Aprender es un placer, dice Aristóteles, más si es sobre algo que ya conocemos. Y el arte, continúa, nos permite aprender sobre las pasiones y la vida, cosas por las que todos pasamos, aunque algunas como mi vecina de la fila de atrás teman partir de este valle de lágrimas sin haber conocido el amor.
Y aprender es un mayor placer si la clase la imparte alguien como el maestro Alfonso Navarrete, tenor sonorense que debutó en 1970 como Alfredo en La Traviata de Verdi, en el Palacio de Bellas Artes, y desde entonces ha tenido una carrera larga y fructífera que actualmente continúa como coordinador artístico del grupo de solistas de ópera del INBA.
Navarrete fue el primer ganador de la Medalla Alfonso Ortiz Tirado en 2004 durante el vigésimo FAOT y este año presentó un concierto didáctico con la colaboración del tenor Luis María Bilbao, también del grupo de Solistas Cantantes de Ópera del INBA, la mezzosoprano Mayté Cervantes y el bajo-barítono Guillermo Ruiz, homenajeado este año con la medalla Alfonso Ortiz Tirado.
El acompañamiento al piano estuvo a cargo del maestro Carlos Alberto Pecero, del grupo de Concertistas del INBA, con una amplia trayectoria en festivales nacionales e internacionales como solista y como acompañante de cantantes. El maestro Navarrete explicó las tesituras de la voz femenina (soprano, mezzosoprano y contralto) y masculina (tenor, barítono y bajo), sin entrar en muchos detalles técnicos, como lo explicaría el tío a sus sobrinos antes de llevarlos a un concierto en el Palacio Municipal durante el FAOT.
Nos contó de los orígenes de la ópera, de la zarzuela y sus distinciones entre género chico y género grande; y de los musicales como parte de esta gran familia de los géneros vocales. No mencionó el género sacro que de tantos apuros económicos saca a los cantantes. Pero quedamos en que era algo breve y ligero.
Como comentarista explicaba el contexto del aria o romanza en cuestión y ofrecía una traducción de la letra y algunos chistoretes que ahora calificaríamos de sexistas pero el maestro es de otra generación. Ya que estábamos en lo didáctico hubiéramos apreciado comentarios sobre las dificultades de interpretación de cada pieza. Y ya que estamos en esto, algún comentario sobre los rituales del concierto y el comportamiento esperado no hubieran estado de más y no hubieran ofendido a nadie.
¿Qué cantaron? Básicamente ópera y zarzuela. Guillermo Ruiz repitió el aria del catálogo de Don Giovanni de Mozart, se lució con la romanza Los Vareadores de la zarzuela Luisa Fernanda y luego con Perjura, canción romántica de Miguel Lerdo de Tejada que escandalizaba a las buenas conciencias porfirianas. Mayté Cervantes abrió con la Habanera de Carmen, pieza fundamental en el repertorio de mezzosoprano, siguió con el Tango del Lapicero, otra piedra de escándalo de tiempos más castos o más mojigatos o más dispuestos al fingimiento.
El tenor Luis María Bilbao, por cierto nacido en el puerto español del mismo nombre, cantó La donna é mobile de Rigoletto, el aria más conocida del repertorio operístico que ha mantenido su popularidad desde la noche de su estreno en Venecia. También ofreció el Sueño Imposible, del musical El Hombre de la Mancha -de Mitch Leigh- que Guillermo Ruiz había interpretado como barítono el pasado domingo.
Los cantantes hicieron duetos de zarzuela y de ópera con la mezzosprano y un dueto masculino en ¿Porqué…? de Jorge del Moral. Al final, los cuatro -es decir, incluyendo al maestro Navarrete- cantaron junto al público una de las canciones favoritas del repertorio de la canción mexicana. Y de allí nos fuimos a pasear al burrito por los callejones del centro con la estudiantina del museo y a hablar de política cultural con los amigos mientras sonaban las guitarras y las mandolinas, que también eso es placer (para algunos y para algunas).
El concierto didáctico es una tradición importante y necesaria en la formación de públicos. Valdría la pena conservarlos en el programa dedicándolos a temas específicos como la obra de un solo compositor, un período histórico, un estilo, una tesitura o un género musical (reggaetoneros favor de abstenerse).
Texto y fotografías por René Córdova