La pedimos al cielo y llegó: abrimos semana con una crónica-análisis de Antonio Barragán sobre el —para bien o para mal— fenómeno musical del momento 🙂
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Hermosillo, Sonora.-
El 26 de abril mi morra, yo, y diez mil personas más, decidimos abarrotar el Palenque de la ExpoGan para el show de Tito Torbellino Jr y Peso Pluma, dos de los más importantes exponentes de la llamada música regional mexicana. La cosa empezó puntual. Formándonos a las 10:30, logramos entrar al recinto pasaditas las 11, pues se trataba de una fila de cientos de metros, la cual se hacía amena por la vendimia ambulante. La cheve helada no faltó, tampoco la presencia de la prensa, así como de múltiples empresas de giros diversos -restaurantes, licorerías y tiendas-. Todo funcionando a su máxima capacidad, sin duda, “la logística debió ser algo bien”, pensé.
El clima estaba a todo dar, y aunque el lugar cuenta con asientos individuales, casi todos y todas estaban de pie disfrutando la presentación. El legado de Tito Torbellino, más apegado a la corriente tradicional del corrido, amenizó con canciones propias y algunos covers de artistas como Sergio Vega, Chalino, Valentín Elizalde y Timbiriche. Curioso me pareció que éstos últimos fueran los más coreados y movidos para la gente, sobre todo de parte de las mujeres. El sonido era impresionante, los juegos de iluminación revoloteaban en brillos por el todo espacio, las máquinas de humo hacían lo suyo, y los músicos nunca dejaron de tocar. Su presentación duró cerca de una hora y media, lo que se vivió como un evento muy gozado por la audiencia. Seguía el turno de Peso Pluma.
Ya instalados en el centro del lugar, las luces se atenuaron, y en las pantallas apareció el logo del grupo, el cual incluía un signo de dólar en la “S” y un corazón simulando la letra “U”. Comenzaron guitarras lentas y arpegiadas en tonos menores, con el paso de los minutos el ritmo de las cuerdas mutó dando forma al intro de la rola La Melena, enseguida apareció el bajo, las trompetas y después Hassan, el afamado vocalista, saludando enérgicamente al público de Hermosillo, pero inmediatamente ensombrecido por el ensordecedor grito de los asistentes.
El show transcurrió sin mayores contratiempos y la raza parecía ávida en aquella arena. Se corearon a todo pulmón las canciones más conocidas, hombres y mujeres por igual. Éste último segmento me pareció una población mayoritaria, diría 3 a 2 en una aproximación bastante rudimentaria. Las mujeres se veían por lo general en grupos, así también bandadas configuradas por hombres, clanes mixtos y parejas. Había jovencitos y aquellos que ya no tanto. Sombreros y gorras se distribuían por igual, además, no resultaba extraño ver a morros con el cabello a lo peso pluma, es decir, como hongo en frente, degradados laterales y en la parte posterior una cabellera -famoso estilo en los 80s conocido como “mullet”, según señalan algunos medios de la farándula-, lo que me recuerda a los jóvenes de las series colombianas de narcotraficantes de reciente data.
La neta todo un espectáculo. Los invitados y apariciones especiales no faltaron; Junior H, Natanael Cano, Jassiel Núñez y Luis R. Conriquez robustecieron el escenario acompañando algunas de las canciones. La gente lo agradeció enormemente a través del éxtasis de sus clamores. Peso Pluma tocó piezas ansiosamente esperadas: El Belicón, PRC, Siempre Pendientes, Rosa Pastel, El Azul y, por supuesto, Ella Baila Sola, composición que llevó a dicha agrupación a colocarse en el puesto número uno de escuchas en plataformas digitales a nivel mundial en las últimas semanas. Lo que ha causado revuelo en el mundo virtual y real, ocasionando posiciones encontradas y acalorados debates.
- “Desde niño en la movida. Era desmadroso se metía en problemas le encanta la adrenalina”. La Melena (Peso Pluma)
A pesar de ir con la intención de disfrutar del recital y conocer el ambiente, la reflexión sociológica y antropológica no escaseó durante la función. La vaguedad de la mente me llevó a pensar que, de ser ciertas las hipótesis que señalan que el consumo de los productos derivados de la narcocultura produce delincuencia y violencia, todos los asistentes corríamos algún peligro al estar expuestos a ello, ¡la pura risa!
