Cada día nace una sorpresa. “LadyMars” revela una nueva filosofía sobre la holgazanería, ”Los Centinelas” descubren el placer de golpear incautos y el hijo de soberana celebridad es atrapado mientras pasaba – de México a Estados Unidos – a ciudadanos chinos en la cajuela de su auto.

Además, la reciente muerte de Cecilia Solís, maestra herida de bala por su alumno en Monterrey el 18 de enero de este año, es el desenlace de hechos terribles que han llegado como traídos por macabras cigüeñas.

En nuestra era de la abundancia, los niños pueden ser víctimas de su propio empoderamiento.

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Hollywood se solaza en presentar películas de bebés insólitos. Ya sea en versiones de acción viva o en animación, es un tema inagotable. Y existe una novel discursiva que refleja detalles contemporáneos y, por lo tanto, cada vez más oscuros.

Un jefe en pañales (Tom McGrath, 2017) es una caricatura impecable en su producción. Si bien su animación se percibe discreta – Dreamworks y 20th Century Fox no se atreven a innovar -, el trabajo argumental está mejor trabajado y, en consecuencia, quizás resulte más entretenido para padres que para hijos.

Sin embargo, como en Una aventura extraordinaria (Ang Lee, 2012), Un jefe en pañales celebra el valor del narrador.

Esta es la vida de Timothy Leslie Templeton (doblado por David Reyes), chico de siete años cuya vida suburbana es idílica. Es el centro de atención de sus padres. Ellos cantan para él, todas las noches, “Blackbird” – de Lennon y McCartney –  mientras cuentan historias que estimulan su trepidante imaginación al ponerlo en modo de dormir.

Hasta que llega el bebé Templeton (voz de Mario Arvízu). Un pañaludo que aparece en traje, corbata, Rolex y un maletín ejecutivo. Mandón, caprichoso y soberbio muy al estilo, vamos a subrayarlo, de Donald Trump.

Su arribo pone de cabeza el mundo de Tim y el asunto adquiere niveles freudianos cuando somos testigos de la manipulación y el sometimiento que logra el nene hacia sus aterrados y débiles padres. Con solo un movimiento de sus deditos, o una amenaza de berrinche tendrá a los adultos a sus pies.

Es un evento espeluznante. Hoy los padres temen a sus hijos. Ergo, los hijos dominan a sus padres.

Sin embargo, el pequeño trae una torta bajo el brazo. Como alto ejecutivo enviado a la tierra por BabyCorp, celeste conglomerado universal donde nacen niños y niñas, es el heraldo que anuncia una tendencia inquietante: los estúpidos adultos, y los infantes, ahora prefieren criar cachorros adorables en vez de encargar bebés, y eso es inadmisible.

En términos de Bugs Bunny podríamos declarar: “Of course, you know, this means war”.

¿Quién es entonces el bebé Templeton? Es un ‘almavieja’. Con toda la actitud de baby boomer, acompañado siempre por la canción “Cheek to Cheek” de Irving Berlin, ha llegado para restablecer el orden en un mundo cada vez más infantil, más superficial y hedonista. El nene es Patton, Nixon, Churchill y la ola conservadora que nos advierte sobre los límites que la espantosa libertad debe tener, pero en atuendo ejecutivo, por favor.

Lo más divertido de Un jefe en pañales es la química que resulta entre Tim y el bebé. Verlos luchar por el amor de los padres y luego asistir a su alianza en pos del ideal superior – los peques deben llegar al mundo como propietarios del amor y la responsabilidad de los adultos – producen las más entretenidas secuencias de esta película.

Y luego están las escenas que muestran la vívida imaginación de Tim. Diseñadas con un estilo vintage, coloridas y vertiginosas, Dreamworks, 20th Century Fox y Tim McGrath alcanzan cuotas dignas de reconocimiento, sin arriesgarse demasiado.

Una bofetada para aquellos que, al colocar a las mascotas como el eje de sus vidas evaden su responsabilidad ante la humanidad. Una crítica mordaz a la ausencia de autoridad de padres sumisos, con comodidad ajenos a lo que sucede frente a sus ojos. Y, sobre todo, una película amena que asoma, de vez en cuando, comentarios pertinentes acerca del virtud de la educación y la disciplina desde la edad temprana.

No olvidemos que Un jefe en pañales es un relato presentado desde la perspectiva de su narrador, Tim. Podemos creerle, o no, lo que cuenta: los baby boomers, la generación X y los millenials están condenados a convivir todavía por algún tiempo.

Un jefe en pañales anuncia así el fin de la inocencia o solo es una ocurrencia más de Tim, el narrador.

Por Horacio Vidal

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Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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2 comentarios

  1. Ante tan impecable critica y reseña, no dudo en ir a verla con mi esposa.
    No recuerdo donde leí que los millenians perdieron en la rifa genetica; no se puede comparar el ambito educativo y economico que tuvieron sus padres, ahora que ellos cursan la universidad o preparatoria en un ambiente de crisis y violencia nunca antes vista en este pais.
    Digitalmente fluidos, toda información está a la mano y ya quieren tomar decisiones sin tener todavía la suficiente experiencia, pero tienen un merito innegable, no tienen temor de perder y seguir luchando.
    He tenido la fortuna de platicar con jovenes que nacieron con experiencia y ya estan preparados para ser adultos brillantes.
    En otros, la banalidad y la chavacanería salen irremediablemente a flote.

    1. Los millenials, a pesar de la crisis económica y la violencia, gozan de la superabundancia actual. Nunca antes se había tenido tanto. Desde que ellos tienen conciencia las computadoras resuelven nuestro día a día, las pantallas de televisión ofrecen más de 300 canales, internet, las redes sociales y la inmediatez gobiernan sus vidas. Ellos no tienen paciencia, es el aquí y el ahora, como en instagram, como en whatsapp, como en YouTube. Tienen tanto, tanto, tanto.. que se sienten dueños de nada.

      Claro, puede haber excepciones. Aquellos que aún saben que para llegar hay que caminar. Que es necesario escuchar y aprender todos los días. Que la disciplina, el respeto y la lealtad son valores que abren el camino hacia la tranquilidad. ¿Y que es tranquilidad? Irse a la cama sin problemas para dormir, con nuestras obligaciones cumplidas, el refrigerador lleno y una cuenta bancaria con suficientes ahorros.

      Lo siento. Soy un generación X con corazón de baby boomer.

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