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“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos,
la edad de la sabiduría, y también de la locura;
la época de las creencias y de la incredulidad;
la era de la luz y de las tinieblas;
la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”.
Charles Dickens, Historia de dos ciudades.
El estereotipo del nacido en la India puede resumirse así: extraño a las costumbres de occidente, puede adaptarse con sumisión; inocente, conservará sus vivas tradiciones religiosas de fértil procreación, pero su nobleza jamás será por completo recompensada.
En las películas el cliché puede distinguirse en La fiesta inolvidable (Blake Edwards, 1968), con Peter Sellers como el torpe e hilarante Bakshi, continua en Pasaje a la India (David Lean, 1984), interpretado por Victor Banerjee en el papel del Dr. Aziz Ahmed, acusado de violación en perjuicio de ciudadana británica y sobrevive en ¿Quién quiere ser millonario? (Danny Boyle, 2008) con Dev Patel como el erudito candoroso, egresado de la escuela de la calle y la perra vida.
El común denominador, para referirse a su cultura, será su peculiar acento y forma de hablar, una perenne sonrisa – irritante, en el caso de Sellers/Bakshi – así como el estoicismo, que soporta burlas con aroma a curry y azafrán.
Victoria y Abdul (Stephen Frears, 2017), a pesar de su cuidada producción y rigor histórico en los detalles, no escapa de la calcomanía acerca de la India y su peculiar estilo de vida.
Si vemos la cinta como una comedia romántica, donde los estereotipos no solo abundan sino que son necesarios, Victoria y Abdul resultará un divertido entremés cinematográfico.
Era el mejor y el peor de los tiempos: el jubileo de oro de la Reina Victoria (Judi Dench), soberana, longeva y aburrida. Es 1887. La cumbre expansionista del Imperio Británico, la revolución industrial, Dickens, Darwin, Tennyson, Thomas Hardy y Jean Austen. La primavera de la esperanza, el invierno de la desesperación.
Como gracioso obsequio del sub continente, así en el Reino Unido consideraban a la India, llegan a palacio dos súbditos. Mohammed (Adeel Akthar) y Abdul (Ali Fazal); éste último, más joven y apuesto, obtiene la atención de la Reina Victoria.
El inicio de una amistad improbable, pero productiva, es la chispa que prende un escándalo en palacio que arderá entre chismes y enredos, útiles para dibujar una silueta victoriana de mayor tolerancia ante la diversidad cultural y los derechos humanos de sus vasallos, temas importantes hoy en día, pero no en aquel entonces.
Victoria y Abdul aprovecha varios estereotipos para confeccionar una historia especulativa entre lo real y la ficción. Como en El Rey y yo (Walter Lang, 1956), existe un proceso “educativo” entre el súbdito y la soberana. Abdul se convierte en “munshi” que significa maestro, tutor, consejero y compañía. Y como en Una aventura extraordinaria (Ang Lee, 2012), queda claro que la elocuencia y el hechizo para relatar e instruir, son las mejores armas de seducción con las que alguien puede contar.
Esto despertará el asombro del anti imperialista Mohammed y las conspiraciones de la corte, que parece insistir en colonizarlo todo, incluyendo los espacios de palacio.
Una presencia incómoda para la corte, Abdul resistirá, solo con su candidez, los más racistas y discriminatorios ataques, incluido un cómico intento de estrangulamiento copiado sin pudor de La fiesta inolvidable.
La amistad como valor universal capaz de trascender edades, posiciones y culturas. El choque de civilizaciones que logra esquivar los muros valiéndose de las grietas creadas por ambos mundos. Y, eso sí, un guión irregular que le resta puntaje a Victoria y Abdul.
Esta es la segunda ocasión para Judi Dench en el papel de la Reina Victoria. La desolación de la monarca ante su viudez ya se había tratado en Su majestad, la Sra. Brown (John Madden, 1997), y el interés de Stephen Frears por la aristocracia, la monarquía y su corte quedó manifestado en La reina (2006), Relaciones peligrosas (1988) y Florence (2016).
Por otra parte, la colaboración entre Frears y la Dench ha resultado muy positiva: Filomena (2016). Era de esperarse un mejor resultado en esta película, pero no es así.
La sola idea de colonialismo resulta aberrante. El problema entonces con Victoria y Abdul es que parece inserta en el cine del siglo XX, en la ideología y el imaginario de David Lean y su Pasaje a la India, de hace ya treinta y tres años.
Algo hemos podido cambiar.
Por Horacio Vidal