Sin embargo, ¿qué es lo que hace que más de diez mil personas se congreguen y paguen por presenciar un evento en el que se transmiten exponentes de la narcocultura? En su momento me pareció una buena pregunta, tampoco es como que me iba a lanzar a encuestar o entrevistar personas, aunque hubiera sido un buen ejercicio de investigación, no era parte del “trip”.
Parecen ser mucho más complejas y profundas las explicaciones de lo que sucede en la realidad. Eso hizo plantearme, ¿Es “mala” la narco cultura?, ¿de qué manera se relaciona con la incidencia delictiva?, ¿Por qué es tan popular dicho subgénero?, ¿cómo es la configuración psicosocial del corrido tumbado y a qué se refieren sus letras?, ¿se verán cosas peores?…
Para iniciar el entendimiento de todas esas inquietudes, comprendo de forma básica que los corridos tumbados conforman una sub-rama de la tradición corridística, que se desprende del campo del narcocorrido. En el libro “Jefe de Jefes: corridos y narcocultura en México” editado por El Colegio de la Frontera Norte, el Dr. José Manuel Valenzuela Arce, dice que “los narcocorridos no son meras apologías al narcotráfico. En ellos encontramos la doble función de crónica, registro o diario popular, donde se articulan las condiciones populares y popularescas para narrar un evento con vínculos de orden ético o moral que rebasan los límites individuales del texto, para inscribirse en contextos donde adquiere importancia y significación colectiva” (p. 241). De ese modo, podría decirse que el Corrido Tumbado hace sentido en el momento histórico y social del que forma parte.
El relevo generacional, la militarización de la Seguridad Pública, la sicariarización del crimen organizado, la aparición de drogas nuevas y la continuidad de los conflictos entre organizaciones criminales (entre ellas mismas y con el Estado), son algunos de los componentes que han impactado en la tradición corridística del narcotráfico, al transformar la realidad con la que nutren su contenido. De algún modo, el narcocorrido perderá sentido e impulso cuando los problemas que aborda en sus relatos, historias, tramas y personajes, dejen de tener vigencia social.
Por otra parte, lo que han demostrado algunos estudios sobre sicariato y traficantes de drogas de Sonora –en los que he tenido la oportunidad de desarrollar, así como los elaborados por el Dr. Francisco Piña Osuna-, es que la narcocultura (series, películas, músicas, vestimentas, etc.) aparece efectivamente en las trayectorias de vida de las personas que se involucran en el crimen organizado. Ya sea que los sujetos incorporen dichos elementos antes o después del involucramiento, la narcocultura es un fenómeno recurrente y próximo en los contextos de los cuales provienen las personas que se desarrollan en esas formas de criminalidad.
Sin embargo, la pregunta en este caso es ¿por qué no todas las personas que incorporan el gusto por alguna forma de narcocultura se involucran en el crimen organizado? Aunque radical la interrogante, y a pesar de que la violencia de la criminalidad organizada sea sumamente grave y alarmante, la realidad indica que en una sociedad son los menos los que cometen algún tipo de delito, y aún menos, los que se involucran en el crimen organizado de forma directa.
La idea que parece explicar una parte de lo que sucede en el trinomio individuo-narcocultura-delincuencia, tiene que ver con el sentido que las personas le dan al narcocorrido en sus vidas cotidianas. La cuestión radica en comprender la manera en la que los sujetos se relacionan con los productos de la narcocultura, en este caso, vinculado con los performances de los artistas que provienen de la música regional. Podría pensarse que sucede algo similar con los estigmas sobre los videojuegos, las series y películas violentas, y los riesgos que implican para la antisocialidad de las juventudes e infancias.
El riesgo que representa la narcocultura para los jóvenes (desde la perspectiva de factores de riesgo y protección muy utilizado en Criminología) se presenta cuando ésta convive con un bajo desempeño escolar, violencia en el hogar, pares y familias delincuentes, barrios criminógenos, poca vigilancia parental, creencias pro-delito, entre otros factores asociados a la probabilidad de que se produzca delincuencia. Pero ni así, diría yo, pues las formas en que las personas experimentan la narcocultura pueden ser muy diversas, desde la lógica del mercado, los consumidores, la industria, la cultura y la moda, es decir, desde una visión sociocultural, más apegada a la escuela de la Criminología Cultural, el crimen y el control del mismo son fenómenos cargados de significados sociales.
