La música ha dejado de ser importante. La era de la digitalidad ha puesto sobre la mesa de ocio alternativas que hace apenas quince años ni siquiera conocíamos, como Netflix o plataformas PC, PlayStation y Xbox para correr los más gloriosos videojuegos.
Además, esta revolución perturbó la idea que teníamos sobre todo y nada. ¿Qué nos ofrece Spotify? Todo. No se escucha “una canción”, sino el acceso a la música del mundo de todos los tiempos. ¿YouTube, Google, Pinterest, Wikipedia, YouPorn? Todo.
Al infinito y más allá. Sin esfuerzo.
Calidad, existe. Quizás superior a la playlist que añoramos. Pero, si el período de atención de la humanidad en occidente es ahora de solo 12 segundos (según estudios del MIT en 2015), el talento – sea pop, rock, funk, country o lo que sea – debe competir contra todo y contra todos.
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Así, Yesterday (Danny Boyle, 2019) es una comedia romántica cuya premisa genial no alcanza las grandes notas que hubieramos esperado, aunque sí cumple al explorar el lugar que música y canciones ocupan ahora en nuestras vidas, mientras tararea una ácida crítica a la sociedad de consumo y a la industria artística por dar prioridad a la comercialización, lo que la emparenta con Notting Hill (Richard Curtis, 1999).
Han pasado casi 50 años desde la separación de The Beatles. Y en Suffolk, pueblo cercano a Londres, sobrevive Jack Malik (Himesh Patel), humilde intérprete y autor que no sale de pericoperro, a pesar del entusiasmo de Ellie Appleton (Lily James) quien “lo representa”. Evidente: ella está enamorada de Jack.
De repente, el titánico suceso cósmico. Un apagón global es la causa del accidente de tránsito que manda a Jack al hospital, con dos dientes menos. Y cuando el fracasado cantante es dado de alta, descubre que, en esta nueva realidad alternativa, nadie recuerda a The Beatles. Es más, parece que jamás existieron.
Jack sí los recuerda, como tú, como yo.
Entonces empieza a presentar como propio el inconmensurable repertorio de los genios de Liverpool e inicia el ascenso a la gloria, no sin hilarantes tropiezos que subrayan nuestra incapacidad de concentración – ¿cómo es posible que no se reaccione ante Let it be? – así como la banalidad de criterio.
Yesterday provoca risas, algunas carcajadas y los inevitables momentos en los que, los espectadores, empezamos a corear las canciones. Esto ya ha ocurrido: Bohemian Rhapsody (Bryan Singer/Dexter Fletcher, 2018) y Rocketman (Dexter Fletcher, 2019), son prueba irrefutable.
Yesterday le pertenece a su escritor, el guionista Richard Curtis, autor de éxitos como Four Weddings and a Funeral (Mike Newell, 1994), Bridget Jones’s Diary (Sharon Maguire, 2001), algunas cintas de Mr. Bean, y por supuesto, Notting Hill. El encontronazo con Danny Boyle es, tal vez, el principal problema de esta película. Son, en realidad, estilos y bagajes muy diferentes. Aunque Boyle resuelve situaciones con dignidad y brío, no consigue desarrollar la comedia romántica como debe ser.
El relato cuenta con elementos que, sin duda, pretenden elevar la propuesta: ganas de triunfar, amistad y lealtad, noción de celebridad que significa pérdida de identidad – el bullying hacia Jack por su aspecto es constante durante toda la proyección -, mecanismos industriales en mercadotecnia y promoción, honestidad incorruptible y amor verdadero.
Y sobre todo, una vez más, Yesterday exhibe inclusión, diversidad y tolerancia de la sociedad británica: migrantes de razas y credos universales conviven en armonía en Inglaterra desde hace décadas. Gran ejemplo para el mundo.
John, Paul, George y Ringo, si estuvieran todos entre nosotros, habrían aprobado el filme: es el tipo de película que si bien, busca rendir el más respetuoso tributo a la revolución del grupo más trascendente en la historia del pop, consigue conectar con la convicción de que no ha existido nada más importante, nada mejor.
Es necesario tocar un punto. La inclusión de Ed Sheeran, interpretándose a sí mismo, claro está, no solo es sarcástica referencia a la majestad de The Beatles, sino que representa una burla a nuestra baja exigencia melódica actual: nos tragamos cualquier cosa.
Yesterday asegura que si The Beatles no hubieran existido, Walt Disney los habría inventado. Aunque no es seguro que, en estos tiempos, sus canciones fueran así de memorables – ¿Hey Jude? ¿Porqué no mejor, Hey Dude?, ¿Sgt. Pepper Lonely Hearts Club Band? ¡Ese título no sirve, es muy largo! -, sin embargo la aparición del célebre repertorio, bien vale una misa.
La música ha dejado de ser importante.
Y la aparición de películas que se aferran al rescate cultural de los éxitos del pasado así lo confirman.
“Éramos cuatro muchachos. Conocí a Paul, lo invité a unirse a mi banda. Después se unió George y después Ringo. Éramos un grupo que se hizo muy, muy grande, eso es todo”.
Y, como la mayoría de las veces, Lennon tiene razón.
Qué leer antes o después de la función
El impostor, de Javier Cercas. El autor de Soldado de Salamina y Anatomía de un Instante, entrega una novela de no ficción a partir del caso de Enric Marco, anciano que se hizo pasar por sobreviviente de campos nazis de concentración.
Su engaño lo convirtió en una celebridad, hasta que fue descubierto en 2005, siendo presidente de la asociación europea de sobrevivientes del holocausto y después de haber recibido múltiples condecoraciones, reconocimientos y sitios de honor en charlas, testimonios y conferencias.
Un narciso que renuncia a su identidad y abraza aquella que le satisface y le conviene. Y la necesidad del público de creer, aunque eso le lleve a creer cualquier cosa.