Pamela L. Travers, autora de varias historias acerca de una mágica institutriz llamada Mary Poppins, murió viejísima. Sus herederos afirman que, aún el último día de su vida, maldijo la película que sobre su niñera voladora produjo Walt Disney. El sueño de Walt (John Lee Hancock, 2012) da cuenta de tan conspicuo conflicto. ¿Por qué una oscura escritora australiana fue acosada durante 20 años por la industria cinematográfica del Mickey Mouse? Freud puede explicarlo.
En un emotivo tour du coeur, dicha cinta revela la razón de los forcejeos de la Travers con Disney. Sus relatos simbolizan la necesidad de salvar al padre – alcohólico y mediocre empleado bancario – para redimirlo ante sí misma: Let’s go fly a kite! Up to the highest high.
Quizás a causa de esto, Mary Poppins (Robert Stevenson, 1964) es una de las mejores películas Disney. Las mezclas entre animación y acción viva, las canciones y las interpretaciones de Julie Andrews y Dick Van Dyke son tan imposibles de olvidar como la imagen de la Poppins y su sombrilla flotando en el cielo de Londres. Supercalifragilisticoexpialidoso.
Mary Poppins es una de las últimas películas producida por el establishment hollywoodense de la posguerra. Después de 1964, la nueva generación de cineastas trajeron una visión crítica, cínica y demoledora. Incluso sus pasos fueron seguidos por viejos directores con ánimos de renovarse. Entonces, ¿cuál es la pertinencia de El regreso de Mary Poppins (Rob Marshall, 2018) un filme reinvindicativo sobre un personaje que ha permanecido, inmutable y vigente más de cinco décadas, en la galería de los clásicos del cine?
Nadie puede negar que la marca dejada por la cinta original esta alta. Muy alta. Han pasado veinticinco años desde que dejamos a la familia Banks en el número 17 de Cherry Tree Lane. Los pequeños ahora son adultos. Michael Banks (Ben Whishaw) es padre de tres: Anabel (Pixie Davies), John (Nathanael Saleh) y Georgie (Joel Dawson); la familia ha perdido a la madre, por lo que Jane (Emily Mortimer), hermana de Michael, trata de fungir como figura materna.
Michael Banks es empleado en el Fidelity Fiduciary Bank, como lo fue su padre. Sin embargo, su descuido en las cuentas domésticas, ha provocado una crisis hipotecaria que amenaza con la pérdida del patrimonio familiar a manos de la nueva directiva del banco, controlada por un inmisericorde Mr. Wilkins (Colin Firth) quien condiciona el fin de la deuda a la presentación de los documentos que prueban la posesión de acciones del banco.
En ese momento desciende Mary Poppins (Emily Blunt). Por supuesto, mantiene vínculos afectuosos con la clase obrera. Ahora es Jack, el farolero (Lin-Manuel Miranda), quien tomará el lugar que tenía Bert, el deshollinador (Dick Van Dyke). El arco creativo de El regreso de Mary Poppins copia la estructura argumental de la primera versión sin recato alguno. Y esto no es malo, necesariamente, pero sí requería de alguna aclaración. ¿Es esto una secuela? ¿Un remake? ¿Un homenaje?
Es justo y necesario – es nuestro deber y salvación – tomar como punto de partida las canciones “marypoppianas” escritas, en 1964, por los hermanos Sherman.
La overtura de la cinta original, cantada por Van Dyke, aquí es interpretada por Lin-Manuel Miranda; mas adelante, las melodías del paseo que combinan animación y acción en vivo – The royal doulton music hall y A cover is not the book -, nos devuelven a los pingüinos meseros de Jolly Holiday.
La visita a la prima Topsy (Meryl Streep) y su canción Turting Turtle es exactamente igual a la intervención del Tío Albert (Ed Wynn) y Bert en la primera versión con I love to laugh. Y la coreografía de los faroleros es un buen intento por superar la precisión de Dick Van Dyke y la tropa de deshollinadores en Step in time.
Si bien es cierto que las letras de las nuevas melodías, compuestas por Marc Shaiman y Scott Wittman, buscan una mayor profundidad – hablan sobre Tolstoi, el sturm and drang, la maldad del “neoliberalismo”, el activismo sindical y las familias disfuncionales –, ninguna de ellas alcanza la perfección y la belleza lírica de, por ejemplo, Feed the birds o Cheem Cheem Cheriee.
Estamos ante un ejercicio de nostalgia bien ejecutado. Nada nos prepara para la sorpresa final en El regreso de Mary Poppins. Un golpe duro a la memoria de quienes hemos visto y admirado la cinta primigenia. Un regalo a nuestro corazón. Con esa sombrilla, sus recursos sobrenaturales, esa actitud condescendiente y la bolsa infinita, ¿acaso es posible que Mary Poppins sea alumna destacada del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería? Mary Poppins, Newt Scamander y Harry Potter. ¿Tiene sentido? Yo creo que sí.