Un relato que nos recuerda la fuerza de las cosas (Simone de Beauvoir) marca el debut de la bella Deneb Algarra en Crónica Sonora
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Hoy, que no se en cuántos ayeres se convierta para ustedes, desperté con una necesidad casi brutal por escribir esto que me ha acongojado las recientes semanas de mi existencia.
Seguramente la mayoría de nosotros hemos pasado por episodios en los que hacemos una breve o profunda reflexión respecto a nuestro andar por este sendero tan a veces rutinario que es la vida. Inevitable me es pensar en la figura de mi padre, ese que dejó el mundo terrenal hace unos años y que me dejó un sinnúmero de recuerdos y anécdotas, y por qué no decirlo: los discos de los Beatles (entre otros de bandas bien chingonas, al menos para mí).
Una vez mi papá, en uno de sus pasajes existenciales, quizá como el que yo ahora estoy pasando, me dijo:
-Cuando yo me muera, este disco va a ser tuyo.
Y señaló el Álbum Blanco de los Beatles en acetato. Por un momento pensé «órale, qué bien»; pero por otro, la posibilidad de ya no tener a mi papá junto a mí era algo que me costaba trabajo concebir, así que seguramente distraje mi atención en otra cosa.
Para mi papá la música lo era todo y cuando digo todo, es TODO. Alguna vez alguien se expresó frente a mí respecto a su persona diciendo que era un “musicólogo” y debo admitir que me llenó (y me llena) de orgullo porque sé que lo fue. Algo que recuerdo muy bien de mi pubertad es mi acercamiento a la música y de cómo quise tener contacto con los Beatles, que desde que me acuerdo se escuchaban en mi casa.
Recuerdo que el primer álbum que llamó mi atención era el legendario Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, o como mi papá le decía, El Sargento Pimienta. Tomaba el disco e iba a mi cuarto a escucharlo, a tratar de entenderlo con mi casi nulo conocimiento del idioma inglés, a querer adquirir ese gusto como el que tenía mi papá por esa agrupación de Liverpool, la cual sentía como parte de mi familia.
Fue una de esas veces que mi papá entró a mi cuarto y vio la caja del disco vacía cuando me dijo que tenía que cuidarlo muy bien (en un tono bastante molesto), recordándome que no era mío, que por supuesto podía prestármelo, pero con el cuidado adecuado.
Y fue ahí donde le salió ese amor que le tenemos a las cosas: me dijo que ése había sido el primer disco compacto que se compraba en su vida. Automáticamente mi visión por ese objeto cambió. Automáticamente ese disco al que posiblemente no trataba con el cuidado que debía, se volvió ese disco que era el disco.
Hoy mi papá ya no está. Hoy tenemos en casa a Emiliano, mi sobrino de año y medio. Como cualquier niño de esa edad hace travesuras y desperfectos por toda la casa. Su hobbie recurrente -además de bailar frente al televisor y ser el mejor bailarín- es sacar todos los discos de mi padre, de su abuelo (los que están en un mueble a su altura y alcance) y sencillamente jugar con esas cajitas, con la absoluta inocencia de alguien de su edad (dirán algunos que cómo es posible que lo permitamos).
Dentro de esos discos han salido a relucir varios títulos importantes, algunos de los Beatles y el famoso Sargento Pimienta. Lo único que pienso en ese momento es en cómo mi papá (como todo abuelo orgulloso que hubiera sido) se desbordaría de amor al ver a su nieto en ese primer acercamiento a sus discos y a la música. En ese momento tan efímero entiendo cómo el valor y cuidado de las cosas ni siquiera rondarían por su cabeza.
Los discos siguen en casa, como algunas pertenencias de mi padre. Esto me recuerda que nos vamos sin absolutamente nada. «¿A dónde vamos, que no regresamos?», dijo una vez Chavela Vargas.
Texto y fotografía por Deneb Algarra
era un melómano tu jefe, me ecantaba escuchar sus comentarios sobre música clásica en radio Universidad, por las noches, inigualable, gran persona.. tu nombre lo confirma
Muchas gracias Enrique 🙂
Excelente tu columna de inicio, podria decir muy buen comienzo. Muchas felicidadesDeneb.
Gracias, David. Soy bastante amateur en este rubro.
Ese álbum Deneb lo escuche varias veces con tu Jefe , allá en la casa de tu abuela en la colonia Guerrero.Siempre acompañados por una copa de Grand Marnier. Enacantadoras tardes.
Que chingon recuerdo! Saludos hasta la nueva CDMX!!!
Felicidades ! Mi queridisima Deneb,describes a tu padre tal como lo conoci en los setentas, en la casa de Bisigodos ( Godinez) Hilda, Armando y una bola mas en la Colonia Doctores, donde disfrutabamos grandes charlas, reflexiones, Viejo Vergel, y muy buena musica. Tu padre fue Un gran amigo, a quien quise mucho y lo recuerdo con mucho cariño y asi con un gran amor a la musica, y conocedor que me impresionaba No hicimos compadres por ti y Lucia y la amistad y el amor crecio. Se le extraña, te felicito por tu escrito, sigue adelante con tu escuela de teatro Animo!
Besos tu Padrino
Daniel
Muchas gracias por tus palabras, Daniel!!! Saludos muchos!