Hermosillo, Sonora.-

El pasado mes de enero el licenciado José Rómulo Félix Gastélum dejó este mundo. Las redes sociales se llenaron de expresiones y estima por este sonorense, y medios de comunicación locales y nacionales dieron la noticia, remembrando algunos de los logros de este destacado amante de la historia.

No es intención de este texto repetir el trabajo y cargos importantes que ocupó, por el contrario, se pretende aquí compartir un lado menos conocido de José Rómulo Félix Gastélum. Cuando recién ingresé a la licenciatura en historia, otros jóvenes y yo, antes de conocer o identificar por su nombre al licenciado José Rómulo, al verlo en los simposios de historia, nos referíamos a él como “el señor morsa”, en referencia a su prominente bigote que tanto lo caracterizaba.

Años después, ya como miembro de la Sociedad Sonorense de Historia, tuve la oportunidad de tratarlo personalmente. Pero, además, tuve la fortuna de entrevistarlo. Al platicar largo y tendido sobre su vida, descubrí muchos aspectos de su pasado que ignoraba, algunos me resultaron sorpresivos e interesantes. Este in memoriam, basado en dicha entrevista, pretende que aquellxs que no lo conocieron tanto bien, sepan más sobre quién fue, antes de ser el historiador por todos conocido.

Fallece el historiador navojoense José Rómulo Félix; esto se sabe | TRIBUNA

“Somos gente, prácticamente, del mayo”, me dijo cuando le pregunté de dónde era. Nacido en Navojoa en 1946, hijo de padre y madre alamenses, José Rómulo Félix Gastélum se jactaba de ser del mayo, pero trasplantado a Hermosillo. Estudió la educación básica en su natal ciudad, en una de las escuelas creadas por el arzobispo Juan Navarrete y Guerrero. Después rompió la frontera del terruño y se aventuró hacia Chihuahua, donde ingresó a una preparatoria de jesuitas. Esto fue en la década de 1960, por lo que no pude evitar preguntar cómo eran aquellos jesuitas, a lo que contestó: 

“…en su epidermis traían pegada la teología de la liberación…”

Y comienza el “hubiera” en la vida de José Rómulo. ¿Qué hubiera sido de él si los jesuitas lo convertían a la lucha por los desposeídos, como tanto hicieron con muchos en aquellos años? Aunque José Rómulo no se volvió guerrillero o teólogo de la liberación, no pudo evitar empaparse de los preceptos de la democracia cristiana y participar en el activismo de esa década, siendo todavía un joven de no más de 17 años.

Decía que fue parte de los “pentágonos”, células de activistas lideradas por Héctor Trevizo. Calmó sus ánimos rebeldes gracias a los familiares que lo alojaron en Chihuahua, quienes lo convencieron de no involucrarse en política, luego de que el mencionado líder Trevizo fue reprimido por el gobierno. A pesar de lo anterior, José Rómulo recordaba esa parte de su vida con gran cariño y decía que nunca rompió las amistades que hizo en ese tiempo, entre otras, con Arturo Alcalde Justiniani (padre de Luis María Alcalde, actual secretaria de Gobernación).

Prefirió ser Puma que Búho

Luego de la aventura chihuahuense, terminada la preparatoria regresó a Sonora para intentar ingresar a la UNISON, pero, al encontrar dificultades administrativas, partió al Distrito Federal y llegando se inscribió en la UNAM.

“Yo llegué en agosto ahí, el martes 13 de agosto de 1968, con tanques de guerra en el centro”.

Llegó a una capital convulsionada. La mitad del día estudiaba en la facultad de derecho de la UNAM, la otra mitad trabajaba para el Banco de Londres y México, por las noches dormía en una casa de asistencia estudiantil -administrada por jesuitas-, pero la vagancia fue su educación.

“La calle me enseñó a trabajar, me enseñó a ser responsable, me enseñó a tomar cubas”.

Aunque su empleo era en un banco, su labor consistía en andar de arriba para abajo todo el día. Conoció todos los escaparates, todas las tiendas, las calles, los cruceros y personajes que iban y venían, desde el mendigo que siempre veía en la misma esquina, hasta Manuel Gómez Morín, con quien tuvo oportunidad de charlar cuando coincidieron en un elevador.

¿Cómo vivió el 2 de octubre?

Pregunta obligada para todo habitante del Distrito Federal en 1968. Curiosamente, José Rómulo dijo no enterarse de mucho más de lo que los medios informaron: de un “pleito” entre manifestantes en Tlatelolco. No fue sino hasta años después cuando supo lo que hoy todos conocemos. A pesar de eso, decía que el 3 de octubre había en la ciudad un ambiente pesado, que se podía cortar el aire con un cuchillo. Y de pronto, llegaron las olimpiadas:

“…no sé qué tiene de balsámico la fiesta pública. Pues la fiesta púbica borró el llanto y el dolor de la gente que sí había sufrido. Con los años te enteras, y yo recuerdo perfectamente cuando nombraron a Díaz Ordaz embajador en España […] y le preguntó [el periodista] ¿Cuántos muertos hubo?”

Asistió a los juegos olímpicos y tuvo oportunidad de presenciar una partida de baloncesto entre selecciones de Europa del Este. Y, a pesar de que la fiesta borró el llanto, recordaba que, al mismo tiempo, los juegos propiciaron un escenario de expresiones poderosas que le recordaron los dramas del mundo, como lo fue la poderosa imagen de los puños alzados de los atletas Tommie Smith y John Carlos, partidarios del movimiento black power.

