Con 2001: Odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968), el género cinematográfico denominado “ciencia ficción” entró en la órbita de las películas referenciales, de culto, de arte. Y en la literatura, aventuras distópicas como Fahrenheit 501, de Bradbury, Un mundo feliz, de Huxley e incluso, 1984, de Orwell, impulsaron a esta especie de historias, confirmándoles un prestigio creciente.
Por supuesto, los expertos han declarado que las tres novelas anteriores son “relatos costumbristas”. Ese triunvirato cuenta con sus respectivas versiones fílmicas desde hace más de treinta años y la descompuesta realidad ya los ha superado.
La ciencia ficción en el nuevo siglo no es lo que era antes. Ahora, explora asuntos desde perspectivas serias: primero, el uso de la tecnología y sus consecuencias en la vida de los terrícolas. Las películas Ex Machina (Alex Garland, 2015) o Ella (Spike Jonze, 2013), presentan, por ejemplo, los vínculos íntimos y eróticos que hemos desarrollado por la robótica y las aplicaciones.
Ahora, desafíos de la física – el tiempo y el espacio – y el último tabú, la existencia de civilizaciones extraterrestres, son proyectados con maravillosa delicadeza y maestría en La llegada (Denis Villeneuve, 2016), sin duda una de las mejores cintas del año.
Doce naves alienígenas aparecen en distintos puntos del planeta, provocando una crisis de alcances inimaginables. Mientras el mundo se pregunta: ¿Cuál es su propósito?, ¿De dónde vienen?, el gobierno norteamericano decide reclutar a la lingüista Louise Banks (Amy Adams) y al científico Ian Donnely (Ian Renner) para intentar comunicarse con los seres alojados en el gigantesco ovoide que casi toca la tierra de Montana, en los EE.UU., al norte de Wyoming, donde se desarrolla la parte climática de Encuentros cercanos del tercer tipo (Steven Spielberg, 1977).
Basada en el extraordinario cuento “La historia de tu vida”, de Ted Chiang, La llegada es una película emotiva y arriesgada. El lenguaje es la puerta, no solo para comunicarnos, sino para establecer nexos con los visitantes de otros mundos y también, qué espanto, conocer el futuro.
Lo que Spielberg resuelve con tonos musicales en Encuentros cercanos del tercer tipo, este filme lo solventa al excavar la noche del lenguaje, descifrando símbolos y caracteres que no son de este mundo.
Mientras, Villeneuve se concede la oportunidad de construir una acertada crítica a la geopolítica y la cultura humana. Las reacciones de las otras potencias y el resto de los países que enfrentan el arribo de los extraterrestres son ilustrativas y muy probables: ¿Qué tienen en común China, Venezuela, Rusia o Canadá? Esperen un momento y lo sabrán.
La llegada es una de las películas más inteligentes y sensibles que podemos disfrutar. Claro, está en deuda con la ópera prima de ciencia ficción de Steven Spielberg, pero también le debe mucho, quizás demasiado, a los filmes de Andrei Tarkovsky, el genio del cine ruso y soviético.
Es imposible no reconocer la impronta de Tarkovsky en la puesta en escena de La llegada. Sobre todo si recordamos Stalker (1979), El espejo (1975) y, evidentemente, Solaris (1972). La portentosa fotografía de Bradford Young logra tocar, en no pocos momentos, la poética visual del maestro ruso.
La presencia de los “heptópodos” – así se les llama a los alienígenas – se presenta entre gris neblina para subrayar la incertidumbre de su naturaleza y sus verdaderas intenciones. Es revelador el uso de la cábala milenaria: doce naves, como las doce tribus de Israel, como los doce meses, como los doce signos del zodíaco; siete miembros tiene cada uno de los seres extraños. La eterna presencia del 4 y el 3, sumados o multiplicados.
Por otro lado, la increíble partitura musical de Johann Johannsson, sinfonía avant garde con inspiración en sonidos monásticos tibetanos y los códigos binarios, es para sorprender a cualquiera.
En suma, no me es posible encontrar un solo defecto en La llegada.
Es la neta del planeta.
Quizás alguien puede reclamar un tono pedagógico que aparece en ciertas secuencias de esta cinta. De acuerdo. Pero eso no escatima su grandiosa perfección, su redondez. Una cinta redonda, como los códigos enviados por los “heptópodos”.
Y si usted descubre, como yo, que esos símbolos son exactamente iguales a las marcas que dejan los botes de cerveza helada en nuestras mesas, a lo mejor llega a la conclusión que los “heptópodos” no son tan amenazantes.
No deje de ver La llegada. Es una película extraordinaria.
La llegada. Director: Dennis Villenueve. Guión: Dennis Villeneuve y Eric Heisserer, basados en el cuento “La historia de tu vida”, de Ted Chiang. Fotografía: Bradford Young. Música: Johann Johannsson. Con: Amy Adams, Ian Donnely y Forest Whitaker.
Por Horacio Vidal