Saludamos el debut «cinematográfico» de José Portolés, por cierto inspirado en la reciente escaramuza entre villistas y anti-villistas acontecida en la presentación del número seis de CRÓNICA SONORA. ¡Uff!

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Hermosillo, Sonora.-

En su libro de aforismos Arena y espuma, escribió el filósofo Kahlil Gibran: “Todo dragón origina un san Jorge que lo mata”. Hace algún tiempo, en este lugar, el pueblo se rebeló contra el dragón de la opresión. Y se generaron los inevitables héroes. Los que más perduran en la memoria colectiva, Emiliano Zapata y José Doroteo Arango Arámbula, más conocido como Pancho Villa.

Percibo que el recuerdo de Villa, en México en general y particularmente en Sonora, no tiene término medio. Héroe para unos, diablo para otros. Luces y sombras, aciertos y errores. No soy quién para valorar opiniones de mexicanos sobre asuntos mexicanos. Pero sí puedo aportar datos aquí desconocidos. Fuera de México, en toda Europa y especialmente en España, existe la frase de uso común: “el ejército de Pancho Villa”. ¿Cómo se generó, y a qué se aplica?

Lo primero que debe saberse, es que en Europa no se conoce al general Villa sino la imagen que de él exportó el cine. Y no el cine mexicano, sino el de Hollywood. Concretamente, la película estadounidense ¡Viva Villa!, realizada en 1934 por Jack Conway y Howard Hawks, y en los Estados Unidos catalogada dentro del género western.

Debo hacer un pequeño inciso. El género western estadounidense, a partir de La diligencia (Stagecoach, 1939) de John Ford, se consolidó como el instrumento de propaganda destinado a que el mundo aceptara un genocidio: los malos son los indios y los indios son malos solo porque son indios. Pero antes de La diligencia, lo que estaba en el punto de mira del western era México. Su esquema argumental básico giraba en torno al inmaculado (de ropa, pensamiento y obra) gringo noble y guapo que se enfrentaba al sucio y grosero mexicano para finalmente recibir la recompensa a su heroicidad: la china poblana se enamoraba y marchaba con el gringo a los USA.

Ese estereotipo del mexicano se conoce en la historia del cine como “the greaser”, el grasiento, y desde 1904 hasta 1939 fue el eterno antagonista en el género western. Este arquetipo del “grasiento» se representaba invariablemente como un personaje inculto, machista, violento, muy sucio, vago, borracho, e invariablemente idiota. Recordemos que Hollywood construye su cine para la sociedad y mentalidad estadounidenses, para la idiosincrasia WASP (White Anglo Saxon Protestant). Es decir, desde el punto de vista supremacista blanco. Por eso lo trivializa todo.

¡Villa Villa! está concebida y construída desde esa mentalidad WASP (que, personalmente, tanto me recuerda al veneno razonado del Mein kampf). Cierto que en esta película el “grasiento” no es el antagonista que solo sirve para que se luzca el héroe, sino el protagonista de la historia. Pero qué protagonista, y qué historia…

Construyeron a Villa como un personaje caricaturesco y grotesco. Obsesivo, caprichoso y cruel, iluso y bruto, mujeriego y borracho (¡Villa era abstemio!). Divertido y pintoresco al gusto supremacista WASP, para presentarlo como un idiota con poder y vestido de charro en las escenas bélicas. Y lo más desconcertante: en la película, al terminar la Revolución, ¡Villa es el presidente de México!

Sí, la película es un despropósito detrás de otro. Lo preocupante es que, encima, se filmó en México y con el apoyo del gobierno mexicano: El presidente sustituto Abelardo L. Rodríguez aprobó personalmente el guión, y apoyó su rodaje aquí.

Se estrenó el 4 de septiembre de 1934, en el Cine Regis de la Ciudad de México.

El revuelo fue considerable. La mayoría de los críticos mexicanos la calificaron como “falsificación denigrante”. La escritora Nellie Campobello encabezó una campaña en contra de la película, con razón. Pero el cineasta Adolfo Fernández Bustamante consideró públicamente que “tal vez hubiera sido más denigrante que hubieran mostrado al auténtico Villa”.

