Hermosillo, Sonora.-
No eran mis planes, pero anoche fui a la danza. Y está bien. Se presentaron cinco trabajos en proceso por los alumnos del profe David Barrón, sexto semestre de la licenciatura en artes escénicas opción danza Unisón, bajo el título genérico de X (equis).
Cuando arribé, luego luego me saludó una inteligente chica francesa -teclearía bella chica francesa, pero a quién le importa esa frivolidad en nuestro evolucionado siglo XXI- que realiza una investigación sobre un fotógrafo galo que en los años ochenta vino a parar al desierto, huyendo quién sabe de qué demonios. Se supone -en eso quedamos meses ha- que escribirá un artículo sobre sus hallazgos para el público cautivo de Crónica Sonora. J’espère!
También, en la butaca de junto, estaba un querido colaborador mío, quien pasados los saludos procedió a inquirir sobre mi presencia en el lugar la víspera. No, ayer no vine, le contesté. Estuvo muy chingón, ojalá las repitan más adelante. Órale, pues ojalá y a ver qué tal las de hoy.
El programa abrió con Polvorosa, ejecutada por María Aguirre y Melissa Palacios. Ni fu ni fa. Es más, no me gustó. Y no porque le falte desarrollo, como es casi obvio en un laboratorio, sino por la propuesta en sí y punto.
La segunda coreografía levantó. Será su densidad, será su iluminación o el limpio desempeño de los interprétes Julia Candiani y Miguel Pro. El caso es que Díptero me gustó bastante.
El tercer trabajo, 3/4 de lo mismo, fue una de esas cosas raras que a veces hacen los de danza contemporánea. Una combinación de movimientos y sonidos tensos, «serios», con cambios repentinos a música pop y gestos chistositos que buscan agradar al público, siendo lo peor del caso que lo consiguen… Bueno, recordemos que estamos en el foro de bellas artes de la Unisón, donde cada función parece la hora del recreo de los chavos que aquí estudian. Aplausos y bravos por doquier, gritos de apache al por mayor. En cambio, por mi amargada mente sólo se oía pensar: qué mamada… qué-mamada.
Vino entonces la cuarta «coreo», Demergendum. A esas alturas ya no sabía qué esperar, luego del sube y baja al que me tenían sometido. Pero tómala, barbón, qué pieza que se aventaron Alexa Castillo y Brenda Nickole. Al modo de este género dancístico -del que Díptero también forma parte- abrieron cancha con un fade in lento e hipnótico. Su vestuario -ni mandado a hacer- y sus greñas sobre el rostro, encajaron perfecto con el animal que encarnaron. Me dejaron al borde de la butaca.
Cuando apagaron las luces escapé. Faltaba una quinta y última presentación pero no quise arriesgarme a otro fiasco. Mejor me quedo con este magnífico sabor de boca, pensé, y me fui.
Definitivamente, avisen el día que monten estos trabajos. A dos de ellos sí voy y en uno puede y hasta escriba. Aunque eso sería repetirme… Pero sí voy.
Texto y fotografía por Benjamín Alonso
Posdata. Ya viene el Desierto para la Danza. Manden dos gafetes para el equipo de Crónica Sonora, haremos una cobertura especial. Gracias.
Demergendum
Ya? Es todo?
Qué golosa
Tristemente, Janik, así se escribe cuando uno no conoce el tema sobre el que habla.
Jeje, muy pero muy tristemente. Saludos por igual, «Alicia» y «Janik». Gracias por comentar 🙂
No voy a defender a Benjamín, Alicia, pero pienso que tu actitud está muy cerca de la censura. ¡Otra cosa es que lo que se diga de nuestro trabajo no nos parezca adecuado o dicho dentro de los marcos pertinentes!
La ocasión me parece una oportunidad para reflexionar acerca de la relevancia de la escritura «especializada» (¿Crítica?) ya no digamos de danza, sino del acontecer social y político en general, del cual el arte es parte.
Muchas gracias por tu no defensa, Juan.
Creo yo que en Sonora tenemos la piel muy delgada… ¿Será por el sol?
Saludos cordiales