Ciegas, sordas, mudas, pero eso si muy testarudas. El gobierno de Sonora ha logrado mostrarnos cómo la ausencia de las cosas familiares es más poderosa que su presencia. Puesto que la opinión general en materia de monumentos históricos es que se les ha tratado como cacharros, en el mejor de los casos, quiero explicar las motivaciones de la actual y anterior administraciones ante este aparente descuido de las estatuas de Venustiano Carranza y Héctor Espino (el primero General, el segundo beisbolista. Nota del editor).

 

Y es que este mobiliario de los discursos oficiales ha sido liberado de la función que los ataba a la memoria colectiva para convertirse en instalaciones más acordes con los lineamientos del arte contemporáneo. Esta ha sido la propuesta más sustanciosa de todas las del actual gobierno para mandar a Sonora a la modernidad. Pues ante los modelos anacrónicos y gastados del Art Deco en materia de efigies, el gobierno estatal decidió intervenir en algunos de ellos para darles un giro de bacinica a estos objetos y dotarlos si no de movilidad sí de una nueva funcionalidad.

 

Esta propuesta vanguardista es evidente al observar las modificaciones de locación de la estatua de Carranza; para agregar un alto grado de dinamismo a esta intervención esta fue encerrada en un armazón ortoédrico, que señala la adaptación forzosa de este mueble-monumento a la falta de espacio. Encerrado en el muro asfixiante que lo retiene, se refuerza la idea de inmovilidad.

 

La propuesta del gobierno ha sido un éxito, incluso las palomas han sido alejadas de la estatua al sentirse confrontadas por las intenciones de las autoridades. En este sentido propongo al gobierno del estado darle un toque más moderno a Carranza, para alejarlo de las influencias mainstream que rodean de un nimbo de solemnidad las estatuas de nuestros héroes patrios, agregando expansiones bien visibles en sus orejas y realizando algunos cuantos cortes modernos en su cabellera. Pues Carranza para el gobierno del estado ha sido más que un héroe de la Revolución un icono cultural para las modernas contraculturas, ya que sus lentes tipo spectacles fueron adoptados por John Lennon y revividos por las nuevas generaciones de hipsters. Mi propuesta consiste en que las nuevas generaciones tengan un pretexto para peregrinar al antiguo parque de Villa de Seris a convivir bajo los pies de la Revolución enjaulada.

 

Otro tanto ocurre con Héctor Espino, obra maestra del arte efímero. El actual gobierno logro conciliar la solidez de un  monumento fuertemente grabado en la memoria colectiva de los sonorenses con la fugacidad. Si nos fijamos detenidamente en las sustracciones que se le han hecho a su estatua, notaremos que Espino ha adquirido nueva vida. Nótese el gesto inmortalizado para siempre de Espino abanicando su brazo, la cual le da a Espino una pose digna de Lenin o David Croquet, y esto solo con la remoción del bat de su mano. Espino observa hacia el futuro, lanzando su brazo violentamente hacia un lado, imagen que parece seguirá moviéndose. Esta tensión se acentúa por la sensación de equilibrio precario que proporcionan los dos bats faltantes a su base. Esto logra dotar de aparente movimiento al beisbolista,  con lo que el actual gobierno ha logrado un efecto demoledor, el Superman de Chihuahua parecería poder desaparecer en cualquier instante, incluso por su propio pie.

 

Todas estas decisiones de la actual administración responden a una cuestión simple: dejar su sello como una administración diferente. Y su propuesta fue no inmortalizarse con obras faraónicas y decorativas como las de las anteriores administraciones, sino con propuestas que solo a ellos pudieron ocurrírseles.

 

Por Constantino Navarro

Foto a monumento de Venustiano Carranza por Benjamín Alonso

Fotos a monumento de Héctor Espino por Alberto Rubio

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Sobre el autor

Constantino Navarro nace el año de 1979 en Hermosillo. Estudia física como estudia filosofía o administración de empresas. Brinda asesorías de matemáticas e imparte talleres sobre ciencia y literatura.

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