Poco a poco la capital de Sonora se va quedando sin lugares de memoria. Lo vemos un mes sí y otro también al pasar por tal o cual pedazo de la ciudad. ¿Recuerdan la casona ubicada en Rosales y Colosio, hoy convertida en bello estacionamiento para los burocrátas del Consejo Estatal Electoral? (¿Que esta oficina ya no se llama así? Okey). ¿Recuerdan la vieja juguetería en la Serdán o la panadería de los milagros cerquita del Cuartel? Pues bien, la huesuda sigue con todo y esta vez toca turno a Jugos Chapala, establecimiento comercial con 46 años de vida en Hermosillo, ciudad que si de algo adolece -además de árboles- es de sabrosos y nutritivos licuados, de guayaba o de limón, de sandía y de papaya, los de alfalfa y los de mango, los de fresa y tamarindo, sea en agua o en lechita, no se olviden del mamey.

La razón del cierre la declara doña Eva Angelina, fundadora y propietaria del negocio junto a don José:

-¿Por qué cierran?

-Pues este hombre que ya no quiere trabajar.

-¿Es cierto, don José?

Don José no dice nada. Su mostacho, más famoso que sus jugos, no se mueve un ápice.

-Por mí le seguimos. Yo soy de esto, de atender a la gente, de estar en el negocio. Pero él ya no quiere, está cansado… ¡¿Qué voy a hacer en la casa todo el día?!

A la izquierda don Miguel Manriquez, librepensador y viejo cliente de los Jugos, sorprendido por la noticia del cierre. A la derecha doña Eva Angelina, mandamás del negocio, recordando viejos tiempos.

Más allá de las motivaciones o desmotivaciones personales, el centro de nuestra de por sí desnaranjada ciudad -gloria eterna al Cuervito Zamora- se está quedando sin aquellos establecimientos cuya identidad nos remonta a atrás tiempo. Las franquicias ganan terreno: boutiques, farmacias, cafés y restoranes repueblan el paisaje. Por cierto, aquí, en Serdán casi Garmendia, donde hasta este fin de semana venden jugos y licuados, próximamente ofrecerán chop sueys, chow meins, chwan chiu y el infaltable chow fan.

De hecho -qué frase-, en la siguiente serie fotográfica podemos apreciar lo que viene y lo que fue, el futuro inexorable en forma de tabique y el pasado que ya fue en la figura triste de don José, que primero observa y después se va, dando la espalda a la escena y a nosotros también.

Nadie me ha preguntado pero el de alfalfa está entre mis favoritos. Tiene que ver con sabor, salud y saudade, como dicen los brasileiros. Explicaré el último elemento, el de la nostalgia, y de ese modo brindaré mi propio testimonio. En el ocaso del siglo XX (primavera de 1999) empecé a visitar el Archivo General del Estado de Sonora en mi flamante calidad de asistente de investigación histórica. Estudiante, como era, poseía un hambre ancestral, y para menguarla mi jefe me agasajaba con sendos burritos de frijoles bien paseados y chorizo con papa cuando mejor me iba. La sed, lo sabrán mejor que yo, se dejaba venir recio al engullir la harina, los parrales y demás. En esa circunstancia el agua natural no parecía estar a la altura de los sólidos, y supe, por boca de un colega, que «ahí a la vuelta hay unos jugos muy buenos y no caros». Así di con Jugos Chapala y su licuado de alfalfa, especialmente recomendado cuando no había sólidos que empujar.

-¿Qué me recomienda pa’ matar el hambre?

-Uno de alfalfa. Ni te vas a acordar.

Estas latas de Pancho Pantera son de 1970, asegura Eva Angelina, y serán vendidas al mejor postor (no es broma).

Texto y fotografía por Benjamín Alonso

Sobre el autor

Premio Nacional de Periodismo 2007. Director de Crónica Sonora. Escríbele a cronicasonora@gmail.com

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7 comentarios

  1. Bien. Preciso y conciso… lamentable la desaparición de estos lugares de memoria. Acá en Tijuana ha venido sucediendo lo mismo. Lo interesante es que produce excesos por partida doble: aquellos que piensan que es mejor destruir por «modernizar y embellecer» y aquellos que, de forma reaccionaria, piensan que «solo sus tiempos fueron mejores». Sin embargo, evocan la nostalgia, buenos momentos… elementos que también hacen comunidad. Es alrededor de ellos que la patrimonialidad también debe ser construida, no solo a partir de la monumentalidad.

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