Hace mucho calor y apesta horrible. Es como si el sudor de todos se mezclara y se acedara en un par de segundos, agrío, muy feo. Creo que no debí salir del departamento, al menos ahí está limpio y fresco y si algo oliera mal, lo arreglaría en un instante. La pulcritud en esta vida es un asunto de justicia social, no un defecto. ¡Virgen santísima! Esta mujer trae un abrigo como si fuera invierno en París, bueno, cuidando las proporciones: en París seguramente le criticarían ese harapo, con toda la razón del mundo. Allá sí saben cómo vestir bien. De cualquier manera es una locura usar un abrigo de pura lana en agosto, aunque llueva y esté fresco. Debe ser lana, por supuesto. ¡Insoportable!

 

¿Qué tanto me mira esa estúpida? Ya tiene un buen rato haciéndolo. ¿Será lesbiana? ¡Qué asco! Quizá le gustó mi abrigo. Yo sí me puedo dar estos gustos y lo sé, es hermoso; seguramente jamás podrá tener uno igual, tendría que ir a París por uno y no creo que su sueldo de verdulera en La Merced le alcance para tanto. De cualquier manera esto es muy incómodo, voy a mantener fija mi mirada en la suya y levantaré la cara para que vea que no me intimida. A mí nadie me hace bajar la cabeza y soy una perra cuando me lo propongo.

 

(Próxima estación: Tacuba. Correspondencia con Línea 7).

 

Ya me tiene hasta la madre ese niño. Pinche vieja, ¿no piensa hacer algo para que su chamaco deje de estar chillando? Deberían prohibirle a la gente viajar con niños llorones. ¡Chingado, por su culpa perdí el hilo de lo que venía leyendo!

 

¡La cara del hombre! Si no se tranquiliza va a agarrar a nalgadas al pobre niño. ¡Qué risa que la gente se ponga de mal humor con los berridos de alguien que no pasa los cuatro años! Tan simple que es ponerse los audífonos y hacer que suene la música, uno se aparta del mundo entero, es como olvidarse de todo y hacer que pase el tiempo más rápido. Ah, ya entiendo: está enojado porque no puede leer el libro. ¿Qué dice la portada? Quiúbole. Gaby Vargas y Yordi Rosado, ¿qué clase de lectura es esa?Oh, myGod. ¿Qué le pasa a esa mujer con un abrigo en agosto? Este mundo está cada vez más loco.

 

¡Que no se suban, que no se suban!

 

(De antemano muchas gracias por lo que gusten cooperar, vamos a cantarles una canción para hacerles más agradable el viaje y dice así…)

 

Pinche gobierno, se supone que hizo un operativo para sacar a todos los vagoneros y por lo visto le importa un carajo lo que pasa aquí adentro. ¿Qué sigue? ¿El que vende chicles, el de los cortaúñas de dos por diez pesos, el de los audífonos con entrada universal, el de las lamparitas para los apagones imprevistos?

 

¡Uf, qué calor! ¿Cuánto falta? Ah, ya falta poco, nomás tres estaciones. Tengo que llegar a echar la ropa blanca a la lavadora, pero de pasada compraré cloro en el Oxxo, que no se me olvide… y que no se me olvide darle los cincuenta pesos al portero para que limpie las ventanas por fuera. La otra vez vi desde la calle que son las únicas ventanas mugrosas de todo el edificio. ¡Ay, pobre señora! ¿Por qué no le dan el asiento? Estos jóvenes de ahora son unos inconscientes y cínicos, se hacen los dormidos para no darnos el asiento a las mujeres, pero algún día crecerán.

 

Creo que no debí comprar la piña. Ahora pesa más la bolsa y no hay lugar para sentarme. Si me voy más allá, después no podré bajarme porque de seguro se llena y entre todos me van a aplastar los jitomates. Mejor me quedo aquí y me agarro bien del tubo. ¡Qué asco! Siempre se siente pegajoso, ha de tener millones de microbios.

 

No abras los ojos y no hagas contacto visual con la señora gorda porque te chingaste y vas a tener que darle el asiento; mejor haz como que duermes, yo sé lo que te digo. Este lugar no es para los discapacitados, así que no tienes obligación de dárselo. Además te falta mucho para llegar.

 

(Próxima estación: Hidalgo. Correspondencia con Línea3)

 

¡Qué feo huele! O es el viejito o aquellos dos. El viejito tiene la camisa mojada y se ve mugrosito, ni modo, ¿qué se le va a hacer si está lloviendo mucho?

 

¿Qué me está viendo esa pinche vieja? ¿Y si le digo algo? No, mejor no, ¿pa’ qué agarrar una bronca ahorita? Además seguramente es de esas escandalosas y pa’ callarla va a ser el problema. Mejor no le hago caso. Me está dando hambre, me voy a comer la guajolota de una vez.

 

Me duele la cabeza. Ya tengo que tomar una decisión o voy a terminar muriendo por tanto estrés en el trabajo. Me había prometido no ser tan dejado, pero si le digo algo al jefe es capaz de correrme, está buscando cualquier pretexto para hacerlo. Bueno, ahora no me voy a preocupar, ya salí y quiero relajarme. Me dormiré unos minutos. Qué rico huele… a comida.

 

(Próxima estación: Bellas Artes).

 

Ya casi, solo una estación más. Ya no soporto este abrigo.

 

Por Javier Quintero

Fotografía de Benjamín Alonso

Sobre el autor

Javier Quintero es periodista. Nació el año de 1980 en Ciudad Obregón, estudió en Hermosillo y a falta de oportunidades emigró a la Ciudad de México en 2014. Ganador del Primer Premio Nacional de Periodismo en Salud 2003 por el reportaje “Ingreso del virus del Nilo a Sonora”.

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