Para B.D

Nos dimos cuenta desde que nos comenzamos a enamorar del maestro calvo con sobrepeso de la escuela, entonces supimos que no había remedio.

Estuve pensando, y las prioridades de un zombie no son tan diferentes a las de un sapiosexual: ambos andamos todo el tiempo detrás de jugosos cerebros, con antojo de lamerlos como a un cono de nieve de vainilla.

Anoche -preste usted atención al ejemplo- tiramos todos los libros que estaban en la cama; sin piedad se fue cayendo Sábato, Carballido, Zolá, Pikarnik. Se nos encajaban en las costillas y se metían bajo la espalda, a pesar de todo no hubo tregua, ni siquiera para rescatar los Siruela o Cátedra -que tanto trabajo costó robar- todo se fue al piso y al carajo, deshojamos a Tolstoi y se dañaron más de dos dedicatorias. Al cabo de un rato , un 4 y un 69,   Machado fue a dar con mi cara, abierto de par en par, como abriendo los párpados en un intento de ser testigo del acto; sin embargo nadie pasó a leer ninguna estrofa, sólo pude reparar en lamer la contraportada porque mi lengua estaba desocupada y ansiosa. Entonces él alcanzó algunos fanzines que hicieron el trabajo de fustas, luego me metió la mano a la boca para mojarse los dedos y cambiar de página: le interesaba corroborar las líneas de Humbert Humbert para probar que las había memorizado completas, usó también dos o tres técnicas robadas del Marqués que se había estudiado, creyendo que no me daría cuenta, Filosofía del tocador, página 21. Me declinó en primera, Amor, oris. Fue bueno leyéndome en braille.

Este fue parte de mi testimonio al ser llevada en contra de mi voluntad al Centro de rehabilitación, qué ridiculez, me advirtieron que si no asistía por lo menos a tres sesiones me penalizarían: era la segunda vez que me atrapaban por dar gritos imprudentes en la biblioteca pública, archivo histórico. Fuera de los zombies que salen en las películas de Milla Jovovich -devoradores de encéfalos- nadie podría entender mis necesidades, en especial los policías de mierda, ellos qué van a saber sobre libros si ni siquiera saben quién fue Sor Juana más allá de ‘la que aparece en los billetes de 200’. Pero yo les voy a explicar.

Para los adictos al conocimiento, un cerebro atractivo puede olfatearse a kilómetros, y una vez que se encuentra, pasa que nos acercamos como llamados por la flauta de Hamelin, arrastrándonos cual muerto viviente; la boca echa agua, la lengua deslizándose sobre los labios imaginando ese olorcito a libro viejo, nos acercamos con las manos extendidas tratando de pescar a la presa y emitiendo un gemidito de ronroneo. Como la vista se nubla, no distinguimos a la víctima: bien puede ser sociópata, extranjero al estilo Camus, idealista, alienígena, mujer, socialista, hipocondriaco, fascista, nihilista, rojillo, qué nos importa, qué importa aún si trae la cartera vacía y anda a pie, lo importante aquí, ponga usted atención, es que ya se leyó a todos los griegos y filósofos latinos, a todo el racionalismo europeo y al empirismo británico.

Luego vamos probando de los distintos niveles académicos, licenmmmciatura, ¡especialidaad!, possgraahhdo, maestría-ah-ah-ah, DOCTORAHHH, uff. No apagues la luz, cariño, déjame ver los diplomas que cuelgan de tu pared. Los intelectuales, eso sí, a veces no encuentran el punto G, pero nos dan una conferencia muy interesante sobre cómo hallarlo y teorías sobre qué pasaría si lo encontráramos; Entonces nos recitan al oído algún “Sabías que…” inútil y precioso y la piel se nos enchina. El tamaño sí importa, pero el del armazón de los lentes: negros, gruesos, anchos: déjatelos puestos, enséñame tu método científico, te muestro mi dialéctica.

Después nos volvemos adictos, nos colamos a foros, simposios, coloquios, elegimos la ponencia con el título más rebuscado y entramos, alertas por si un suculento IQ aparece. Entonces levantamos la mano, interesados, hacemos preguntitas, los dejamos extenderse y asentimos a todo con la cabeza. Cuando conseguimos tener el dulce encéfalo entre las manos lo devoramos sin dejar migajas y seguimos con la búsqueda interminable. Este tenía más desarrollado el hemisferio izquierdo, seguro era matemático. Nota: Es sencillo identificar a los buenos intelectuales, los reconoces por el antebrazo marcado; se forman por levantar enciclopedias.

Se debe admitir que parte de la obsesión por esta cacería de eruditos viene de la fama ocasionada por su habilidad en la prosodia, pero sobre todo por su talento con los orales. Y es que hay que ver cómo usan la real academia de su lengua española. Conjugan con los ojos cerrados hasta los verbos irregulares, se mojan el dedo índice con el que le dan vuelta a la página y entonces no queda sino morderse el labio para no gritar una onomatopeya y ser corrido de la biblioteca pública.

Las formas de cortejo de un sapiosexual son distintas, quiero decir que no esperen invitaciones a cenar ni planes superficiales que impliquen pérdidas de tiempo, más bien serán invitados a sus círculos de estudio en donde debatir es el equivalente a bailar un tango.

Tampoco interesa recibir flores, (¿cuántos libros Porrúa se compran con el precio de un ramo de rosas?) lo que queremos es que nos hablen de etimología y después nos expliquen dónde y por qué florece: Tulipán, es un género de plantas perennes y bulbosas pertenecientes a la familia Liliaceae, la palabra Tulipa viene del turco tülbend que significa turbante y hace referencia a la forma de la flor cuando está cerrada. Los tulipanes son originarios de la región de Asia y llevados a Europa por tribus migrantes antes del siglo XVI.  No tienen pétalos, ni sépalos como la mayoría de las flores, sino que se conforman de tépalos. Ayy, gracias, qué lindo.

 

Todo esto decía en la sesión 1 frente a mis nuevos amigos del Centro de rehabilitación: ninfómanos, exhibicionistas, cleptómanos, voyeuristas, fetichistas, masoquistas. Escuchaban atentos mis historias y yo esperaba con avidez las suyas: buscaba la próxima víctima, asistí antes a foros y coloquios, mas nunca había probado con trastornos y parafilias, con suerte entre ellos se escondía un encéfalo delicioso que además entendiera mi hambre perpetua, mi complejo de zombie. Así, entre sus confesiones obligadas y el café gratuito buscaba quizá un intérprete nato digno de los cantares de gesta, un juglar maravilloso que relatara cómo fui atrapada la próxima vez por gemir en la biblioteca pública.

Por Michel Axel

Fotografía de Argentina Santa Cruz

Modelo: Michel Axel

Sobre el autor

Nació en el desierto (1993). Estudiante de la Licenciatura en literaturas hispánicas en la UNISON. Inconduce Radioliteratura los lunes por el 107.5FM. Lectora más que escritora. Trabaja recetando libros. Diletante, ha participado en distintos concursos y talleres literarios. Colaboradora en el proyecto La ciudad del solitario. Editora del número 20 de la revista Hayaza.

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