Por primera vez en mi vida no iré a una librería a buscar este año al Nobel de Literatura. Ahora puedo descargar en los servicios de música en la red – Youtube, Accuradio o Spotify, mi favorito – las listas de canciones y los álbumes primigenios de Bob Dylan, con todo y esa vocecilla nasal que siempre me ha hecho sonreír al escucharla.

 

Bob Dylan, el músico poeta (con el perdón de aquel otro), el profeta en su tierra y en muchas otras tierras, ha agregado un nuevo reconocimiento a su camino: el premio Nobel de Literatura.

 

Este es un monumental reconocimiento a una generación que tomó la bandera de la libertad para ondearla con la fuerza, el vigor y la ternura de Blowin’ in the wind: Bob Dylan, Simon & Garfunkel, The Beatles, Joan Baez, Lou Reed, Leonard Cohen y en Hispanoamérica, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina y, quizás con menor resplandor, Silvio Rodríguez o Rubén Blades. Ellos forman parte de esta troupe de trovadores o juglares que insisten en el valor de la letra en sus canciones, que escriben por los desposeídos, por los que han sido vencidos por la dictadura o la democracia, por los despojados de Wall Street, por aquellos que no tienen lugar en el porvenir.

 

Don De Lillo en Cosmópolis (2000) hace una puntual referencia a esta última reflexión. En esta oscura y reveladora novela, Eric Packer, el personaje principal, al recorrer en su limosina la ciudad en busca de un corte de pelo, habla con Vija Kinski, su experta en teoría, mientras enfrentan a una turba frenética de manifestantes: “Esto es una manifestación contra el futuro. Lo que quieren es aplazar el futuro, normalizarlo, impedir que arrolle al presente.”, y luego viene la conexión con las certezas dylanitas: “El futuro es siempre una totalidad, una igualdad absoluta. Allí todos seremos altos, fuertes, felices. Por eso fracasa el futuro. Siempre fracasa”.

 

Las canciones de Bob Dylan hablan de eso. De los que pierden, de los que emigran, de los que se equivocaron, de los que aman. Y lo hace con piedad cristiana. Las referencias bíblicas en las creaciones de Dylan forman legión, pero también encontraremos en su bagaje al cine, la televisión, la economía, la política y la charla del hombre de la calle.

 

En el autor de Like a rolling stone – considerada una de las mejores canciones del siglo XX – descubriremos también las más sabias reflexiones de vida, de esas que nos sirven en la cotidianeidad.

 

Y es entonces cuando descubro, con gusto y orgullo, que este monumental reconocimiento a la generación que nació después de la Segunda Guerra Mundial y que ahora llega a la tercera edad, los llamados baby boomers, es también un reconocimiento a nuestros padres y abuelos, dependiendo del año en el que hayamos nacido.

 

La voz de la experiencia, la palabra de aliento, de consuelo, el consejo oportuno y certero están presentes en las letras de las canciones de Bob Dylan. Son los mensajes que hemos escuchado durante nuestras accidentadas y dispares vidas, es la luz en el faro que nos indica la posibilidad de un camino, el menos incierto, el menos inseguro.

 

La música, hay que admitirlo, ya no tiene la importancia que tenía. Ha dejado de ser el pegamento que todo unía. Ya no es ni siquiera la calidad indiscutible de las actuales producciones lo que nos hace escuchar, comentar, compartir. De hecho ya no existe un ritmo, un movimiento, un sonido que nos una o nos separe. Sin duda la accesibilidad tecnológica actual y la universalidad musical que nos acompaña nos ha hecho mucho más solitarios. Nuestra lista es personal y no se comparte.

 

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Bob Dylan, el católico, el converso, el padre nuestro de su generación sigue apostando a Dylan, el que siempre ha caminado a contracorriente, por la libre. Dylan crea tendencia. Su mensaje cristiano, que inicia a finales de la década de los sesentas, sigue en el presente.

 

Si pudiéramos resumir en 10 canciones la importancia y la trascendencia de su talento el compendio quedaría así:

-«Blowin’ in the wind»

El ambiguo manifiesto dice que la respuesta está frente a nosotros o que es tan inasible como el viento.

-«Like a rolling stone»

La mejor canción del siglo XX.

-«The times they are a changing»

Estrenada al día siguiente del asesinato de John F. Kennedy permanece como la gran profecía de su tiempo.

-«Knockin’ on heaven’s door»

El tema principal de la película Pat Garret and Billy the Kid es simple, pero conmovedora.

-«Things have changed»

Oscar a la mejor canción en el año 2000, corresponde a Wonder Boys.

-«Tambourine man»

Poesía en las ondas de radio pop. Abrió el camino para los trabajos posteriores de The Beatles en 1965.

-«A hard rain is gonna fall»

El poder, la política y la ambición traen la guerra. Y la devastación.

-«Hurricane»

Compuesta para la causa de Rubin Carter, boxeador afroamericano acusado injustamente de triple asesinato.

-«Just like a woman»

Aprovechada por el movimiento feminista es solo una canción de amor. Un amor sincero.

-«Desolation row»

Una galería de personajes marginales, abandonados por el presente y el futuro. Es Bob Dylan en su estado más puro.

Por Horacio Vidal

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Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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