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Rockstar de la vieja guardia que ha mantenido larga su cabellera azabache, poeta cuyo empleo de obrero en una línea de producción surtidora de Ford Company le permite pagar su casa de Infonavit y mantener a sus hijos, se le ha visto –ataviado por la adrenalina y la euforia que son tan comunes en él– romper su guitarra y su amplificador en alguno de los conciertos de La Perra Vida, la banda punk que él mismo fundó hace más de veinte años. Por su tez morena y por cierto aire exótico en sus rasgos, lo han confundido con seri, si bien afirma que no conoce Punta Chueca. “Are you Indian?” le preguntó un extranjero después de un concierto, a lo que contestó, con un ademán de sorpresa y complacencia, que sí.

Miguel Perra Vida, como lo conocen los iniciados en la microhistoria del punk local, es el compositor y guitarrista del disco Foco, título ajeno a todo vínculo con la metanfetamina, pues confiesa –en uno de sus pocos momentos de timidez, como si ofreciera disculpas– que sus compañeros de trabajo no le creen que no se droga.

 

 

Yo supe de Miguel Perra Vida por una canción suya, una balada que no forma parte del repertorio de su banda y que jamás ha sido grabada en estudio pero que revela su talante y vena líricas: “No finjas”. Tal canción revela, además, a Miguel Perra Vida como un compositor con una sensibilidad poética a veces salvaje, a veces tierna. Movido por el gusto, que tiendo con facilidad a intelectualizar, y, armado de guitarra y celular en mano, me atreví a coverearla con mi voz.

 

 

A través de un amigo en común y vocalista de su banda (Javier Cinco), le mandé como regalo mi libro de poesía. Yo no sabía qué podía esperar como respuesta. Una de las primeras cosas que me dijo al encontrármelo por primera vez en el bar donde conocí su balada –pues el grupo (Los Vecinos Incómodos) que ameniza tal lugar lo ha honrado interpretando cada noche su canción– fue que él también había escrito un poemario. Frágil es un poemario escrito a cuatro manos con otro músico punk, Iván Merma. Asimismo, me contó de un proyecto cinematográfico, un cortometraje escrito por él mismo y titulado “¿Quién se robó la caguama?”. Al contarme todo eso, recordé que, hace años en un oscuro proyecto de clasificación, una cofradía de amigos y yo escribimos un soneto punk titulado “¡Pinchis putos cabrones del gobierno!” Poema caricatura, por demás alebrestado y barroco que no reflejaba sino el estereotipo, tal texto no le hace justicia a un espíritu más real del punk, el de una lucha continua por la vida con todas las nociones existenciales implicadas, como puede verse en el espíritu punk encarnado por Miguel Perra Vida, quien, al preguntarle sobre su vida personal, me contó:

–Hace seis meses murió mi mamá. Ella me decía que el parto fue rápido y sin complicaciones, que salí de ella sin problema alguno, listo para moverme en este mundo. Y hoy recuerdo que se le salieron las lágrimas cuando escuchó la letra de una de mis canciones, que dice: “Madre, debiste abortarme, solo soy un pedazo de canción”. Me dicen que estoy obsesionado con la muerte y con la sangre.

Intrigado por la anécdota que discurría con una voz aguda sin llegar a la estridencia, una voz veloz y ágil, a veces tropezada e interrumpida por un tarro de cerveza y algunos tics de su cabeza, que inconscientemente echaba hacia atrás la cabellera hasta arrojarla a media espalda, recordé el video donde, en la cocina de una casa, Miguel Perra Vida abre el refrigerador, saca una cerveza y se escuchan al unísono los acordes de una guitarra y el zumbido de la lata de cerveza: Miguel, lata de cerveza en mano, camiseta sin mangas y lentes oscuros, como siguiendo al sol, según dice en otra de sus canciones; Javier Cinco, voz y guitarra en mano. Juntos, salen de la casa habitación comprada peso a peso con el sudor de los días y las noches, tratando de asir un sendero vital en medio del panorama suburbano árido e indiferente, el panorama cruel de la perra vida:

 

Sentada sola está,

tratando [de] despertar de esta realidad.

No finjas que esta vez

aún queda camino para recorrer.

 

Jamás habría necesidad

de dar un paso atrás.

Si tus sueños sí fueran verdad,

no habría necesidad

de dar un paso atrás.

 

Tal vez me equivoqué

tratando [de] despertar de esta realidad.

No finjas que esta vez

aún queda camino para recorrer.

Si tus sueños sí fueran verdad,

no habría necesidad

de dar un paso atrás.

 

Jamás habría necesidad

de dar un paso atrás.

Si tus sueños sí fueran verdad,

no habría necesidad

de dar un paso atrás.

 

Sabes que el amor es parte del dolor,

Sabes que el dolor es parte del amor,

y lo sabes bien, lo sabes muy bien.

 

 

¿Cómo nació “No finjas”?, le pregunté. Me contestó que de la vida, o del amor mismo. Me contestó, además, que la canción era parte de un proyecto musical alterno a su banda, hoy desaparecido, que se llamaba Siete días en coma. En tono intelectualoide le planteé que yo le llamo “la canción de la ambivalencia”. “¿Y qué es eso?”, replicó. Le expliqué que es cuando un fenómeno funciona en dos sentidos distintos al mismo tiempo, regularmente con sentidos contrarios. Me preguntó a qué me dedicaba. Le conté que estudié literatura y que era escritor y profesor universitario y que me dedicaba a analizar la literatura.

–Me parece bien. Por mi parte, yo le llevo tornillos a la gente, pero mi mente está en otra parte. ¿Se analiza la literatura?

Me quedé pasmado mientras elucubraba alguna respuesta. En ese instante tuve la visión efímera de que Miguel Perra Vida es de una raza de hombres condenados por la magia violenta de la chispa, excomulgados de las convenciones sociales por su tendencia a palpar férreamente la muerte, aunque en realidad lo suyo sea una fascinación por la vida. Tuve la certeza tan obvia como escurridiza de que Miguel Perra Vida es un artista del doblez de la vida y la muerte que nos sueña. Trastabillé ante la pregunta y, no sin sentirme antes un poco intimidado, contesté:

–Sí.

Por Luis Lope

Fotografía de portada por Luisfer Pacheco

Fotografía de Alejandra Simental

Sobre el autor

Luis Lope (Hermosillo, 1979) es licenciado en Literaturas Hispánicas, maestro en Literatura Hispanoamericana y doctor en Humanidades. Actualmente es profesor-investigador del Departamento de Letras y Lingüística de la Universidad de Sonora y miembro del Sistema Nacional de Investigadores de Conahcyt. Escribe ensayo, poesía, crónica y dramaturgia. Ha publicado "Crónicas de pies ligeros (Unison, 2011; Club Chufa, 2014), "Primeras liras (Club Chufa, 2016) y "Una noche lírica (pieza amorosa en tres actos) (ISC, 2019)

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