Ciudad de México.-

I

En el año 2002 inicié mi vida universitaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, esta estaba precedida por la reputación de ser una escuela “de mariguanos.” La primera impresión que tuve fue pensar “algo hay de eso, pero no es para tanto.” Al paso de los meses uno se iba dando cuenta de los ritmos de la facultad y de su funcionamiento en todos los sentidos. Saber quiénes, cuándo y cómo distribuían drogas es uno de esos conocimientos que de una u otra manera adquirías. Más de uno recordará la simpática solicitud que los trabajadores del sótano de la Biblioteca Central pegaron a lado en una de las jardineras el cual suplicaba: “Amigo mariguano, te pedimos por favor que si fumas en horas de trabajo lo hagas en otro lado.”

Durante todos esos años no escuché muchas quejas sobre la laxitud de los trabajadores de Seguridad UNAM; todo lo contrario, a muchos nos divertía la facilidad con la que se hacían de la vista gorda o abiertamente se acercaban y preguntaban que hacía uno, para luego pedir “un algo”.

Por supuesto que lo mismo pasaba con el consumo de alcohol. Alrededor de Ciudad Universitaria existen un sinfín de expendios, desde cadenas comerciales hasta casitas (quién no recuerda el patio de “Don Salud”), en donde por unos cuantos pesos era posible armarse lo suficiente para echar la fiesta. Los sábados, los estacionamientos de casi todas las facultades son testigos de todo lo que se bebe y consume en el campus. Esto no lo escribo a modo de denuncia, sino para enfatizar que quizá no exista universidad en el mundo en dónde esto no suceda y podemos pensar que sea comprensible y hasta tolerable. Personalmente, nunca me ha molestado que las personas fumen o beban lo que se les antoje, me parece que la libertad está por sobre todas las cosas. Sin embargo el arribo de la violencia de manera tan cruda convierte el tema en un asunto que roza lo político. El día de hoy el consumo debe pensarse ya no a partir de la libertad personal, sino de las consecuencias a escala social.

II

Quienes estudiamos en el campus universitario sentimos dolor. Caminar en Ciudad Universitaria ya no nos parece lo mismo, pero intentamos seguir viviendo los espacios como nos acostumbramos en nuestros días universitarios, aunque de eso ya ha pasado un buen rato, y ciertamente todo ha cambiado. Vivimos en un país distinto con una profunda crisis política, social, económica y moral. Y sí, en la universidad más grande del país, con el presupuesto más abultado y con la mayor matrícula estudiantil, muchos pensaban que las cosas “no estaban tan mal”.

Aunque quizá lo que más nos duela de lo que sucede en la UNAM no sea la distribución, venta y consumo de drogas, eso existe hace mucho y nunca nos incomodó, sino el que de forma tan fría y brutal nos hayan arrancado del espacio de confort y seguridad que parecía estar aislado de la realidad más cruel del país. Es mirar cómo la burbuja se rompió y no saber si ha sido bueno o no.

Sí, en la UNAM operan cárteles. En la UNAM las mujeres no están seguras. En la UNAM hay colusión entre autoridades y crimen organizado. Sí, la UNAM no es, y nunca lo fue, un castillo de la pureza. Era sólo un espejismo que aislaba a sus estudiantes para que se concentraran en lo que sucedía adentro. Para algunos era la esperanza de que algo aún no estuviera jodido del todo.

Fotografía de César Valdez

III

Voy a bordo de un camión que circula sobre el periférico. Paso a un lado de las instalaciones de Televisión Azteca, suben varios jóvenes que a leguas se ve que son estudiantes. Entre la música alcanzo a escuchar su conversación. Uno de ellos, luego de referirse al tiroteo en la UNAM, afirma tajantemente: «Si eso pasa en la UNAM, imagínate el país». Están un par de asientos adelante. Sonrió pensando en que una parte de su mundo se quebró. Era cuestión de tiempo. Pienso. Era cuestión de tiempo y hubo quienes no hicieron nada. Era cuestión de tiempo. Y al final, el tiempo nos alcanzó. Yo pienso.

Por César Valdez

Fotografía de Mario Santiago Jiménez

Sobre el autor

Investigador de la Dirección de Asuntos Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia

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