Muy ad hoc con la fecha, nos llega la nueva entrega de Eve Gil desde Ciudad Monstruo

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Ciudad de México.-

Con total honestidad, y aunque algunos no lo crean, he hecho lo posible e imposible por apartarme de la intoxicante atmósfera que ha traído consigo la nueva administración cultural encabezada por Guadalupe Beatriz Aldaco, a quien en la década de los 90 conocíamos como “Lupita”, junto con sus viejos y nuevos colaboradores, que quien sabe de dónde sacó a los últimos pero saltan como perros de pelea cuando se aproxima alguien que a ella no le gusta, como sucedió durante la presentación en México del libro del pintor Fernando Robles, cuando ese señor alto, pálido y de profundas ojeras cuyo nombre no consigo memorizar, se le puso amenazante al gran periodista sonorense Humberto Musacchio, cayendo en memorable ridículo que sigue siendo muy comentado en estos lares.

Para esta servidora, la señora arriba mencionada, así como su “asesor”, que durante el sexenio de Manlio Fabio Beltrones ocupó el cargo que ahora intercambia con su otrora coordinadora del área de literatura, son como el “coco” de los niños chiquitos, porque yo era casi una niña cuando empecé a recibir golpeteos en prensa por parte de Carlos Moncada, los cuales eran festinados por su equipo de colaboradores, Aldaco entre ellos. Mis “cocos” tenían cara y cuerpo. Sus presencias eran una sombra permanente en mi existencia, no solo ruidos extraños, o susurros nocturnos. No Poltergeists, aunque causaran un daño similar, No entro en detalles porque necesitaría un libro para exponer e intentar explicar el odio irracional que mi persona suscita en estos dos funcionarios que nunca han dejado de ofenderme y fabricarme historias mórbidas, siempre en complicidad, y nunca, desde 1990 hasta la fecha, que soy una señora de 54 años, han dejado de golpetearme, cada cual desde su espacio: él desde su columna periodística (por llamarle de algún modo), ella, en redes sociales, donde tuvo una época muy, muy activa acusándome de haberme fabricado una violación, entre muchas otras lindezas. A veces pienso que la perdurabilidad del odio de estos personajes se debe a que, pese a todo lo que hicieron para destruirme moral y psicológicamente, logré salir adelante en mi inquebrantable vocación literaria que prácticamente nació conmigo. 

Tras el largo preámbulo a lo que verdaderamente quiero decir, procedo a comentar que me llegó, vía WhattsApp, el discurso con que Lupita celebró la reapertura del MUSAS, y… ¡oh sorpresa! En él afirma que quienes hemos cuestionado su gestión al frente del Instituto Sonorense de Cultura, somos los culpables del “lamentable estado” en que encontró el mencionado museo al asumir su cargo. Ya no culpó al PRI, partido al que ella abrazó con la misma enjundia que hoy a la 4T, ni siquiera a Mario Welfo, su antecesor, sino a TODOS, a quienes, como cada vez que tiene acceso al aparato de comunicación del Gobierno de Sonora, nos acusa de lo peor (¿para qué repetir necedades?). Su eterna estrategia es presentarse como “la víctima” del objetor del momento, no importando que en el mundo real ella sea el verdugo. Y un verdugo maquiavélico y muy cruel. Es demasiado larga la lista de acusaciones falsas no solo contra mi persona, sino contra mucha gente que simplemente se defendió de sus golpes bajos, como en su momento el doctor Fernando Tapia, director del ISC durante el gobierno de Eduardo Bours, que detectó una tremenda anomalía proveniente de la propia Lupita que entonces editaba una revista donde yo colaboraba (LUDIKA) y no lo pensó dos veces para demandar a la institución pese a que su despido no fue en lo absoluto injustificado. Tiene el atrevimiento de hablar de “hacer la paz” cuando la guerra la inició ella, haciendo gala de lo que llaman “abuso de poder” para tundirnos a todos los que, por una u otra razón; por X,Y o Z, la hemos puesto en evidencia. Al permitirle este tipo de discursos difamatorios, derivados de sus antipatías personales, el gobierno de Sonora atenta contra los contribuyentes cuyos impuestos están siendo utilizados en contra nuestra. Estamos pagando los salarios de Lupita y sus secuaces (palabra que ella misma emplea para desacreditarnos, “basurearnos”) y, de paso, los micrófonos y cámaras que funcionan a su servicio cada vez que nos cuelga milagritos que son exclusivamente suyos. ¿De quién fue la idea de cerrar el MUSAS para hacerle reparaciones? ¿Quién decidió abrir sus puertas sin que dichas urgentes reparaciones se reflejen en lo absoluto, según comentan en todas partes?

Yo, por desgracia, nunca he ingresado al MUSAS, lo conozco solo a través de fotografías. Tengo entendido que este museo abrió sus puertas en 2009. Yo tuve que marcharme de Sonora, junto con mi hija de entonces 4 años, en 1998, porque la situación se me tornó invivible. Fue un episodio demasiado doloroso con el que estas personas, y alguna esbirra suya que trabajaba entonces en El Imparcial, no dejaron de jugar con el sadismo del gato con el ratón. La última vez que estuve en Hermosillo fue en 2017 y pasé frente al museo, pero estaba cerrado. Así que semejante acusación está absolutamente fuera de lugar, como todo lo que dijo en el pasado… como lo que sigue diciendo en el presente. Francamente estoy cansada de esta especie de maldición que no termina. Lo único que me queda por agregar son dos cosas. La primera: espero, de todo corazón, que Dios perdone a Lupita por lo que nos está haciendo a quienes trabajamos sin alharacas, sin hacerle daño a nadie, porque lo que ella sí hizo en el pasado, se supone, lo ha pagado ya con su quebranto de salud, aunque la señal le pasó de noche, quizá por no creer en ese Dios al que invoca cada vez que necesita convencer a no sé quién de ser “la víctima femenina” de 4,6,9, 13 varones. Lo segundo que quiero decir es que no pienso volver a abordar este penoso asunto, que escribí esto para exorcizar de una vez por todas a estos fantasmones de mi vida y mi biografía, y la próxima vez que se aluda a mi persona actuaré por la vía legal y aconsejaría a todos los que padecen esta situación hagan lo mismo, porque el gobierno no nos escucha. Las ofensas ya trascendieron lo que es remediable y criticable a través de un espacio periodístico.  Espero en Dios, de manera sincera, que Lupita se alivie de todos sus males, muy particularmente, ése que anida en su alma y no sé qué nombre darle.

Y que nos bendiga a todos.

Por Eve Gil

En portada, Aquellare, by @ElAquelarreCast

Sobre el autor

Narradora, ensayista y crítica literaria sonorense (Hermosillo, 1968), autora de una veintena de libros entre los que destacan Réquiem por una muñeca rota, Virtus, Sho-shan y la dama oscura (llevada al cine por Carlos Preciado Cid) y Evaporadas, las chicas malas de la literatura. Premio Nacional de Periodismo Fernando Benítez 1994, Premio Nacional de Cuento Efraín Huerta 2006, entre otros.

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