Este sábado, Irvine Welsh dicta conferencia en Hermosillo y Trainspotting es nuevamente exhibida.

Así que Vidal compró palomitas y revisitó la que desestima, «en absoluto», como «una apología al consumo de drogas»…

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Han pasado dos décadas desde la aparición en cine de Trainspotting. Es el período suficiente para establecer a este filme como uno de culto. Razones hay de sobra: el relato violento y punzante sobre la vida de un grupo de adictos en Edimburgo no ha perdido un gramo de su delirio;  la explotación de la cultura de videos MTV posterior a los ochentas y el célebre monólogo de apertura – escrito por John Hodge, el guionista – siguen ondeando como esa bandera de anarquía que se encaja para reventar la promesa fallida de un mejor futuro que no acabará de llegar.

 

Lógico e inminente. Era cuestión de tiempo, en la película, para que uno de estos niños héroes decidiera envolverse en su banderita, tirándose al vacío para escapar de esta pesadilla. Después de todo, el mundo es de los aventados.

 

Trainspotting (Danny Boyle, 1996) es la historia provocadora de Renton (Ewan McGregor) y su relación, entre la complicidad y el rechazo, frente a sus hinchas. Sick Boy (Johnny Lee Miller) es el carolo, admirador de Sean Connery y de sus películas como James Bond; Begbie (Robert Carlyle), sociópata a lo Scorsese; Tommy (Kevin McKidd), en apariencia el limpio de la tropa; Spud (Ewen Bremmer), tonto e inocente y Allison (Pauline Lynch), la madre de un bebé cuya presencia, desde el inicio, resulta inquietante y amenazante.

 

El siguiente círculo de personajes no es más amplio. Aparecen Forrester (hay que destacar que es interpretado por el autor de la novela original, Irvine Welsh) el narcomenudista, proveedor incluso de escatológicas panaceas y Swanney (Peter Mullan), otro surtidor, más viejo, que merece, de Renton el siguiente comentario: “le llamábamos la madre superiora por el tiempo que llevaba con el hábito”.

 

Así, el pegamento que une y separa a la despreocupada clicka es la heroína y más adelante el dinero. Mucho dinero.

 

De esta manera Trainspotting sobresale por su espantosa y cruda honestidad. No es, en absoluto, una apología al uso y consumo de drogas. Muestra, eso sí, la seducción de los narcóticos para quienes deciden refugiarse en la evasión. Pero también presenta, sin medias tintas, duro y a la cabeza, el lado más oscuro de la dependencia.

 

Amistades cómplices en busca de la heroína, encerrados en sí mismos, sin conciencia de las consecuencias de sus actos que provocarán tragedias humanas que aún nos sorprenden en titulares de nota roja o en las redes sociales.

 

Traiciones cotidianas y extraordinarias entre esta bola de animales que forman la galería de loosers más adictiva en la historia de la cinematografía.

 

Una adrenalina visual, acelerada y alucinante que nunca se permite bajar el ritmo, a la altura de Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994) y del mejor Martin Scorsese, pero bien pacheco.  Y, por supuesto, una banda sonora memorable que es piedra de toque para contextualizar a esta película como un documento del momento que vivía el Reino Unido, después de la Margaret Thatcher y en el amanecer de la era de Tony Blair.

 

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Sin embargo, Trainspotting es más que eso. Es, sin duda, toda una declaración de principios: “Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de cd y abrelatas eléctricos. Elige la salud: colesterol bajo y seguros dentales, elige pagar hipotecas a interés fijo, elige un piso, elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca de tres piezas. Elige el bricolaje y pregúntate quien eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver tele concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de comida chatarra. Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima, en un asilo miserable, siendo una carga para los niños egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida. Pero, ¿por qué iba a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida. Yo elegí otra cosa, y las razones: No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?”.

 

Sólo este monólogo hace que la película se coloque muy por encima del libro que le dio parto. Danny Boyle, en plena forma, construye el tour de force definitivo sobre la cultura de las adicciones. La hace comprensible, pero jamás la justifica.

 

Veinte años después Boyle anuncia la reunión de los marginados y libera el primer avance de Trainspotting 2. Muy pronto, a principios de 2017 vamos a ver qué ocurre.

 

No es posible olvidar que fueron, precisamente, las generaciones anteriores las que votaron en su mayoría por la salida del Reino Unido de la Unión Europea. El Brexit. A lo mejor Renton, Sick Boy, Begbie y Spud sufragaron NO. Y cumplieron su amenaza: cerraron la puerta del futuro a los jóvenes ingleses, escoceses e irlandeses de hoy.

 

Nunca fue más pérfida la pérfida Albión.

 

Por Horacio Vidal

 

Trainspotting.

Director: Danny Boyle.

Guión: John Hodge, basado en una novela de Irvine Welsh.

Con Ewan Mcgregor, Jonny Lee Miller, Robert Carlyle, Irvine Welsh y Peter Mullan.

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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