Tijuana, Baja California.-

Pues resulta que al presidente legítimo (esta vez sí) se le ocurrió nombrar a las cosas por su nombre. Fue durante la misa matinal del día de antier, cuando condenó a sus adversarios con la utilización de un adjetivo inédito en su ya vasto repertorio; lo primero que se me vino a la cabeza fue hurgar en la historia de nuestro país para encontrar antecedentes. 

Es un hecho, tal Estado fascista nunca existió. Algunas señas de identidad del mencionado modelo sí se pudieron observar y documentar durante el priísmo y, en todo caso, los herederos de dicho régimen militan tanto en la oposición a la vez que ocupan cargos en la nueva administración, por lo cual, dirigirse a sus adversarios como neofascistas raya en lo irrisorio. Creo existen maneras más diplomáticas (o inteligentes) para dirigirse a quienes se oponen a su mandato. Sobre todo porque el mando lo tiene él, el Jefe del Estado, quien por momentos se diluye como azucarillo en una batalla infantil a la vez que impropia del cargo, donde además pone de manifiesto la memoria selectiva con respecto a la ambigüedad ideológica que representa su movimiento. Un mandatario que llega en coalición con un partido ultraconservador debería estar incapacitado para emitir tal juicio de valor sobre los demás individuos o entidades políticas. 

No estaría de más que, por una vez, el presidente en funciones actuara de manera coherente y rechazara al neopriísmo que pulula en las filas de su partido. A su vez, abstenerse de establecer nexos como los establecidos el pasado proceso electoral con el partido evangélico (lo que nos revela cuán liberal se asume en la práctica, o sea muy poco) ayudaría, de manera contundente, a dar certeza ideológica a su amorfo partido y en este caso sí, llamar al pan, pan y al vino, vino.

La combinación azarosa de términos sin claridad alguna que propone el señor López, nos invita a un continuo e indescifrable  viaje en el tiempo: vamos por ahí dando tumbos, rebotando de un lugar a otro (del México de Juárez a la Italia de Mussolini) sin reparo en las repercusiones o en la responsabilidad política que supone encasillar o adjudicar a según quién dichos términos. Reconozco enriquecedora la discusión, la revisión y el debate constante sobre la terminología en materia política, no sin antes apuntar que para esta batalla es obligatorio inmiscuirse en un terreno pantanoso del cual no es fácil salir bien librado, sobre todo teniendo en cuenta los antecedentes del actual titular del ejecutivo y sus allegados. 

En fin, si ya la palabra “adversarios” para dirigirse a sus críticos suena fuera de sitio para un mandatario de su envergadura, el irresponsable término neofascista parece ya una broma de mal gusto, representando su partido una de las capirotadas ideológicas más impresentables del México moderno. Así que si la intención es llamar a las cosas por su nombre, desde la presidencia habría que, en primer lugar, esclarecer cuáles son los principios ideológicos que representa su fuerza política. Dejémonos de neofascistas y conservadores, o ponga usted el ejemplo, presidente.

Por Omar Moroyoqui

Imagen de portada cortesía de El Financiero

Sobre el autor

Fue a través de mis padres que desde temprana edad he estado ligado a la escritura, los medios y las ciencias sociales. El seguimiento de la actualidad global se ha convertido en una prioridad personal para entender cuál es mi lugar en el mundo. Mi compromiso como comunicador es con la libertad, la igualdad, la pluralidad, el libre pensamiento, la tolerancia y por consecuencia con la democracia. Futbolero, periodista y tijuanense, en ese orden.

También te puede gustar:

6 comentarios

  1. Me gusto mucho tu escrito compañero sin duda alguna tienes el enfoque correcto para dar una buena crítica constructiva.www.cronicasonora.com/vivir-en-tiempos-del-neofascismo/?fbclid=IwAR0XMDzQfLx7GRtRmNDS9otet3WtuHyPWGQuW0eRSpe2A168SDLmxqtoI2Y

Responder a Eduardo Vazquez Cordoba Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *