A pesar del buen sabor que dejó la primera entrega de esta incipiente franquicia, Kingsman: the secret service (Matthew Vaughn, 2015), la nueva película se aborda como una sátira a veces hilarante, otras ocasiones cruel y, sobretodo, exagerada.
Sin quererlo, Kingsman: the golden circle (Matthew Vaughn, 2017) se convierte en un comentario tangencial sobre la reciente masacre en Las Vegas. Las referencias resultan asombrosas. Sad songs (say so much).
Además, su discurso acerca del uso recreativo de drogas y estupefacientes se presenta, en un principio, como liberal; después da un giro hacia el conservadurismo y se atreve a elaborar una moraleja final reaccionaria y condescendiente. Crocodile Rock.
Su metraje es largo. Más de dos horas de proyección. No todo el filme es logrado. Sin embargo, hay espacio para la carcajada. Y esta no viene por parte de los protagonistas. El humor de Kingsman: the golden circle está en las conspicuas y regordetas manos de Sir Elton John, travestido en broma de sí mismo. I’m still standing.
Tras un ataque devastador a los Kingsman, éstos se verán obligados a recurrir a sus primos norteamericanos. Existe una intriga internacional cuyos hilos son manejados por Poppy (Julianne Moore), la reina del sur, dulce, salvaje e implacable baronesa de la droga con un plan malévolo para hacerse del control del mundo.
Su nivel de sociopatía es tal que se ha atrevido a convertir un venerable refugio a lo Coronel Kurtz en Apocalypse now (Francis Ford Coppola, 1979) en un remedo de American graffiti (George Lucas, 1973). Imperdonable. The bitch is back. The kitsch is back!
Mientras el equipo Kingsman y los Stateman, de Kentucky – ¿acaso un resumen de Goldfinger (Guy Hamilton, 1964)? –, elaboran un plan de respuesta, la cinta le apuesta a la comedia sofisticada, esa que permite mezclar bromas “de altura” con los chistes más vulgares y misóginos que pueden gozarse en pantalla.
Si bien se manufactura un homenaje a On her Majesty’s Secret Service (Peter Hunt, 1969) en los alpes italianos, por otra parte el eutrapélico Eggsy (Taron Egerton) debe introducir en salve sea la parte de la dama un dispositivo de rastreo. Neta. James Bond nunca ha caído tan bajo.
El vestuario en Kingsman sigue siendo impecable. Desde los trajes de corte inglés a la ropa vaquera, el filme es un paseo por las sastrerías europeas y norteamericanas. Un manifiesto del buen gusto al porte. Sin embargo, los atuendos de Elton John son una explosión carnavalesca que rivalizan con El show de los Muppets. La edad, Elton, la edad. Don’t go breaking my heart.
Diálogos y exclamaciones en Kingsman están redactados para provocar las sonrisas del auditorio. Entonces, las palabrotas del malhablado Elton son parte de lo mejor de la película. La Sara García de Mecánica Nacional (Luis Alcoriza, 1972) debe estar complacida. Don’t let the sun go down on me.
Las mascotas, los cachorros, establecen en este filme una forma de comunicación entre los protagonistas. Así, la perversa maldad de Poppy se subraya al ser poseedora de dos canes mecánicos, asesinos cibernéticos bautizados a partir de una de las fundamentales en el repertorio de Sir Elton John: «Bennie and the Jets».
Es evidente la intención de los productores. Su anhelo es crear una franquicia cinematográfica de largo aliento. De esa manera se explican las apariciones, casi fugaces, de Tequila (Channing Tatum), Ginger (Halle Berry) y Champ (Jeff Bridges), los americanos, aquellos que ahora se quedan con la estafeta y prometen algunas aventuras más.
Las extravagancias de Kingsman: the golden circle se agradecen. Aparece un presidente de los Estados Unidos en apariencia doblegado ante el ultimátum de Poppy, que aprovecha la circunstancia para correr el riesgo. Si esto termina en el impeachment por muchos esperado, se cumple la cuota del deporte de moda: golpear a Donald Trump. Rocket man.
En este duelo de actuaciones por arriba de la línea nadie, nadie le gana a Sir Elton John. Kingsman vale el costo en taquilla, así como su prolongada proyección, solo por ver a Elton ridiculizándose como el bufón de la corte. Como placer culposo resulta divertidísimo. Saturdays night’s are alright (for fighting).
Incluso hay una boda de la realeza. Por supuesto, Elton John es el encargado de la música. Pero no, no interpreta «Candle in the wind». Hay límites, hay límites.
Las películas de espías gozan de una vitalidad cinematográfica de más de 80 años. Los filmes de Hitchcock, Stanley Donen, la franquicia James Bond, las aventuras de Jason Bourne y las de Cruise en Mision Imposible, dan cuenta de historias que hemos visto una y otra vez.
Y aun así seguiremos pagando boletos en taquilla.
I guess that’s why they call it the blues.
Por Horacio Vidal