Bahía de Kino, Sonora.-

Entre las muchas lecciones que nos habría dejado la pandemia por Covid19 se encuentra un menor número de contagios en los poblados más pequeños. Esto basado en la estadística de las mismas autoridades en materia de Salud Pública, del estado de Sonora en nuestro caso. 

En dicha información diaria hemos podido observar que las grandes ciudades son las que concentran la mayor parte de los casos. Pero no es solamente el hecho de la proporción, donde a un mayor número de personas corresponde un mayor número de contagios, sino porque las condiciones de hacinamiento en las grandes ciudades propician un mayor número encuentros y posibilidades de contraer la enfermedad, que es justo la tesis de este documento inacabado. Son muchas más las posibilidades de contagiarse en la ciudad que en los pueblos y poblados. Es decir, está directamente relacionado a la densidad de población, sin duda. 

Las distintas actividades que para mucha gente hacen más atractiva la ciudad, como templos, teatros, cines, salones de baile, restaurantes, bares, y otros sitios de reunión, son también oportunidades de contagio para todos, por ello han estado cerradas. Pero conforme los contagios “oficiales” han disminuido, y los giros catalogados por la autoridad como “no necesarios” vuelto a operar, la oportunidad de contagiarse nuevamente existe. Cabe señalar que hasta el mes de abril solo un 15% de la población ha recibido la vacuna contra el Covid19.  

Consideremos un supermercado cualquiera. En este confluyen por sus angostos pasillos gran cantidad de clientes. Dos o más de ellos se acercan al momento de tomar la verdura, para lo cual deben dedicar tiempo para tomar las bolsas plásticas o escoger los mejores frutos o vegetales. Imposible no hacerlo así. Así por igual, otra serie de sitios considerados “necesarios”, mismos que deben permanecer abiertos como farmacias, tiendas de agua purificada, abarrotes, tortillerías, etc. Incluso parques públicos, al aire libre pues, es mucho mayor la cantidad de encuentros con otras personas, muchas de las cuales no observan las medidas como sana distancia o el uso de cubre-bocas, entre otras causas. Podemos entonces hipotetizar (sic) -“A toro pasado”- que a dichos sitios puede atribuirse buen parte de los contagios observados. 

El estado de Sonora es el segundo estado en extensión del país y cuenta con 72 municipios. Al menos 50 de esos municipios tienen menos de 10,000 habitantes, mismos que podemos encontrar en una sola sección o un par de colonias de las grandes capitales. Algunos de esos municipios se vaciaron gradualmente, esto conforme las personas se mudaron a las principales capitales a mediados del siglo pasado por razones de las escuelas de sus hijos y la oportunidad de encontrar trabajos distintos a las actividades primarias como la agricultura o ganadería que desarrollaban por generaciones, observándose una tendencia a la baja en el tamaño poblacional, lo cual resulta inquietante.

Ahora bien, si con la pandemia un considerable número de personas han podido estudiar y trabajar en línea, despedirse de sus familiares desahuciados, hacer desde reuniones familiares hasta conversatorios profesionales, pues es tiempo de evaluar la posibilidad de regresar a sus lugares natales y hacer vida, al menos una parte de la población. Muchos de ellos conservan casa en los pueblos de donde son originarias sus familias o ellos mismos. También se encuentra el caso de los destinos de playa, donde nunca se había observado la ocupación de sus casas de playa como durante esta pandemia. De alguna manera el fenómeno de regreso al terruño ya está dándose en alguna medida. 

Sucede que la vida en la ciudad es con mucho más estresante por la competencia en que se vive. Ya sea en las calles, ya sea en el trabajo, ya sea en las escuelas. Esto altera el comportamiento de las personas reflejándose seguramente en el hogar. Las estadísticas de violencia doméstica se incrementaron durante el último año. Más eso no significa que no haya problemas en los hogares de pueblo, pero seguramente son menores y de índole distinta. No es lo mismo molestarse porque le faltó alfalfa al ganado o la falta de mantenimiento de un cerco que por acoso sexual en una maquiladora, por exagerar las cosas. Por supuesto nunca faltan los garañones que andan volteando a otros corrales. 

