Es una imagen que tiene algún sector de la clase social con mayores recursos económicos de México, del llamado sector popular, trabajador o de los pobres. Es una imagen que se ha acentuado debido a la desigualdad económica y social que se incrementó en las últimas tres décadas en México y en Sonora, debido a las políticas económicas que aplicaron los últimos dos gobiernos para frenar los salarios de los trabajadores asalariados con contrato colectivo y sin él.

La llamada política de “contención salarial” que aplicó, en particular, el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, tenía como medida paralela evitar que las alzas de salarios generaran aumentos en los precios, por lo que los incrementos salariales eran del 4 por ciento anual.

Ese aumento significó, en realidad, aumentos del salario mínimo de dos pesos por año, entre 2010 y 2013, y de tres pesos anuales entre 2014 y 2016, como podemos ver en la gráfica.

Si bien la mayoría de los trabajadores gana más de 1 salario  mínimo, marca la pauta para el resto de los salarios que se miden en Veces Salario Mínimo. Si los incrementos son bajos, los trabajadores recibirán aumentos bajos o no recibirán un aumento superior al que fijó la Comisión Nacional de Salarios Mínimos.

Los bajos salarios tenían, además, otro objetivo: bajar los costos de producción de las exportaciones mexicanas hacia Estados Unidos, lo que ocasionó desempleo en algunos sectores industriales norteamericanos debido a lo que era en realidad una “competencia desleal” de México, basada en bajos salarios.

Evidentemente tal medida no se llevó a cabo sin el acuerdo de las empresas norteamericanas que operaron en nuestro país en ese entonces (y ahora), pues fueron ellas las que resultaron mayormente beneficiadas.

Lo anterior explica porqué los sindicatos norteamericanos, que fueron perjudicados, exigieron que las empresas automotrices norteamericanas establecidas en México, (y de otros países), paguen salarios similares a los trabajadores del mismo sector en Estados Unidos, lo que quedó incluido en el nuevo Tratado de Libre Comercio (T-MEC), entre otras cláusulas laborales muy exigentes.

La dura “contención salarial” provocó severos problemas entre los trabajadores mexicanos y sus familias que vieron descender su nivel de vida de manera drástica. Entre otras consecuencias, se redujo su capacidad para comprar la canasta básica, por lo que desaparecieron de su dieta alimentos como la carne de res, pollo y pescado, esto produjo, a su vez, desnutrición y enfermedades.

Al mismo tiempo que eso ocurría, el Instituto Mexicano del Seguro Social redujo su atención a los derechohabientes debido a que sufrió importantes recortes presupuestales. Se dejaron de contratar médicos y enfermeras y no se construyeron los hospitales requeridos.

Había más trabajadores y sus familiares enfermos pero no podían ser atendidos por el IMSS.

A bajos salarios, mayor endeudamiento

Al mismo tiempo, los trabajadores se endeudaron cada vez más para hacer frente a esa situación. Varias conocidas cadenas comerciales se vieron beneficiadas.

Se creo un mecanismo neoporfirista de semiesclavitud, en las que las cadenas comerciales parecían tiendas de raya a las que los trabajadores acudían cada semana o quincena, a dejar parte de su salario y, al final, se quedaban sin nada.

En ese periodo en Sonora proliferaron los prestamistas privados, decenas de casas de empeño, numerosos tianguis de mercancías usadas, el comercio informal, así como los llamados carros “chuecos”.

Y, sobre todo, una creciente ola de pobres.

Los salarios de los trabajadores mexicanos llegaron a ser los más bajos de América Latina. Países como Perú, de menor desarrollo que México, tenían mejores salarios que en nuestro país, como podemos ver en esta gráfica.

Al describir la situación que vivieron los trabajadores entre 2010 y 2018, podemos afirmar que lo que ocurrió fue un verdadero holocausto, una tragedia de enormes proporciones y de grandes consecuencias en su salud física y mental que no hemos medido del todo, pero que observamos en los niveles de violencia que han estallados en el país desde que se hundieron los salarios.

Debido a este fenómeno produjo un shock en la sociedad en su conjunto no solo entre los trabajadores y asalariados. Ese shock lo experimentaron de otra forma las elites económicas que vieron elevarse la pobreza a su alrededor, es decir: “los feos, mugrosos e ignorantes”.

La situación ha cambiado con la política salarial que impulsa el gobierno de López Obrador, que ha mejorado el salario mínimo, pues se han producido incrementos anuales del 18 por ciento en 2019, del 22 en el 2020 y de 20 por ciento en 2021, como se ve en la gráfica 1.

Por supuesto, tales incrementos no resuelven el grave rezago que existe, ni soluciona las consecuencias físicas, económicas y sicológicas pero, sin duda, es un alivio. La herida no se ha profundizado y se aplica la medicina correcta porque, además, ha sido acompañada de otras medidas que mejoran los ingresos de los trabajadores como la modificación en el sistema de pensiones para el retiro, vacaciones de 12 días, entre otras.

 Sin embargo, esas acciones deben sostenerse por más tiempo para que sanen las profundas heridas que se le ocasionaron al sector mayoritario de la sociedad mexicana y sonorense.

Por Héctor Apolinar Iribe

@hector_apolinar

 

Sobre el autor

Nació en Ciudad Obregón, Sonora. Periodista, escritor, exfuncionario público y exactivista. Ha ocupado diversos cargos: Director general de Educación Media Superior y Superior de la Secretaría de Educación y Cultura (Sonora), Coordinador de los campus La Paz y Los Cabos, Baja California, de la Universidad de Tijuana. Excolaborador de Lupa Ciudadana, Letras Libres, VanguardiaInfo.com y Dossier Político.

También te puede gustar:

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *