El domingo primero de octubre fue uno de los días más emocionantes de mi vida. La jornada se resumió para mí en un cálido abrazo. Derramé unas cuantas lágrimas. Quizá fue melancolía, quizá el desborde de alegría; lo más probable es que fue la confluencia de pequeños trozos de un todo. Por un momento la singularidad cobró sentido. Entendí el aquí y el ahora. Pude trascender la monotonía de lo cotidiano. Abandoné el sinsentido, la tristeza, el miedo y la desesperanza. Inhalé. Exhalé. Guardé silencio. Me ubiqué presente. Seguí respirando. Mis ojos se abrieron, se presentó la sonrisa en mi rostro. ¿Y en el de ella? Vida. En ese momento lo supe. Estábamos ahí para vivir lo que llena el espíritu y alimenta el corazón. Nosotros amamos experimentar aprendizaje.

¿Vendrá mucha gente? ¿Sirve de algo esto que hacemos? ¿No confirmó x,z,y? Todos los cuestionamientos previos se desvanecieron en el viento. Poco a poco, cada uno de los héroes de la liga de la justicia fueron llegando. Seres de energía, con diversos y distinguidos atributos desplegaron sus superpoderes. Los alquimistas de la cocina con sus delicias, los guardianes de la naturaleza con sus plantas y semillas. Conjuros de pócimas rejuvenecedoras, reciclaje de todo tipo de capas y prendas mágicas. Los melómanos compartiendo su pasión, los danzantes con todo el ritmo en su expresión. Mujer medicina, mujer chamán. El abuelo, con su sabiduría y su sombrero. El coyote, el discernimiento. El librero, las cuenta cuentos, el biólogo, el sabio, el arquitecto, el carpintero. La mujer de las piedras de poder. Los anfitriones, Nidia y Francisco, brindando su hogar de corazón. Todos dispuestos a compartir, todos dispuestos a conversar. Aprendiendo, gozando la coincidencia.

La mujer corazón de venado anuncia que el soldado compartiría unas palabras. Habla sobre su experiencia en ciudad de México, tras el sismo. Formó parte de las brigadas que ofrecieron servicio durante la tragedia. Se muestra desplazado emocionalmente. En sus palabras escurren gotas de dolor, de asedio y frustración. El mensaje es de angustia. Tenemos que hacer algo. ¿Estar aquí reunidos es suficiente? El no lo piensa así. Agradece la atención y se retira. Estoy de acuerdo con él. Se requiere de una estrategia diseñada por todos los que anhelamos una convivencia mucho más pacífica, horizontal, sostenible y digna para todos. El primer paso, ya lo dimos. Ya nos hemos conocido.

Creamos la oportunidad para interactuar, y aprovechamos. Hemos ido cultivando lazos de confianza, suficientes para saber que en lo esencial coincidimos. ¿Tenemos la capacidad de soñar? ¿Será posible imaginar construir los nuevos modos, las nuevas formas, las nuevas costumbres? ¿Será posible abandonar el principio autoritario de organización social para reemplazarlo por uno adaptativo? Sé que no estoy solo. Me siento acompañado; grandes chamanes, hombres, mujeres, seres todos con inmenso poder. Porque lo veo en tus ojos, porque tu sonrisa me grita, que a pesar de todas las lágrimas tragadas (Giaconda Belli – «Claro que no somos una pompa fúnebre») estamos llenos de esperanza, prestos a construir lo nuevo.

Las semillas están en la tierra. El cultivo comenzó hace años. El ciclo natural se desenvuelve. Las plantas están germinando. Al este, abuela luna posa satisfecha recostada en la palma. Al oeste, padre sol se despide con una fiesta de color. La liga comienza oficialmente su sesión. Se agradece a todos los presentes. Líderes provenientes de diversos centros y organizaciones comienzan a compartir sus estrategias, sus visiones, sus necesidades. Alertas, anhelos y esperanzas se comparten con el deseo de que resuenen ecos en todos los corazones. La visión planteada años atrás está en marcha. Cada vez más espacios funcionan como centros de aprendizaje y adaptación. El sistema policéntrico de conciencia colectiva está activado.

Cumplida la labor de compartir, se da paso al agasajo de los sentidos. Suenan los tambores. El ritual de la danza eleva la vibración del espacio. El ritmo nos conecta. Los maestros de Son Canela suenan, envuelven con su magia una inolvidable velada. El abuelo del sombrero, nos comparte su sabiduría a través de la palabra, el canto y su sonrisa. Huracanándote la mente con lírica potente (Cartel de Santa – «Con el coco rapado»), concluyó el hermano Milo de la Tribu Verde. Se fue diluyendo la noche, lentamente la energía elevada del espiral nos aterrizó en la tierra. Hacia delante, la estrategia marca organizar más y mejor. Reunirnos, a compartir, a divertirnos, a ritualizar; reunirnos para aprender, crear y diseñar lo nuevo. Adaptarnos. Conozco de ti. Se experimenta la vida de diversos modos. Aprendemos  juntos, el uno de otro. Te reconozco. El anhelo de comunidad nos trajo aquí. Lleno el espíritu y alimentado el corazón, con un abrazo nos despedimos.

Por Javier Mejía

Fotografía de Rubén Véjar, Gema Lap y Javier Mejía

Sobre el autor

Javier Alberto, eterno aprendiz de permacultura; licenciado en derecho por la Universidad del Valle de México; maestro en ciencias por el Colegio de Sonora. Director Ejecutivo del Instituto de Investigaciones y Educación Continua, S.C.; asambleísta de Centro Permacultural Color Tierra, A.C.; socio cooperativista de La Casa del Coyote. Contacto: colortierra.mx@gmail.com

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