le llenaba de urticaria o devolvía los alimentos, total, que aun siendo un estudiante ejemplar, de repente reprobaba alguna materia sin ninguna otra explicación que sus monstruos mentales. 

Era el quinto hijo de una familia de siete hermanos, y desde pequeño siempre fue temeroso y retraído, lo que le no era del agrado de su papá, quien era un hombre recio y arrogante. Cada vez que algo iba mal con Juan Antonio, era él quien se encargaba de reprimirlo, y, entre otras cosas, siempre le decía que no hacía nada bien. Cada vez que la mamá escuchaba que le decía eso se molestaba, y le decía que no le hiciera caso, que todo iba a salir mejor más adelante.

Una de las pasiones de Juan Antonio era jugar futbol, pero en la cancha también le pasaba lo mismo, le ganaba la inseguridad y lo que podía haber sido un golazo se convertía en un tropiezo. Lo mismo le pasaba con las muchachas, que gracias a su grato porte y buen físico, lo buscaban con intenciones de todo tipo, pero él se hacía bolas y terminaba solo en su casa viviendo de sus sueños. No se decidía a cual quería y no quería herir a ninguna de ellas con mentiras o simplemente diciéndoles la verdad, al grado que así se gastó gran parte de su amor haciendo tiempo y gran parte de su tiempo haciendo planes, sin que nada pareciera salirle bien del todo. Al menos así le parecía a su padre.

Cuando terminó su carrera de Ingeniero en Sistemas se metió a trabajar el despacho de su padre. Como era costumbre, éste siempre lo estaba presionando y diciéndoles que no hacía nada bien, hasta que por tal motivo, mejor decidió irse a trabajar a otra empresa en otra ciudad. Quería encontrar seguridad en otros lugares.

 Al poco tiempo, estando fuera de su tierra, se dio cuenta que ni así había encontrado la salida a sus problemas. Tener una mente débil y nada en qué creer le parecía algo muy pesado de soportar. Rogaba por encontrar algún signo que lo llevara por el mejor camino. Olvidaba que el problema estaba en él mismo, pues desde su nacimiento, su vida estaba llena de signos que le auguran una vida feliz.

El estar lejos de sus padres y de su familia le complicó más las cosas. Se sentía solo y triste, tanto que decidió quitarse la vida. No le hallaba ningún sentido, por lo que se tomó medio frasco de píldoras para dormir y una botella de whisky.  A la mañana siguiente, llegó a su departamento la señora del aseo y lo encontró tirado en el pasillo, y a pesar de creerlo muerto, llamó a la ambulancia.

Tres días después el joven abrió los ojos y se encontró con una fuerte luz que lo encandilaba.  Estoy en el cielo, pensó. Pero al bajar la mirada se encontró con sus padres a sus pies. ¡Estaba vivo! La cara de angustia de su madre se llenó de emoción de ver a su hijo vivo, y con lágrimas en los ojos le tomó su mano. Se alegró también de ver a sus hermanos y a su padre, y les pidió perdón por lo que había hecho. Entonces, su padre se acercó para abrazarlo, y al hacerlo, le dijo al oído…”Te digo, no haces nada bien.”

Por Jesús Huerta Suárez

Ilustración de Ares Psicología

Sobre el autor

Obregonense, músico, columnista, amante del medio ambiente y del boxeo. CONTACTO: jesushuerta3000@hotmail.com

También te puede gustar:

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *