A inicios de año Jacinto me preguntó si sabía quién era Sarah Kane. Ante mi respuesta negativa me pasó un par de sus obras para que la leyera. Confieso que no me gusta mucho leer teatro; tengo problemas con tantas indicaciones que se dan entre diálogos y diálogos. Aunque los entiendo. La dramaturgia es para un público específico y yo no soy ese público.

 

Aunque eso no quiere decir que después de leerlo no haya quedado gratamente sorprendido con  la narrativa de Kane; además de que me causó cierto escozor su manera de ver el mundo través de su visión distorsionada por la esquizofrenia que la acompañó toda su vida.  Se suicidó a los 28 años después de escribir su mejor obra: Psicosis 4:48, donde retoma su obsesión por el suicidio y  juega con esta idea de que las 4:48 es la hora a la cual más suicidios se cometen por ser el período de tiempo en el que el efecto de los medicamentos comienza a  perder fuerza y es imposible convivir con sus pensamientos.

 

Justo en ese lapso de tiempo es donde se desarrolla El cínico mundo de Pretty Rolling y su amiga, la concubina Sarah Kane -al menos con eso intenta jugar el dramaturgo Fernando Muñoz- historia que bien pudo haber sido escrita por alguno de los internos de alguno de los sanatorios psiquiátricos donde Kane estuvo internada a lo largo de su vida. El periodo más oscuro de esta dramaturga y que al final la llevó a quitarse la vida.

 

Justo después de leer a Sarah Kane por recomendación de Jacinto y de platicar un poco de su obra y ese buen –mal- sabor de boca que me dejaba, Jacinto me mandó un archivo con una obra. El correo decía: «Léela pero no la digas a nadie». Descargué el documento de texto que se llamaba Pretty Rolling y lo leí.

 

De entrada era un texto que, usando de pretexto a Sarah Kane, creaba una atmósfera de una realidad que se vive en cualquier ciudad del mundo. Esa idea que tenemos los seres humanos de aparentar que somos mejores que lo que somos, que somos capaces de lidiar con todo y que a la larga nos quiebra y donde muchos terminan derrotados como parias, como fracasos sociales que nos recuerdan que nuestra existencia es un mito que se sostiene en nada. Lo platicamos. En algunos puntos estábamos de acuerdo, en otros no. Lo que sí es que no conocía a nadie más que pudiera ser Pretty Rolling, excepto él. A los meses se puso en escena -en el marco de una iniciativa de teatro breve- y recibió excelentes críticas. Yo no la vi entonces, pero al ser la obra inagural de la Muestra Estatal de Teatro en Sonora 2016, el pasado lunes, y al estar de vacaciones en el infierno, pues ya la pude ver.

 

Con una cuidada producción que va desde una música que nos recuerda a un Londres atemporal, pero que también puede ser cualquier lugar del mundo… por ejemplo Río de Janeiro. Y con una dirección a cargo de Nayeli Sedano que se nota que su acierto es dejar a los actores moverse con libertad en el escenario y en sus diálogos, Jacinto Carrasco nos lleva de la mano por Pretty Rolling que puede ser cualquiera; capaz de atravesar los estados de ánimos con una facilidad que nos hace pensar en nosotros mismos.

 

Pretty Rolling es esa parte que dejamos salir sólo cuando estamos en confianza; esa idea imaginada que Yadira Buendía en la piel de Sarah Kane utiliza como parte de su realidad para no hacerle frente al cínico mundo que la rodea. Esta parte Yadira lo entiende muy bien y lo refleja en la obra. Ella en su papel de Kane es la creadora del mundo, ella le da la vida a Pretty y a ese cínico mundo que oculta aquello que más perversidad y vergüenza  le produce, reflejado en este caso por las prostitutas.

 

Ese cínico mundo que ve en los Juegos Olímpicos (los cuales en esta obra son el escenario perfecto para mostrar el desquicio de la raza humana) esa idea de purificación, de juego limpio, de competencia honesta. Nada más alejado de la realidad. Y esta obra juega de nuevo con esos elementos cuando vemos a Rolling y a Kane en plena locura en un segundo plano mientras una deportista -representada por Misuki Takaya- habla de esa parte de las olimpiadas que no se habla, entrevistada por un elegante presentador de televisión representado por Juan Carlos Valdéz, que nos recuerda que en este país, en este mundo, no pasa nada que los medios no quieran que pase.

 

Esta es una obra que va más allá de la locura individual. Esta sólo sirve para mostrar la locura colectiva, la locura de una sociedad que hace mucho que perdió el rumbo y Pretty Rolling, como una creación de Sarah Kane nos lo muestran tal cual. Ahí descansa lo genial de esta obra.

 

Por Jorge Tadeo Vargas

Fotografía de la puesta en escena de marras por Benjamín Alonso

teatro

Sobre el autor

Jorge Tadeo Vargas es un activista empedernido. Cree que el mundo puede ser otro y hace por ello. Tiene, pues, la mala costumbre de la congruencia. Más que de Baja California, Sonora o EdoMex, es un hombre de mundo.

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