Lo que se debe superar, por lo pronto, es una perspectiva unidimensional para abordar el problema. De forma descriptiva, el tema parece complejo cuando la narcocultura va más allá de los dispositivos móviles. Cuando ésta “sale de las pantallas” y la observas en tu barrio, con tus amigos o en sus familias, o en la tuya, en tus vecinos, o cuando por tu calle pasan halcones y personas armadas; cuando los narcocorridos van más allá de los restaurantes, las carnes asadas y convivios, para amenizar el ambiente laboral, de camino al trabajo o un sinfín de situaciones más en las que las personas convencionales suelen escuchar los corridos.
Es una visión desde la convencionalidad y de la conformidad a las normas sociales, la que permite explicar la escucha y consumos de narcocorridos en estudiantes universitarios, amas de casa, funcionarios públicos, empleados y profesionistas diversos, etcétera.
- “Carros deportivos en mi colección. Minimis, Bazucas y Kalashnikov”. El Belicón (Peso Pluma)
Los narcocorridos por sí mismos no producen delitos, ni determinan a las personas hacía la delincuencia, sino que es una conjugación de factores, situaciones, hechos y circunstancias las que la hacen posible. De algún modo, los morros que se “alucinan” con los corridos, describen un proceso muy concreto en la relación sujeto-narcocultura, es decir, en la forma en que las personas le otorgan sentido al narcocorrido en sus vidas y en su día a día. Reza un dicho popular “en la dosis está el veneno”, el cual, sin demeritar la profundidad y complejidad que implica el análisis de la delincuencia juvenil, parece concordar adecuadamente con la analogía de la narcocultura como riesgo.
La categoría Corridos Tumbados parece ser la forma en que denominamos un momento concreto del devenir histórico de la narcocultura en nuestro país. Se trata de la mutación de lo que en su momento iniciaron en forma de fenómenos culturales y comerciales Los Tigres del Norte, Chalino Sanchez o Los Tucanes de Tijuana. Después, en continuidad en el contexto del Movimiento Alterado, artistas como El Komander, Alfredito Olivas o Gerardo Ortiz, narraron las experiencias que emergieron a partir de la ruptura de las violencias tradicionales impulsadas por la “guerra contra las drogas”.
Ahora, los Corridos Tumbados, en su paso para tomar su lugar dentro de la tradición corridística del tráfico de drogas, dejó el acordeón en el proceso, conservó las cuerdas y e instrumentos de aire, reminiscencia de artistas como Ariel Camacho y los Conjuntos Sinaloenses, respectivamente. En su propuesta técnica, optó por figuras más bien sencillas (riffs), alejadas del virtuosismo y destreza mostrada por sus predecesores más próximos de la música regional (corridos del contexto del Movimiento Alterado y los llamados Sierreños). Además, no se puede negar algunas convergencias con la cultura del reggaetón y el Trap, así como la fuerte influencia de elementos estéticos del rap y hip-hop de la West Coast (Véase Shoreline Mafia, quienes desde Los Ángeles son los herederos directos del gangsta rap y rap chicano ampliamente popularizado en los noventas).
Por otra parte, a pesar de que las temáticas que encaran los artistas del corrido tumbado sigan cubriendo básicamente las mismas inquietudes que las de sus predecesores, como el hecho de hablar sobre la parranda, la valentía, el liderazgo, la inteligencia, la coquetería, la galantería, la no correspondencia del sexo femenino, la conquista o el amor romántico, son sobre todo las narraciones respecto de las tensiones morales que narran el tráfico de drogas lo que configura la controversia de este subgénero, haciéndolo objeto de estigmas y censuras, como ha sucedido con el rock, jazz, blues, por mencionar algunos ejemplos. Además de que son innegables los subtextos machistas y hedonistas que se localizan en los performances liricos del mismo, y los cuales describen ideales y modelos aspiracionales masculinos.
No obstante, no se puede negar que el corrido tumbado muestra una amplia y abisal coherencia con los tiempos actuales. Como lo dijo el propio vocalista de Peso Pluma en una entrevista para Soy Grupero en octubre del año pasado: “yo sé que no es bueno que los niños escuchen esto o miren esto, pero te digo, es una realidad que se tiene que mostrar, se tiene que ver […] yo creo que la gente también es consciente de que uno pues es cantante, es artista, nos dedicamos a esto, y ya simplemente, no es como que estemos apoyando (a algún grupo) o haciendo apología, es simplemente trabajo”.