¿Suerte o destino? Sin saber su origen, el gerente del Banco de Londres y México lo envió a un puesto del banco “en provincia”, a manera de novatada o castigo, y la plaza resultó estar en Navojoa. Coincidió perfectamente con su situación personal, pues su padre, Ignacio Rafael Félix Balderrama, sufría de un episodio depresivo.

Al poco tiempo pasó a trabajar con la Unión de Crédito Agrícola de Navojoa. “Porque la agricultura estaba en boga”, porque era en su ciudad y por estar cerca de su padre, José Rómulo dejó el Banco de Londres y México, a pesar del coraje de sus jefes, y comenzó a trabajar con los agricultores del sur de Sonora. Ahí no conocería a políticos de la talla de Gómez Morín, pero sí líderes de otra índole, como Avelino Fernández, asturiano asentado en Sonora cuyo éxito a escala mundial le ganó el apodo de “El Rey del Garbanzo”.

Y una vez más, el historiador no puede eludir la pregunta obligada ¿Usted trabajaba con los agricultores durante la crisis de San Ignacio Río Muerto y la caída de Carlos Armando Biebrich? Sobre el tema, José Rómulo recordaba que estuvo en una reunión con los agricultores y el exgobernador Faustino Félix Serna, quien les llevó una propuesta del presidente Luis Echeverría. En Sinaloa, los conflictos agrarios se resolvieron a través de un pacto: el presidente convenció a los agricultores a ceder 10,000 hectáreas para reparto y el tema quedó finiquitado. Sin embargo, a recuerdo de José Rómulo, los agricultores del sur de Sonora se mostraron menos abiertos a ceder:

“…10,000 hectáreas y así como se arregló con Sinaloa se va a arreglar con Sonora. Pues eso se oía, así como una solución. Pero no pegó. No quisieron [los agricultores]. Querían seguir otras vías, las vías legales, y otras cosas. Un mes más, ya estaba toda la afectación. Eso me tocó vivirlo, nunca lo he dicho, no es con ningún… como dicen los abogados, ‘sin ánimos de laedendi’, sin ánimos de molestar a nadie, eso sucedió”.

Beisbol y Casorio

Además de su trabajo y cuidar de la familia, José Rómulo dedicó esos años a su pasión: el beisbol. Iba y venía de Navojoa, a Empalme, Guaymas, Los Mochis o Guasave, para ver jugar a los Mayos, salían del estadio él y sus compañeros, comían, de preferencia en una menudería, y luego tomaban carretera de regreso. Y así, hasta que un día vio en un periódico a una muchacha:

“…vi en un periódico a unas muchachas que estaban en lo que se llama shower […] Estaba en el Crédito Agrícola con un amigo y le dije ‘Esta muchacha me gusta’. No se diga más el asunto.”

Dejó sus desvelos beisboleros para casarse y formar familia. Pero aún quedaba un último capítulo para establecerse completamente: mudarse a Hermosillo. La oportunidad llegó con el sexenio de Samuel Ocaña García, cuando fue invitado a colaborar en el Banco Obrero, un trabajo quizás no tan atractivo como el de la Unión de Crédito, y definitivamente temporal, pero que implicaba moverse a Hermosillo. Ese cambio y los subsecuentes, entre otros estudiar la Licenciatura en Historia, los explicaba porque sentía que una persona, de cuando en cuando, a pesar de estar en la zona de confort, siempre “había que reconvertirse”.

Se mudó a la capital sonorense, dejó de ser José o Pepe, como lo conocían de Guaymas al sur, y comenzaron todos a decirle Rómulo; también, los Mayos dejaron de ser el equipo de su corazón, y partió su gusto entre Mayos y Naranjeros. Decía entre risa y risa:

“Yo llegué a Hermosillo de treinta, me pude convertir, entonces soy bi, no bisexual, tengo dos nacionalidades”.

Dejó el Banco Obrero, pasó al Fondo Para las Actividades Productivas y de ahí en adelante es la historia que todos ya conocemos: fue presidente de la Sociedad Sonorense de Historia, director del Instituto Sonorense de Cultura, coordinador estatal de la Comisión para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución, entre muchos otros logros, incluido cada uno de los libros que publicó.

Cerró la entrevista con una perspectiva de vida agradecida e inspiradora:

“No ha habido acontecimiento importante en mi vida, sean nacimiento, sean muerte, sean cambios de carrera, sean cambios de trabajo, que no te deje una enseñanza. O sea, el capital cultural, en el sentido no a bellas artes, sino capital cultural que adquieres con una vida de trabajo, a partir de los veinte y tantos años, pues te va formando. Y gracias a Dios, no he dado un paso en falso, no me puedo quejar, tengo familia, mujer y dos hijos, una nieta, gracias a Dios que tiene diez meses y no le puedo pedir más a la vida, más que tener salud, y seguir siendo miembro activo de la Sociedad Sonorense de Historia”.

Este año, la vida le negó el deseo de seguir teniendo salud y se nos adelantó en el camino. Sin embargo, con salud o no, en vida o en muerte, siempre será miembro de la Sociedad Sonorense de Historia.

Por Mirinda GD

Fotografía de Tribuna Valor



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Sobre el autor

Miguel Ángel Grijalva Dávila es un historiador sonorense que ha participado en espacios para la difusión de la historia radio, televisión y publicaciones impresas y digitales. También ha presentado sus investigaciones en congresos y foros en todo México. Búscalo en twitter, instagram o pinterest, como Mirinda_GD. En Facebook: Un Día Como Hoy en Sonora. Y en su página: http://www.undiacomohoyensonora.wordpress.com/

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