Hace mucho tiempo, en una galaxia lejana…

 

Existieron los soldados imperiales, también conocidos como stormtroopers o tropas de asalto clon. Fueron reclutados para mantener el orden en la galaxia y para servir como un recordatorio del poder del Emperador bajo el yugo del miedo y el respeto.

 

“The empire has a legion of loyal soldiers in unlimited supply”, ha declarado Lord Darth Vader. La alianza rebelde y los ciudadanos disidentes, por otra parte, se refieren a estos guardianes como “cabezas de cubeta”, “hombres de blanco” o “soldados de plástico”.

 

En el universo creado a partir de Star Wars: a new hope (George Lucas, 1977) los leales stormtroopers siempre han sido carne de cañón, aunque la humillación mayor ha llegado apenas con Rogue One: A Star Wars Story (Gareth Edwards, 2016).

 

Veamos si no es así. Son tiempos oscuros. El presagio de la amenaza imperial y totalitaria sobre la galaxia parece inminente. Un poder jamás antes visto empieza a trazarse en el horizonte: la letal estrella de la muerte, una estación espacial con la energía suficiente para destruir aldeas, villas, ciudades y planetas enteros.

 

Y aquí nos será revelada la emotiva y poderosa epopeya de cómo fueron sustraídos los planos de la estrella de la muerte. Rogue One: A Star Wars Story le da un significado totalmente diferente a la palabra “precuela”, así como a esa curiosa percepción de estar frente a un “fanservice”.

 

Por si fuera poco, por vez primera esta cinta traerá a un actor de entre los muertos y rejuvenecerá a otra, ante el asombro de los espectadores.

 

Jyn Erso (Felicity Jones) es una valiente rebelde. Ella sufre. Su dolor viene de un pasado no resuelto. A pesar de sus humanas contradicciones, enfrentará el desafío de su vida, al convertirse en la líder de un equipo subversivo que se propone, tal y como lo esperamos, robar los planos de la estrella de la muerte y entregarlos a la rebelión.

 

Jyn encontrará aliados. Un escuadrón suicida: el Capitán Cassian Andor (Diego Luna, el mexicano), el piloto desertor Bodhi Rook (Riz Ahmed, inglés de ascendencia pakistaní), el guerrero invidente Chirrut Imwe (Donnie Yen, hongkonés), su protector, Baze Malbus (Jiang Wen, chino) y el androide K2SO (voz de Alan Tudyk), más rudo y cínico que C3PO; como en Seven Samurais (Akira Kurosawa, 1954), cada uno de los militantes es fantástico y aporta para hacer de la historia un relato memorable.

 

Los rebeldes enfrentarán al villano, Krennic (Ben Mendelsohn) cuyo ascenso al poder topará con Moff Tarkin (Peter Cushing, si Peter Cushing) y, por lo tanto con Darth Vader (en la voz de James Earl Jones).

 

Rogue One: A Star Wars Story es más bélica. Sus protagonistas tendrán oportunidad de “echar bala”, láser, o lo que sea y por lo tanto, aniquilarán cuantos stormtroopers se les antoje.

 

La secuencia del sensacional ataque en tierra en Rogue One: A Star Wars Story está muy en deuda con Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) y la wagneriana “cabalgata de las Walkirias”; es importante subrayar que todo el aspecto de esta película, ha sido anclado, de manera venturosa, en el estilo de los 70’s y 80’s, para que aterrice sin dificultad al principio de toda la cadena de historias.

 

Mientras disfrutamos una de los mejores trabajos de fotografía de toda la serie, los llamados “soldados de plástico”, caerán sin dignidad alguna, ya sea de manera individual o en masa.

 

Si sus armaduras no los protegen, si las armas que les dan no les ayudan, si actúan sin logística o plan alguno, ¿para que los reclutan? Un nuevo insulto se dibuja: “eres más inútil que un stormtrooper”.

 

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La primera línea de ataque y defensa del temible imperio galáctico se derrumba, yace, muere al primer disparo. Son glóbulos blancos que a pesar de su número, fracasan como sistema inmunológico. Pila de bolos, esperando por cualquiera para que haga chuza. Es la clase de humorismo involuntario que sorprende: ¿nadie se percató del papel en el que quedan estos impávidas y desvalidas marionetas?

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Con ciertos problemas durante sus primeros sesenta minutos, Rogue One: A Star Wars Story nos compensa con dos batallas, una en el espacio sideral y la otra en tierra; presenta personajes memorables, así como un desenlace brutal, interpretado por Darth Vader, que encaja a la perfección con la entrañable Star Wars: a new hope.

 

Sin embargo, la diversidad étnica de esta cinta – donde no hay jedis y la fuerza es apenas un mantra -, nos recuerda que se acerca un tiempo inédito: la supremacía blanca del siniestro imperio Trump. Exactamente igual como la villanía presentada en esta película.

 

Que la fuerza nos acompañe. Ojalá y Trump esté rodeado por stormtroopers.

 

Rogue One: A Star Wars Story. Director: Gareth Edwards. Guión: Chris Weitz y Tony Gilroy. Música: Michael Giacchino. Con: Felicity Jones, Diego Luna, Forrest Whitaker y Mads Mikkelsen.

Por Horacio Vidal

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Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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