Para el análisis sociológico, los prejuicios no sólo perjudican la objetividad e imparcialidad en el tratamiento de las problemáticas sociales, sino que también obstaculizan la comprensión y la empatía. En ese sentido, y volviendo a la cuestión central que animó este texto: ¿qué es lo que motiva a más de diez mil personas para asistir a un evento de la llamada “narcocultura”?, la respuesta en su sencillez y profundidad indica que es el pleno ejercicio del derecho al entretenimiento y recreación. Ya que al igual que muchas prácticas de consumo de contenido explícito, la narcocultura se encuentra prohibida para menores de edad y no se transmite por los canales oficiales de los Estados y gobiernos.
De algún modo, los Corridos Tumbados son una muestra de que la cultura carece de estática, está viva, y su momento es ahora. Para finalizar, creo pertinente citar lo expresado por Foucault en su célebre obra La Arqueología del Saber, que dice:
“a las cosas dichas, no se les pregunta lo que ocultan, lo que se había dicho en ellas, y a pesar de ellas, lo no dicho que cubren, el bullir de pensamientos, de imágenes o de fantasmas que las habitan, sino, por el contrario, sobre qué modo existen, lo que es para ellas haber sido manifestadas, haber dejado rastros y quizá permanecer allí, para una reutilización eventual; lo que es para ellas haber aparecido, y ninguna otra en su lugar” (p. 184).
Palabras clave: Corridos Tumbados, Narcocultura, Sociología, Criminología, Cambio Social, Crimen Organizado, Peso Pluma.
Texto y videos por Antonio de Jesús Barragán Bórquez
Fotografías de Francisco Merino y Jesús Villalobos
Chingón artículo. Abre preguntas chidas.
Este año no hablaremos de otra cosa al parecer.
A propósito, en octubre inicia el juicio en EEUU contra el productor de DEL RECORDS, Ángel del Villar, acusado de estar asociado con Jesús Pérez Alvear, identificado por el Departamento del Tesoro como lavador de dinero para el C*J*N*G. Entre los testigos llamados estarán Gerardo Ortiz y otros personajes citados en este artículo. (Dato coctelero: Del Records produjo la rola que está #1 de spotify)
Al igual que el juicio de García Luna, tendrá su dosis de polémica y hasta diría que no será fácil de digerir, al menos no como nos mandata el manual de la sociedad del espectáculo. El hatetómetro va a reventar eso sí.
Pero quizá este juicio abra una puerta que poco queremos explorar…
¿No les parece raro que, a pesar del lenguaje sobrecargado y con atisbos ideologizantes, nadie se atreve a definir el fenómeno como herramienta de propaganda? Resulta curioso que el tema del financiamiento de los exponentes de estos géneros y subgéneros nunca se discute, no digamos ya por los aplaudidores, sino por quienes se machetean la cartilla moral cuatrotera.
Tampoco se discute la relación que guarda el silenciamiento de periodistas y defensores ambientales respecto de la entronización y ensalzamiento de los «cronistas» posmodernos, a quienes se les están abriendo las puertas, desconozco si merecidamente o no. Pero eso sí, convencidísimos de que cantan «lo que está pasando», «la pura verdad». (Hazmelchingadofavor)
Es curioso que dependiendo del método de análisis elegido, hasta José Manuel Valenzuela podía ser el primero en explotar la narcocultura para vendérsela al target intelectual.
¿Se acuerdan de los que se quejan que nosotros, el pueblo bueno y sabio, le exigimos más a un futbolista que a un diputado? Ya se están preparando para gritarle a toda una generación que conocen más artistas de esta veta gris que derechos humanos.
Sálvanos, inteligencia artificial
Demasiada descripción al inicio pero afortunadamente el artículo tomó bastante forma mediante se fue desarrollando.
