Hermosillo, Sonora.-

Iremos a un concierto de filarmónica. Ajá, respondió un poco indiferente. Tocarán temas de series, películas y videojuegos… El niño fue abriendo los ojos hasta que casi se le salen de órbita cuando terminé de pronunciar “videojuegos”. ¡Vamos!

Ya antes había intentado hacerme de boletos para asistir al concierto, obvio acompañado del Niño Chápano, pero nomás no los pescaba. Según yo, ya han hecho ese concierto. Pero sí llama (ba) la atención: música de series, videojuegos y películas… ¡A Whirpool! Y bueno, se nos llegó el día y nos hicimos de dos tickets que la Anabella Lee tuvo a bien otorgarnos.

Fila, espera y entrada. A la segunda fila para el primer concierto filarmónico del Chápano Kid. Es claro que a sus ocho de edad niega haber visto Peppa Pig cuatro años atrás; recientemente he entrado a la habitación y cambia enseguida el canal en el que estaba viendo a la cochita esa. El clarinetista de la Ojuson (Orquesta Juvenil Sinfónica de Sonora) afina con la rolita de Peppa. Veo que le brillan los ojos al plebe. ¿Oíste, papá?

Chimpy está inquieto, voltea hacia arriba, a los lados, mira a los muchachos/as músicos. Tenía esa inquietud de que sabe que va a presenciar algo bueno, le he notado ese estado de ánimo en algunas ocasiones, en otros concierto u obras de teatro. ¿Dónde está Jonás y mi padrino? No sé hijo, tal vez se les dificultó venir. El Teatro de la Ciudad de la Casa de la Cultura se llenó y fueron mayoría en asistencia niños y adolescentes, ustedes ya saben el ruido que la chamacada de esas edades suelen hacer. “Si tocan la de Harry Potter voy a llorar”, dijo una chava que estaba delante de nosotros.

Tercera caída, ah no, tercera llamada… Se presenta el director Omar Nava, saludo zen, se acomoda. A voz bajita ¿Oye, papá porque estos señores siempre dirigen de espalda a nosotros? No sé, tal vez si él estuviera de frente, el resto estaría de espaldas, y pues mejor que nomás sea uno a que sean los otros veinte los que nos den el lomo. Ah…

Apenas estábamos afinando el oído y ni chance nos dio de sacar el sable de luz cuando trakas nos sueltan la rola de Star Wars. El niño ya estaba más que emocionado… León, I am your father, le dije bajito con voz cavernosa y desafiante. ¿Qué? Nada, nada, respondí moviendo lentamente la mano abierta de izquierda a derecha cerca de su rostro. En el fondo y arribita del escenario pasaban, en una pantalla gigante, escenas de la guerra de las galaxias; enseguida pensé en el Cinema 2000 allá en Huatabampo, los chocolates Kori, chicles Yucatán, las palelocas, los chalitos y los sobrecitos de Paquín. Debo aceptar que, gracias a esa película, logré entender más profundamente la analogía infinita de la lucha entre bien y el mal fuera de ese extraordinario libro de ficción llamado la Biblia.

Continuaron con el tema de los Picapiedras… Otra vez a recordar 1984: Amá, no se ve bien la tele, ayúdeme porfa a mover la antena para poder ver las caricaturas en el Canal 2 Regional, le decía mientras la tele Philco de bulbos transmitía rayas y estática que no permitían mirar y escuchar nada. A veces no lograba captar ni una señal en la telera y mi amá con enfado me advertía: Ay, no, hijo, llevo mucho moviéndole a la antena, no es la tele, “es allá”… Cierto, esto me explica muchas cosas, el origen de muchos desarreglos vienen de “allá”… “Es allá” (perdón, escribí en voz alta, je).

Para cuando tocaron el tema de la Pantera Rosa, la Ofuson ya nos tenía a su merced. León disfruta de ver el chou de la Pantera Rosa, a veces mientras juega lo he escuchado tararearla. ¿Cómo se llama el malo de la Pantera Rosa? Pues no sé si sea malo, hijo, pero en mis tiempos le decíamos “El Huevo”. En la pantalla se veía a la felina pink boicotear un concierto de una orquesta.

La música es tal vez la mejor máquina del tiempo para viajar al pasado. Es cierto que quizá las que tocaron son piezas que se han escuchado bastante, algunas de ellas hasta se han de haber posicionado en el consciente colectivo a base de mañosa publicidad (¿hay de otras?). Sin embargo, al escucharlas de esta forma, es decir exquisitamente ejecutadas por la Ofuson la cosa se vuelve un disfrute y, reitero, un agradecible viaje al pasado. Las y los músicos se ponían de pie por los aplausos al terminar cada una de las piezas (bueno, póngale que en unas tres no).

Y vinieron las demás: la de Harry Potter, la de la entrañable película Up (todos nos enternecimos); uta que se avientan la de Juego de Tronos (¿Viste esa serie, papá? Es para señores, por eso yo no la vi). Y que le van pegando en la pata de palo al Niño Chápano, quien es fan confeso de todo lo que hace el Estudio Ghibli, porque se avientan el vals que viste la película del Increíble Castillo Vagabundo ¡Estupendo! Creímos que la cosa no podía mejorar y por supuesto que se tocan la de moda: Mario Bros. León ya estaba más que extasiado y lo que siga de la felicidad. Yo agradecí estar ahí, con él, en ese momento y en esta etapa de nuestras vidas.

Y ya, porque corro el riesgo de ponerme cursi y meloso. El encore fue, por supuesto, la del Castillo Vagabundo. Y como nos estrenamos como fanses de la orquesta, nos quedamos hasta que pudimos ver y felicitar a Coral quien es nuestra admirada amiga multi-instrumentista de la Ojuson. Camino al estacionamiento sacamos un imaginario sax barítono, un trombón y nos pusimos a tocar la de la Pink Panther ¡Roña!

Texto y fotografía por Omar Gámez «Navo»

Sobre el autor

Narrador. Originario de Navobaxia, municipio de Huatabampo, Sonora.

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2 comentarios

  1. Tan exquisito como la función de anoche, es este texto.
    Suscribo la experiencia cuántica del viaje en el tiempo a través de la energía musical, suscribo la adscripción como fan de la Ojusson y aplaudo la sublimación de la amistad, la maternidad y la paternidad en un escrito para compartir, reconocer y coincidir, tal como coincide casi totalmente el nombre del autor y el del director de la Ojusson, Omar Navo y Omar Nava.

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