Hermosillo, Sonora.-

Mi objetivo, al escribir esta columna, es rescatar espacios históricos, sucesos y eventos que nuestras ciudades o nuestra memoria colectiva ignoran. Hoy es el caso de un fenómeno muy particular y sus protagonistas: la guerrilla y sus veteran@s.

El pasado cuatro de octubre se presentó el libro Vámonos a la guerrilla de Chihuahua, de José Luis Alonso Vargas, mejor conocido como Comandante Chelís, en la Sociedad Sonorense de Historia, aquí en Hermosillo. Como lo indica el nombre del libro y el sobrenombre del autor, es un texto que trata sobre la guerrilla y fue escrito por un veterano guerrillero. Durante la presentación del libro, “el cual se puede leer como una historia de aventuras”, dijo uno de los comentaristas, se subrayó que era un texto dirigido a los jóvenes, las nuevas generaciones que nacen con el celular en la mano, que no leen y que desconocen aquella lucha. Y lamentablemente, en el auditorio los jóvenes eran una pequeñísima minoría. No sólo eso, fue notorio que la mayoría de los asistentes eran veteran@s de la guerrilla, no personas ajenas a esa historia y con el interés de conocerla.

Resulta triste pero sí, los veteran@s de la guerrilla cuentan su historia y ellos mismos son su público. Nuestras ciudades y la memoria colectiva ignoran a la guerrilla, e incluso me atrevo a decir que también la historia académica o profesional. El único vestigio que guarda nuestra ciudad sobre aquella lucha es la estatua de Enrique Morales Alcántar, mejor conocido como Moralitos, que vigila la escuela «Alberto Gutiérrez» y que, aunado a que muchas personas no saben quién es y cómo murió, es un monumento en honor a uno de los bandos en la lucha, el régimen, y no al bando rebelde, los guerrilleros.

Fotografía del monumento a Moralitos a las afueras de la escuela «Alberto Gutiérrez», en Hermosillo, tomada en febrero de 2017 por Benjamín Alonso

A pesar de que resulta preocupante, o triste, que las nuevas generaciones y el público en general no asistieran al evento, confieso que estar en un auditorio rodeado mayoritariamente de veteran@s de la guerrilla fue una experiencia gratificante. En todo el estado de Sonora siguen caminando entre nosotros los veteran@s de la guerrilla. Se dedican al campo, a la educación, a la política, al sindicalismo, trabajan en la burocracia.

La reunión de veteran@s de la guerrilla que se efectuó en el auditorio Armando Hopkins de la SSH fue un evento único. Primero, porque la presencia del autor propició una reunión numerosa de excombatientes (incluso vinieron de distintas partes del estado exclusivamente al evento); segundo, porque platicaron y compartieron sus experiencias de aquellos años violentos.

No todos los días se puede conocer a personas que, en defensa de lo consideran bueno y justo para la sociedad, asaltaron un banco, secuestraron a un terrateniente, se infiltraron en el cuerpo de policías de una cárcel para liberar a sus camaradas atrapados, o que decidieron tomar las armas cuando les dijeron que “aquel que no ha matado a un policía, no es revolucionario”. Pues en la mencionada reunión estaban hombres y mujeres que hicieron eso y más.

Me quedé con ganas de seguir escuchando a aquellos veteranos y veteranas de la guerrilla. Claro que me hice del libro y los invito a leer sobre la guerrilla, ya sea el libro presentado o cualquier que trate sobre el tema, y para el caso sonorense, la recomendación es El color de las amapas. Crónica sobre la guerrilla en la sierra de Sonora, del ingeniero y cronista Ignacio Lagarda (moderador del mencionado evento). Pero además de leer sobre el tema, los invito a que aprovechen que aquellos veteranos y veteranas siguen entre nosotros y platiquen con ellos, sólo así podemos nutrir a nuestras ciudades sin memoria.

Cierro contándoles algo que presencié, que no comprendí y que me dejó intrigado. Al final del evento todos se acercaron a saludar el Comandante Chelís. Una mujer que venía desde Cajeme -y también era veterana de la guerrilla-, lo saludó y al despedirse dejó sobre la mesa una bala para el comandante, quien la tomó precipitadamente y la puso en su bolsillo, como pretendiendo que nadie viera. ¿Qué fue aquello? ¿Una ofrenda? ¿Una muestra de respeto? ¿Una confesión? ¿Algún tipo de mensaje? ¿Los veteran@s presentes sabían de qué se trataba? No es mi edad lo que me impidió entender aquello, ni el hecho de que no pertenecí a un grupo guerrillero, sino que, como la mayoría de las personas, no conozco lo suficiente la historia de la guerrilla.

Texto y fotografía por Mirinda GD

Sobre el autor

Miguel Ángel Grijalva Dávila es un historiador sonorense que ha participado en espacios para la difusión de la historia radio, televisión y publicaciones impresas y digitales. También ha presentado sus investigaciones en congresos y foros en todo México. Búscalo en twitter, instagram o pinterest, como Mirinda_GD. En Facebook: Un Día Como Hoy en Sonora. Y en su página: http://www.undiacomohoyensonora.wordpress.com/

También te puede gustar:

1 comentario

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *