Don Chuy Huerta llama la atención sobre un fenómeno creciente, más visible en ciudades como la suya…

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Ciudad Obregón, Sonora.-

Cada día hay más damas que en su afán de agradar a los hombres, supongo, tratan de parecerse a ellos y actúan como tales; maldicen, descuidan a los hijos, le entran a los vicios y se hacen cómplices de gañanes mal paridos al grado de dejarse arrastrar hasta el fondo de la cloaca, olvidando que su esencia es, precisamente, ser diferentes, ser la luz y el corazón de una familia; ser madres es su gran responsabilidad, por eso, cuando se descompone la mujer, se descompone el mundo. 

Entiendan, no somos iguales, no podemos ser iguales, no debemos ser iguales, no queremos que sean iguales. Ustedes son mejores y gran parte del peso de este mundo se recarga en su espalda y si se mueven el mundo se cae. Es como cuando colapsa la educación, colapsa una nación.

Será baja autoestima, o el instinto natural por la procreación lo que las motiva a estar con alguien que en muchas de las veces no vale la pena en lo absoluto, y llegan a cambiar  todo por su compañía, al grado de dejarse hundir junto con él en las drogas, el alcohol y en la decadencia, con tal de darles gusto.  

Quizás sea la falta de parámetros claros sobre lo que, por su esencia superior, casi divino, les compete, pero cada vez es más común ver damas descompuestas a nuestro alrededor, mujeres que intentan hasta hablar en forma tan soez como el hombre promedio. Sí, cada vez hay más mujeres que desatienden a sus hijos para dedicarse a la disipación sin freno, sin pensar en que los niños pueden crecer sin padre, pero no sin madre. Olvidan que el ejemplo que dan a sus hijos es igual de valioso que el amor de madre.

Cada día más en nuestra tierra están naciendo niños afectados de madres adictas, hijos que luego son aventados, literalmente, con las abuelas o parientes para  que se encarguen de ellos, siendo esos abuelos o familiares quienes absorben de golpe todo el dolor y la tristeza que implica criar un pequeño con malformaciones, con problemas sicomotrices, con síndrome de abstinencia, con ataques epilépticos, con retraso mental y otros mucho problemas de salud. Los padres que los engendraron también son responsables, pero es caso perdido cuando no se cuenta con una madre consciente y responsable del milagro de dar vida a un ser. No estoy inventando, es cuestión de investigar un poco en los hospitales de la ciudad esto que está pasando y parece no tener fin. La mujer tiene una función trascendental en nuestra sociedad, de ella depende en gran parte, quiera o no, la salud física y mental de las nuevas generaciones. La mujer será siempre la esperanza de un mundo mejor.  

Es cierto lo que dice la doctora en Ciencias Marcela Lagarde, etnóloga y antropóloga mexicana, de que la mujer actual experimenta una especie de sincretismo como resultado de su crecimiento entre dos paradigmas de vida, pues por un lado existe una cultura machista, donde persisten roles de sumisión, sentimientos de dependencia y una dominación fuerte de los hombre hacia ellas y su familia, afirma, y al mismo tiempo son educadas en una condición moderna, que implica la independencia, autonomía, igualdad en las relaciones con los varones, ascenso laboral y académico que las sitúa en un conflicto interno y con los demás, lo que al parecer les está complicando aún más las cosas, unido a la violencia y discriminación, además que en muchísimas ocasiones son las únicas responsables de mantener el hogar y de realizar las laboras propias de la casa, lo que las está orillando a querer parecer al hombre y ahí están las consecuencias.

Si se descompone la mujer, se descompone el mundo, y eso es mucho decir.

Por Jesús Huerta Suárez

Foto de buchona sinaloense por Vistazo

Sobre el autor

Obregonense, músico, columnista, amante del medio ambiente y del boxeo. CONTACTO: jesushuerta3000@hotmail.com

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1 comentario

  1. Que me crucifiquen Simone de Beauvoir, Hélene Cixous y Rosa Luxemburgo, pero ¿no les parece que derechizamos todo? ¿Que todo lo queremos hacer un derecho? No pongo en duda esas teorías que dicen que la mujer está ganando un territorio tomado por el patriarcado, me refiero a su cuerpo. Argumentos que bien organizados hasta nos convencen de que el perreo es una reivindicación de su cuerpo como escenario para el disfrute y para dislocar la idea de un varón-para-complacer transmutándolo en un varón-que-debe-satisfacer. Eso que llamaríamos Ejercer deliberadamente el Poder sexual.
    La mujer descrita por Chuy sigue pareciendo una rehén capturada por las hordas bárbaras del sindicato buchón. Y no es que le falte razón al sentirse tan preocupado de la descomposición social. Es fácil comprenderlo. No conozco hombre que no tenga una prima, tía, sobrina, hermana o hija que no esté ahora mismo atravesando el encantamiento que vivió Ulises cuando pidió ser amarrado al mástil. Pero cómo no va a ser así si las sirenas de la monetización y la propaganda se colaron hasta el Billboard y los 40 principales.
    En tiempos de nuestros viejones, las mujeres vivían angustiadas, aterrorizadas, con el miedo a que una actitud impúdica arruinara su reputación. Ya cambió todo eso, hoy las mujeres afrontan nuevas controversias: ¿y si el pudor y la represión social sabotean mi empoderamiento, mi conciencia sobre la libertad? ¿Por qué no puedo gozar del placer que me da la vida, así venga en forma de vida recia? ¿Acaso no me pertenece mi cuerpo cuando hago tronar la fusca de mi novio? Y qué si quiero exhibirme para las redes, ¿tal cosa me hace menos digna, menos respetable, menos humana? ¿Entenderán algún día mis padres que esta es la manera en que realizo mi voluntad?
    Habrá quien piense que el rol de la mujer debe circunscribirse al afecto y el sacrificio por los hijos. Y seré el primero en decirle machista. Pero si las cifras están señalando (no las tengo, habría que verlas) que para la mujer son más importantes las apariencias y el placer que su aportación a los elementos constituyentes de la paz social, entonces tendremos que regresarnos tantito a los divanes.

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