Lo más problemático es que esa película presenta una gran calidad técnica. Primero, el considerable y bien empleado desembolso de producción, ayudado por el propio gobierno mexicano (vestuario, armas, localizaciones reales, la gran cantidad de caballos y figurantes). Y sobre todo, la habilidad de su guión y narrativa cinematográfica para crear un producto entretenido, pensado para atraer a la taquilla internacional al público mayoritario y poco exigente que sólo busca ocio fácil.

Esas innegables virtudes técnicas provocaron que ¡Viva Villa! fuera un gran éxito, incluso en México. Durante meses lideró la recaudación en taquilla de los USA, Alemania, Francia, Italia… y muy especialmente, de España, donde también caló muy hondo el sucinto y suavizado llamamiento a la Revolución que contiene: Allí se vivían los convulsos meses previos al golpe de estado que originó la guerra civil (1936–1939).

Ya catalogada en España como éxito, después de aquéllos pretéritos tiempos, concretamente a partir de la década de los 60 del siglo XX, cuando en el país se popularizó la televisión, ¡Viva Villa! fue una de las películas más repetitivamente emitidas por la cadena estatal (la única, hasta 1989).

Y al final, ¡Viva Villa! se convirtió en un clásico en España, un país donde históricamente el Cine tanto ha influído en su sociedad poco dada a la lectura: Por influencia de las películas, allí se acuñaron frases coloquiales que pasaron a formar parte de la cultura popular, como “eres más lento que el caballo del malo”, “ahora viene cuando lo matan”, ó… “el ejército de Pancho Villa”.

“El ejército de Pancho Villa” es, actualmente y desde hace casi 90 años, una expresión popular muy utilizada en España. Una expresión muy peyorativa, su significado allí viene a ser “un grupo andrajoso, desorganizado y sin un objetivo claro”. Gracias a ¡Viva Villa!.

Un ejemplo. No hace mucho, unos doce años, en la política española dominada por la alternancia bipartidista (partido socialista y partido popular), irrumpió con fuerza una nueva formación política (Podemos), de clara tendencia marxista. E inmediatamente los enemigos íntimos, socialistas y populares, se pusieron de acuerdo para referirse siempre, siempre, al nuevo partido como “el ejército de Pancho Villa”, en una clara maniobra destinada a restarle credibilidad.

Esa es la idea que allí se tiene del Centauro del Norte. Y por extensión, eso es lo que se piensa de México. Lo sé muy bien, lo he vivido muuucho tiempo, y me lo siguen diciendo: “¿Pero qué haces allí, entre el ejército de Pancho Villa?”. Aún pesa más el recuerdo de una película que la realidad.

Cuánto daño ha hecho el cine gringo, siempre trivializando y distorsionándolo todo.

Por mi parte, llevo toda mi vida profesional docente repitiéndolo que Hollywood es la más efectiva herramienta de colonización cultural WASP. Hollywood fabrica el cine de consumo fácil que impide pensar, el cine que mayoritariamente nos gusta, sí, pero es nuestro enemigo. El enemigo de nuestro Cine, de nuestra cultura, de nuestra Historia. De nuestra idiosincrasia, entidad y personalidad. Es el instrumento que utiliza la sociedad WASP para mirarnos con desprecio sintiéndose superiores desde su idiosincrasia, esa que se remonta hasta sus bisabuelos irlandeses, holandeses o escoceses.

Viva Villa. ¡Pero el Villa de verdad y en toda su dimensión humana, con sus aciertos y sus errores!

Por José Portolés

Wallace Beery en el papel de Villa

Sobre el autor

Historiador cinematográfico de estirpe y acento españoles, avecindado en Hermosillo 'causa 'el amor.

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2 comentarios

  1. Excelente reseña, cómo siempre José Portoles, para reflexionar, investigar y poner en su justa dimensión a Doroteo Arango

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