Durante el siglo pasado, la franquicia cinematográfica del célebre boxeador de Filadelfia, presentó su película con mayor carga ideológica: Rocky IV (Sylvester Stallone, 1985). La trama no podía ser más simple. Los norteamericanos contra los soviéticos.
El mundo era otro. Ronald Reagan como presidente de los Estados Unidos, junto a lideres de occidente – la Margaret Thatcher y el Papa Juan Pablo II, aliados principalísimos – se entrenaba para asestar el knock out a la ya debilitada URSS.
Tres décadas después han surgido vueltas y revueltas.
Si bien Creed: corazón de campeón (Ryan Cogler, 2015) tuvo la virtud de limpiar errores y pecados cometidos por las innecesarias secuelas de Rocky, el éxito de crítica y taquilla – ahí está el Globo de Oro y la nominación al Oscar para Stallone como mejor actor secundario – hizo inevitable la producción de una nueva aventura dentro de esta línea creativa.
De esta manera, Creed 2: defendiendo el legado (Steven Caple Jr., 2018) sube al ring para enfrentar a su primer rival, el virus de la “secuelitis”, pues al retomar elementos indispensables de Rocky IV provoca que las comparaciones sean forzosas.
Y en unas cosas la más reciente cinta de Rocky y Adonis Creed, acierta. En otras, no.
Adonis Creed (Michael B. Jordan) gana el título de peso completo. Su carrera le asegura un lugar propio en el universo del box. Mientras, en Ucrania, un avejentado Ivan Drago (Dolph Lungren) prepara a su hijo Víktor (Florian Munteanu) en busca de la oportunidad para enfrentar a Creed.
Hace más de treinta años, Ivan Drago mató en el cuadrilátero al legendario Apollo Creed (Carl Wheaters). Adonis no puede eludir la provocación y en el nombre de su padre expondrá su título.
Venganza.Hamlet con guantes y pantaloncillo corto.
Existe un conflicto. Rocky Balboa (Sylvester Stallone) no aprueba el combate con Víktor Drago. “That kid was raised in hate. When a fighter ain’t got nothing to lose he’s dangerous”, argumenta Balboa para tratar de persuadir a Adonis.
Sin embargo, la vida te da sorpresas y el espectador podrá sentirse al filo de la butaca con las brutales y espectaculares secuencias de boxeo que presenta Creed 2: defendiendo el legado.
¿Cómo no hacer sombra ante los dramáticos close ups y las mezclas de sonido que nos colocan en el centro del ring? Y, ¿cómo no emocionarse al escuchar la fanfarria de Rocky a todo volúmen en los momentos clave de la película?
Gancho al hígado. La presencia del viejo y derrotado Ivan Drago en busca de la gloria, las secuencias frente a su vástago, en el ambiente del proletariado ucraniano y el encuentro con la madre que vino del frío, Ludmilla (Brigitte Nielsen).
Derechazos. La historia de Adonis Creed como detonador para el lucimiento del patriarcal Rocky Balboa. Ver a los héroes entrados en años provoca una entrañable sensación de nostalgia.
Jab. Mientras Rocky IV, sin pudor alguno, fue la representación de aquel momento de la guerra fría que se aproximaba a su final, Creed 2: defendiendo el legado, elude toda referencia política al contexto actual entre Estados Unidos, la Rusia de Putin y la Ucrania de hoy.
No es lo mismo Ronald Reagan que Donald Trump. Como tampoco serían compatibles Vladimir Putin y Mijael Gorbachov.
Creed 2: defendiendo el legado, es una película acerca de la figura paterna. Ivan Drago y Rocky Balboa protejerán, cada uno a su manera, a sus respectivos chamacos. Incluso la subtrama de Adonis, más comprometida con el melodrama, le dará la oportunidad para explorar su papel como padre.
Creed 2: defendiendo el legado es una cinta deportiva. Su mayor esfuerzo está en las secuencias de entrenamiento, las escenas de combate y las lecciones de vida, derivadas de los golpes, las caídas y la imbatible moral de los protagonistas.
Lo que deja de lado, y se extraña, es una mayor profundidad de los personajes, es decir, lo que sí tuvo Creed: corazón de campeón.
Quizás el papel más desaprovechado es Buddy Marcelle (Rusell Hornsby), el promotor. Al ser quien olfatea el feroz potencial de Viktor Drago provoca la ansiada pelea. Por eso merecía mayor atención en el filme.
“The belt ain’t enough, you need a narrative”, dice. Y esa es la piedra de toque en la civilización del espectáculo. Encontrar nuestra historia, exponerla y defenderla.
Así como desde hace cuatro decenios lo ha hecho Rocky.