¿Puede un acto infame generar una estética notable?
Ya sabemos que sí. Es el caso de Eliana Ve, nueva integranta de CS. Disfruten (con comillas, por favor).
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Mi salida de la universidad coincidió con la hora cúspide del sol. Bajé de la línea diez entretenida, con un chat en la mano. La conversación iba, irónicamente, del maltrato hacia la mujer por parte de los que se creen de moral superior. Grabé algunos audios y los escuchaba para reconocer mi voz en ellos, acto superficial y de cuestiones técnicas. Paralelos a mí, los carros circulaban por la Panamá. Los conductores buscaban la manera de hacerse notar. Pitaban, señalaban o se paraban por segundos. Nada fuera de lo normal para mí o para cualquier mujer que camina por una calle transitada como esa. Me detuve a pensar en mi short, quizá era demasiado pequeño para las mentes tan grandes y abiertas que me observaban. Iba pensando en una conversación virtual al mismo tiempo que trataba de agrandar mi ropa. El último audio que envié fue: «WDJ7491».
 
Quise llamar a la policía marcando el número que ya no está vigente. Después de dos intentos recordé que ahora el 911 nos protege de machetes, robos y, ¿por qué no?, del acoso callejero. Por supuesto. La tercera llamada venció: atropellé algunas palabras en el intento de expresar lo que había visto. Un hombre de aproximadamente treinta años, barba, piel blanca y gorra se había bajado de su auto y se complacía sexualmente con mi imagen. Experimenté enojo y desesperación. Grabé en WhatsApp el número de placas de su camioneta, en la que había posado para masturbarse frente a mí y a un árbol inocente. Su cuerpo completamente desnudo fue lo que me atoró en el asombro. No tenía zapatos puestos, ni vergüenza, pero sí miedo cuando volví la mirada hacia él. Se marchó.
 
Le repetí a la recepcionista de emergencias las placas del auto: «WDJ7491, se fue por la Panamá, hacia el sur, por donde está la Policía Federal». La mujer registró un reporte que seguramente no fue atendido por ser una estrella más en este cielo de cerdos. Colgué la llamada. Llegué a casa perturbada. Conté lo sucedido para escuchar lo que ya suponía: «¡Quién te trae con esa ropa!».
 
De momento así pensaron en casa, así piensan en muchos hogares tradicionales. Se hizo parte de lo cotidiano culpar a la mujer del acoso, y por otro lado dignificar los rituales de cortejo equivocados, como chiflar, pitar, piropear, tirar besos, seguir o tocar mujeres en las calles. La idea de cortejo se confunde, en algunos casos, con el acoso. El sonido del claxon no es halagador. El silbido de un desconocido tampoco es un halago. El acoso callejero tiene una trayectoria fortalecida de ideas equivocadas que lamentablemente culmina en casos como el que presencié o en formas salvajes como violaciones y secuestros.

 

Una mujer que se enfrenta sola a la vía pública deber irse por la sombrita, para que no le pase nada. Pero Hermosillo es de escasas sombras y altas temperaturas.

Texto y fotografía por Eliana Velázquez

El barrio de los hechos

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Sobre el autor

Casi egresada de la Licenciatura en Letras Hispánicas por la Universidad de Sonora

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2 comentarios

  1. El acoso en cualquier modalidad no deja de ser acoso y debe detenerse. En vez de enseñar a la mujer a no provocar a los hombres siendo ellas mismas, mejor debe enseñarse a los hombres a respetar a una mujer se vista como se vista. En CDMX la expresión «vete por la sombrita» es de doble sentido obsceno, sí se usó aquí denotando ése sentido, la da al artículo un enfoque satírico a éste problema social, lo cual se me hace una buena idea por parte de la redactora, a la cual le digo: No te rindas en tu lucha de hacerte valer, habemos hombres que también estamos defendiendo los derechos de ustedes. Saludos Eliana!

    1. Gracias por leer y percibir la sátira en mi texto. Es exactamente lo que busqué registrar.
      Espero haya hecho sus gracias. Saludos, amigo.

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