Por otro lado, el presupuesto de las grandes ciudades nunca va a la par del crecimiento poblacional. Se demanda constantemente pavimentación y bacheo, servicios públicos como recolección de basura, nuevas vialidades, mantenimiento en jardines y parques, etc. Pero nunca ha sido posible satisfacer todas las necesidades, por tanto, la tan llevada y traída calidad de vida, al menos la que esperan los citadinos, deja mucho que desear. Incluso el gran movimiento vehicular, la contaminación por polvos así también las contaminaciones del aire por gases tóxicos generados por la industria mayormente concentrada en los grandes centros poblacionales, no solo hacen incómodo sino hasta peligroso el vivir en ellas, esto a sabiendas que a futuro vendrán una serie de enfermedades o secuelas relacionadas a ello. Es fácil ver la capa de contaminación en los inviernos con la inversión térmica. 

La alimentación es otro punto importante. Las ciudades aparentan ofrecer mucha más variedad de alimentos, pero que son producidos con alta tecnología y el uso indiscriminado de productos químicos que altera a largo plazo nuestra salud. En los pueblos, en cambio, podemos encontrar ranchos cercanos donde consumir los mejores alimentos, tales como leche de verdad, no agua con polvo, así también quesos y mantequillas que se elaboran con ella. En las ciudades las nuevas generaciones no conocen la “leche bronca”, ¡increíble! Lo mismo con las verduras. Los citadinos las consumen una vez que han pasado por una etapa de cuarto frío o procesos en los grandes supermercados, cuando en los pueblos tienes los vegetales de la estación naturales y hasta orgánicos muchas veces directamente de la tierra de cultivo, recién cortados, y por tanto de mucha más calidad. Así también pescado y mariscos frescos en los poblados costeros

No se diga el tema del esparcimiento. Más no el ofrecido en las grandes ciudades ya antes citado, que son puntos de encuentro para contagio, sino paseos campiranos adonde los citadinos desearían poder salir los fines de semana, como las aguas termales, los lechos de ríos, las presas y sus paisajes, el campo, el monte, el desierto, las zonas de pinturas rupestres o arqueológicas tan valiosas. ¿Qué decir de nuestras bellas playas? Incluso se fomentaría el turismo local y regional.

En las últimas tres décadas, desde que Hermosillo capital rebasó los 500,000 habitantes, por decir un número, se abrieron opciones de terrenos campestres a una distancia promedio de 20 km de la ciudad, lo cual recrea el ambiente campirano y que a la postre se convirtieron en las residencias de quienes querían marcar distancia de la ciudad. Tal es el caso de los predios ubicados en la salida al río Sonora que probablemente fueron los primeros. Hoy en día, la zona comprendida desde las zonas suburbanas de La Victoria, el Tazajal y San Pedro el Saucito en el municipio de Hermosillo, son zonas de alta demanda, mayor plusvalía y por ende de más valor comercial. Esto debido a que cumplen, al menos en parte, con lo ofrecido por nuestros bellos pueblos, pero nunca, nunca jamás, podrán ofrecer los atardeceres de las costas del Mar de Cortés, ni la vista de las grandes Montañas en los bellos poblados del Río Sonora. 

Finalmente, son muchas las bondades de los pueblos. Resumiéndolas: Tranquilidad (menos estresores); Silencio, solo escuchando la naturaleza misma; Paz espiritual donde incluso los templos ofrecen ambientes más propicios a la reflexión; alimentación de calidad; y para algunos la opción de trabajo en actividades primarias como la agricultura y ganadería necesarias para la seguridad alimentaria. Además de fomentar educación, no necesariamente académica, ya que las personas se conocen y saludan entre ellas, no así en la ciudad donde se pierde la gentileza y cortesía entre los ciudadanos.

Por Martín Bustillo-Ruíz

Fotografía de Rosa y Eloy para El Sol de Hermosillo

Fuentes:

https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Municipios_de_Sonora

https://enviraiot.es/que-es-inversion-termica-relaciona-contaminacion/

Sobre el autor

De profesión Oceanólogo por la Facultad de Ciencias Marinas de la UABC, con especialidad en Química, Generación 1984. Grado de Maestro en Ciencias por CIAD 2008. Actualmente prestador de servicios al sector pesquero y acuícola. Residente de Bahía de Kino Sonora.

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