Algo curioso, la mayoría de las personas no dimensionan el concepto bélico que al principio se adoptó y desarrolló por los sicarios quienes estos fueron “víctimas” de la desigualdad, la marginación y la pobreza que existe en México, donde el crimen organizado obligó o dio “la oportunidad” a estos a “salir adelante” aunque sea por un corto tiempo y después pagarán con su vida o la cárcel. A lo que voy, se está adorando un estilo de vida con orígenes marginales y violentos pero que está disfrazado mediáticamente con lo más hit y que además normaliza el uso de armas y un estilo de vida con excesos, en fin, esto vino para quedarse como paso con el reggaeton. Esta bien o está mal? Pues que se yo?!…
a jijuela shingada, que rete conveniente que las rolas hagan nomas asociacion con el tema del dinero, poder y todo lo que hable de sustancias, cuando eso ya no es lo sustancial raza, sino el despojo de tierras y esa diversificación de ingreso en cobro de piso, tráfico de gentes, secuestro, extorsión y explotación sexual que pura madre van a mencionar, a pero eso si, te machacan la idea de que «le batallaron». La monda en un plato! A poco la gente que se dedica a otra cosa no le batalla, hasta estudiar tiene su putiza no mamen. jamas van a aceptar que son wbones, perezosos que quieren dinero facilito
Ay no que risa. Definitivamente son tiempos donde te polarizas o te radicalizan. La chaviza y la ruquiza sacan más las garras cuando se sienten atacados sus gustos (no se ponen así ni cuando otros escupen sus posturas políticas). Ahora de volada se acusan de clasismo y se avientan al mismo saco donde ponen a los que se ofenden por la sirenita negra. Están como los pamboleros del face,que se inmolan por gente que ni los pela.
Y es que en el fondo no es música mala (ámbito sonoro), lo que molesta a algunos (un minoría) es de lo que hablan (dimensión textual), algunos dicen que es porque se burlan de las víctimas, mientras el país arde de violencia, en medio de una guerra contra la población joven y en pobreza (quien se crea que la guerra es contra la droga o los narcos es categóricamente un analfabeta funcional) y en esta nueva etapa están usando a músicos como chivo expiatorio, son ellos la carne de cañón sobre la que lanzamos nuestras frustraciones, son ellos el escudo humano que absorbe la tensión y la rabia que nos inspiran los paramilitares y los asesinos que te atoran en las carreteras con la mano en la cintura.
El autor tiene un punto. Todos tenemos derecho al entretenimiento. Es cierto, la opinión de otros o nuestra propia lectura de la realidad no debe paralizar nuestras vidas, como quien dice todo tiene que seguir como si los signos y símbolos de la violencia ya hubieran simplemente reemplanzando la violencia real. Como si fuera sencillo ignorar medio millón de muertos o ignorar el reclutamiento de morros lastimados emocionalmente por sus padres.
No será también que a este «movimiento» (orgánico o payoleado da igual, al final es masivo) se le critica porque son demasiadas las mujeres que se vuelven adeptas de este tipo “onvres”, digo, hay que tomar en cuenta que su masculinidad tradicional se encuentra acorralada y su muleta son los juguetes bélicos y todos esos significantes que abrazan con desesperación, porque sienten que si los sueltan se van a mostrar como lo que son: niños, adolescentes creciendo en el fuego cruzado.
Otros dirán que no es justo que se promueva tanta empatía por los que participan en la desaparición de algún familiar o porque sacan raja de la recaída de algún carnalito víctima de las circunstancias. Lo cierto es que esto va empezando mi gente, nos falta ver colabo$ más extrañas y e$pontanea$. Nos falta ver zócalos llenos y eventos en universidades. Nos falta ver mujeres exponentes elevadas a heroínas de nuevos feminismos. Sólo no hay que confundir lo anecdótico con la norma: Nunca va a ser lo mismo corear a toda garganta a tu apologiartista en una cantina de Hermosillo o en Coachella que en el celular de un adolescente creciendo en cualquier lugar de la sierra. Malicienla
en obvio de repeticiones, la ID de grupo abarca mayormente personas de entre -18 a 25 años, el otro grupo mayor, fue por la «Selfie», aunque el interprete diga que es trabajo, la verdad es que los temas tienen dedicatoria en la vida real, más sin embargo seguir al cardumen por que es «tendencia», no explica el repetir inconscientemente las letras, sin «darse cuenta del significado». Ciertamente parafraseando a Foucault, las letras en voz, comunican, lo que dicen como lo dicen y para que lo dicen, amen de lo que dicen, con lo que no dicen»
A mi me da mucho gusto q tantos jovenes se diviertan sanamente, una se siente a gusto de q no se pierdan en la mala vida. diez mil dijeron? q felicidad, diez mil q no viven mas q para satisfaserse , sin el apuro de ayudar a otros, sin ningun familiar desaparesido, diez mil sin un hermano muerto, diez mil que tendran su propia empresa en liberta y no habra quien les cobre por proteccion, ni nadie q los amenaze
diez mil almas felices … apoco no les da envidia?