Saludamos el debut de Coyo G. Bojórquez en CRÓNICA SONORA, lo mismo que el de Cynthia Miranda, responsable de la fotografía 🙂


¿En dónde estarás hoy, en esta noche,

además de bajo el mismo firmamento

agujerado por libélulas sedientas?

— Hiram Elizondo (2024) 

Para los que no lo conocen, Hiram Alejandro Elizondo Ríos (1993) es un referente en la poesía salvaje del norte. Para los que lo conocemos, Hiram “la Rata ” Elizondo, a los dieciocho años obtuvo el primer lugar en el concurso de poesía Alicia Muñoz Romero. Ha publicado los poemarios: Tendré boca de profeta (2018) y Labor de un boddhissattva (2020). El pasado viernes 29 de marzo, (no cualquier viernes, viernes Santo) fue la presentación de su tercer poemario Saltar la noche (2024). La cita fue en la Librería Hypatia en donde familiares, amigos y poetas nos reunimos a través de la poesía del poeta urbano que convoca nuestra condición humana, nos confronta con la idea de ser para el otro más allá de emplayar charolas de tilapias congeladas y acomodar cajas de vísceras en el supermercado.

Manuel Pulido, amigo y fanático de la obra poética de Elizondo, inició la presentación exponiendo grosso modo sobre la vida/obra del autor. Expuso cómo el quehacer poético del poeta urbano está en incesante transformación; señaló la manera en que las intrincadas imágenes psicodélicas, escatológicas y ácidas —que se aprecian en poemas como “Cadáver exquisito”— construidas a partir del yo poético, se han abierto para abrazar la pluralidad. La humanidad. En ese sentido, el poeta sonorense, es un cosmo-alquimista que ha transmutado los versos, como se sucede el día a la noche. Atisbando a través de una rendija el decurso del sol que contiene las instrucciones genéticas de todos aquellos que nos precedieron.

Me adentro en el congelador de mi trabajo

en busca de lomos de atún

para empacar y etiquetarlos.

Buceo entre sus cajas 

como si me sumergiera en los espacios de mi mente 

y navegara en busca de poemas y cantos.

Por su parte, Stephanie Hernández comentó sobre las imágenes poéticas presentes en la obra. Señaló que la parte I titulada «Saltar la noche » aborda la idea sobre la incapacidad de aprehender la belleza del mundo. Una noción que alberga lo inconmensurable, misma que reclama que el yo poético se derrumbe. Se vacíe. Habló de los objetos que habitan el universo poético de la obra: la escarcha, la emplayadora de metal, los carritos del supermercado, el congelador, los pescados, el deambular de la humanidad y la forma como se vinculan a manera de tentáculos invisibles que gravitan en el supermercado. Sobre esas imágenes acústicas pienso cómo el poemario abraza la idea contenida en Esto es agua (2005) de David F. Wallace en relación con la soledad del sujeto/sujeta y la forma en que la cotidianidad nos sustrae de la idea de existir, cualquiera que esta sea. En la parte II titulada «Devoción por el asfalto» ese yo poético “cansado, débil y maltratado” (p. 32) desciende a la profundidad interior en busca de un koan . Se desploma. El campo semántico frío trastoca al espíritu. Lo acendra. Estamos frente a la llamada muerte del sujeto. En esa línea de pensamiento, el yo poético se adentra en la mismisidad para nadar en un estado de cosas inanimadas que coexisten simbólicamente para crear vida a partir de lo muerto. O viceversa.

Jamás había entendido el peso de la soledad

de forma tan precisa y desgarrante 

que conocí la humanidad

completamente endurecida en su abandono,

pero descubrí también

que en ese alivio que buscaba

me olvide de mis heridas 

y estas terminaron por cerrarse 

y mi pelaje renació

como un paisaje verde tras la lluvia.

Respecto a la parte III, «Agujeros negros», el yo poético está en comunión con el universo. Somos testigos del ciclo de renacimiento infinito. El yo lírico ha sufrido una mutación. En ese sentido, el poeta contó en el hypatio cómo nació la idea del poemario Saltar la noche. De hecho, dijo, «este poemario tiene su germen aquí, en el Hypatia que tantas experiencias me ha dado. Durante un tiempo trabajé en una cadena de supermercados y cuando le conté al Paco sobre el trabajo en el departamento de pescados y mariscos, respondió: “Se te va a quebrar el espíritu”». Lo cierto es que no se le quebró.

Derivado de esta experiencia el poeta escribió el poemario como un reconocimiento a “los cientos de personas que se pegan el tiro de trabajar invisiblemente todos los días: reciben el producto congelado, descargan, emplayan… son los héroes silenciosos. La s personas que empacan el pescado todos los días para que otros lo coman”. Estamos frente al poeta que transita entremundos, recorriendo el Noble camino óctuple entre sus poemarios para Saltar la noche construyendo poesía que habla más allá de las ambiciones. Sin deslumbre del mundo intelectual, sin la máscara creada a partir del montón de inseguridades: “Este poemario soy yo”, puntualizó. En el poema “¿Invertedero?” Se observa el devenir del quehacer poético:

Un mocoso descuidado

se ha olvidado las sandalias en la playa 

por enésima ocasión 

porque no entiende todavía 

cómo es que ese espíritu platónico del mar 

se sigue atragantando al masticarlas, 

ya que siempre está buscando un sol para su lengua

y caracolas para el lúcido.

y, hablando de lo que no soy.

admito que el oficio de poeta es algo más

(y, se me permite, mucho más)

que simplemente andar tirando versos a los cerdos 

esperando que den olmos

para alimentarlos con sus peras.

Para finalizar, me parece que los poetas infrarrealistas están en simbiosis poética en Saltar la noche. Pienso en la poesía de Bolaño y Papasquiaro, pienso en la poesía de Bohórquez. Pienso en un convite poético que atraviesa la soledad del ser y la desdibuja infinitamente. Ya lo veíamos en Labor de un boddhissattva (2020) cuando se observa la mutabilidad del yo poético que, a través de “ese flujo incesante que lo golpea”, el poeta emerge en un sollozo. Deviene.

Mi mente es/como un arco

que se tensa 

y cada pensamiento 

es una flecha 

disparada sin un blanco

En Saltar la noche, asistimos al desplazamiento del yo poético en donde las flechas están resignificadas. Es el poeta que, volcado para sí mismo, se ofrece completo: la escarcha, los peces, la hierba, las nubes, la lluvia, la montaña, la humanidad. 

Una nube puede ser un pensamiento.

—la Mente, como un cielo nublado, 

cubriendo las alturas

con sus pensamientos esponjosos y ligeros —

La luz de la mañana que se filtra entre grietas 

del paisaje celestial que nos ocupa 

—la Mente llena de ventanas 

mirando al exterior —

Un universo poético que nos atraviesa a todos los asistentes a la presentación del poemario que ha saltado la tarde del viernes Santo, en una ciudad solitaria en donde el asfalto y el vaivén del trajinar humano está apagado… mientras la Rata Elizondo recita el poema que le da nombre al poemario: 

La madrugada es un inquieto pez

y sus estrellas son escamas 

/resbalosas y brillantes/



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Sobre el autor

Coyo Bojórquez estudió Letras Hispánicas en la Universidad de Sonora

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