Ella es optimista. Cree en la humanidad. Y está dispuesta a dar la batalla por nosotros. La esperanza combate en el cuerpo de una mujer. Una mujer extraordinaria, fantástica.

La mujer maravilla (Patty Jenkins, 2017) no es una película menor. Consideremos que es dirigida por fémina exitosa, en cuyos créditos está Monster (Patty Jenkins, 2003). Ahora, hay que agregar que Gal Gadot, la ferviente protagonista, es israelita. Además, esta es una cinta de lenta gestación, de muy esmerado embarazo.

¿El resultado? Estamos ante la cinta del verano. La máxima heroína del universo DC llega a las pantallas como una guerrera energética, vigorosa y erótica, a su muy particular manera.

Todo tiene un principio. Diana – jamás nadie en esta cinta se refiere a ella como Mujer maravilla – vive en la paradisíaca isla de Temiscira, donde no hay varones, solo la voluntad de las amazonas permanece de pié; su madre, Hipólita (Connie Nielsen) y Antíope, la hermana de ésta (Robin Wright) acuerdan, por fin, entrenarla para que se convierta en la más preparada gladiadora.

Entonces, llega la humanidad. El biplano de Steve Trevor (Chris Pine) cae frente a Temiscira, perseguido por la potencia enemiga en la Primera Guerra Mundial, los alemanes. Y en una secuencia de batalla perfecta, las amazonas se enfrentan a este desembarco.

La química entre Steve y Diana es inmediata. El encuentro entre la mitología y la prosaica realidad genera un diálogo incómodo, pero gracioso, cuando Diana sorprende a Trevor desnudo.

“What’s that?”, pregunta la amazona. Steve, por supuesto reacciona con pudor y vergüenza hasta que descubre “el verdadero objeto del deseo”: “It’s a watch”, contesta aliviado.

La respuesta de Diana es irónica, inteligente y demoledora: “What does it do?”, “It tells the time, it tells when to sleep, when to eat”; “That tiny thing tells you what to do?”. Y en ese instante la supuesta envidia femenina por el pene desparece por completo.

Es un gran acierto de La mujer maravilla establecer la acción durante la Primera Guerra Mundial. Es un período no muy explorado por el cine, quizás porque es más difícil elaborar un discurso maniqueo entre los buenos y los malos.

Sin embargo, al poner sobre la mesa el asunto de las armas químicas, en especial el letal y pavoroso gas mostaza, se contemporiza la función al recordar el ataque mortal en la provincia siria de Idlib, afrenta que indignó al planeta.

Diana es, hasta cierto punto, ingenua. Su origen mitológico es explicado a la audiencia a través de un pulcro y elegante montaje con ilustraciones entre el renacentista Miguel Ángel y el neoclasico Delacroix, no podía ser de otro modo. Por eso hay que enseñarle a la maravilla de mujer que no es permitido, por ejemplo, caminar semidesnuda en Londres, 1918.

El proceso de adaptación incluye escenas de escepticismo entre los lores ingleses: “What is this woman doing here?” y sorpresa ante la degustación de un inocente cono de nieve: “You should be honored!”, exclama Diana al probar ese postre.

Mas en el campo de batalla es donde La mujer maravilla alcanza cuotas de belleza y acción en verdad memorables. Ver a la poderosa amazona avanzar sobre el legendario no man’s land como si fuera una top model en su gloriosa pasarela, con la música exultante de Rupert Greyson Williams, resistiendo balas y cañonazos es algo que se recordará por muchos años.

No así los villanos. Se ha visto que en este género de películas no alcanza el tiempo para crecer la amenaza que debe venir por parte de los antagonistas. Y aunque existe una vuelta de tuerca, que por cierto ya es anticipada, ésta no logra convencer del todo.

Pero a La mujer maravilla se le perdona.

Este filme ha devuelto a DC su dignidad. Cuando la mayoría de los superhéroes presentan traumas, dudas y oscuros defectos, Diana Prince se levanta pura, virgen, estrógena y feminista: con sus brazos cruzados se opone a la guerra y la violencia de la humanidad, porque está convencida de que somos, los hombres, simples juguetes de los dioses.

El prólogo y epílogo de La mujer maravilla se escenifica en París. En Europa. En el museo del Louvre, depósito del arte y la cultura de occidente. Milenaria, mitológica y sensual, la guerrera evalúa su vida y el lugar que ocupa en la tierra.

Ha perdido las ilusiones, pero no las convicciones. Como muchos, en este planeta.

Por Horacio Vidal

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Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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