Hay oficios y profesiones que parecen hechos a la medida del cine. Espías, astronautas, médicos, abogados y vaqueros cuentan con subgéneros que los idealizan. Y están los periodistas. Héroes en mangas de camisa trabajando en las mesas de redacción. O en la radio y la televisión.

De Citizen Kane (Orson Welles, 1941) a la oscarizada Spotlight (Tom McCarthy, 2015) las historias de la prensa han demostrado vigor y pasión. Sin embargo, en esta ocasión hay nuevos elementos que colocan a The Post (Steven Spielberg, 2017) en una posición muy interesante, gracias a la corrección política feminista y, por supuesto, al respaldo de la libertad de expresión, necesario cuando la amenaza de la censura se asoma en las democracias.

Spielberg, leyenda viviente, realiza cine político; aprovecha la plataforma de los diarios en acción; capitaliza hechos reales. Lo hace en el tiempo de las fake news, los periodistas en modo “diva” y la peligrosa cercanía entre los informadores y el poder.

Y defiende, con solidez y elegancia, el empoderamiento de la mujer en un mundo de hombres.

Todo, sin abandonar el estilo Spielberg de gobernar. En momentos es impecable, en instantes sentimental y pavloviano, pero hay que admitirlo, siempre resulta entretenido.

Estamos en 1971. The Washington Post es un periódico de tradición familiar y regional. Kay Graham (Meryl Streep, en su vigésima primera nominación al Óscar), heredera del negocio, ha decidido cotizar en bolsa. Se trata del venerable diario, otros periódicos más y algunos canales de televisión.

Mientras tanto, los terribles archivos de Robert McNamara (Bruce Greenwood) han empezado a ser publicados por The New York Times.

Y se desata la tormenta.

Los sombríos documentos revelan que el gobierno de Estados Unidos, entonces con Richard Nixon a la cabeza, sabían desde hace tiempo que la guerra de Vietnam era una causa perdida.  Y aun así miles de soldados eran enviados a un inútil campo de batalla: Presidencia y Pentágono han engañado a la gente.

La Casa Blanca logra detener, en tribunales,  las publicaciones del Times. Pero como en un juego de Super Bowl, el ovoide llega a las manos de Ben Bradlee (Tom Hanks), editor del Post, quien enfrentará todos los obstáculos para publicar esta verdad incómoda.

¡A por el touchdown! “The only way to protect the right to publish is to publish”, afirma un convencido Bradlee.

En las antípodas cercanas está Kay Graham. Una mujer en la presidencia de la compañía que no ha logrado la confianza de inversionistas y la mesa directiva. Graham, citando a Samuel Johnson, se describe a sí misma en una de las mejores líneas en la cinta: «A woman’s preaching is like a dog walking on his hind legs. It is not done well, and you are surprised to find it done at all.»

Será la relación laboral entre Bradlee y Graham, o Graham y Bradlee, como usted prefiera, el nudo central en The Post. Como también será la relación estrecha, de amistad, entre Kay y Robert (McNamara).

En un ambiente de censura gubernamental –Nixon había ganado el caso contra el New York Times–, ¿publicar la historia sería la ruina o la gloria para The Washington Post? ¿Qué es más importante, la protección del patrimonio y del empleo de toda una nómina, o imprimir la verdad? ¿Qué siente Kay cuando descubre que McNamara ha mentido todo este tiempo?

La maestría visual –que no narrativa– de Spielberg alcanza cuotas de verdadero virtuosismo en The Post. Bradlee con sus pies sobre el escritorio a la espera de noticias, como un alguacil en el western más puro. Kay Graham en su refinada residencia, rodeada de caballeros en trajes grises, en un encuadre digno de Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975); el armado de linotipos (moldes) y el sonido de las máquinas de prensa acompañados por la música de John Williams; y encima de todo, una caminata por las escaleras en la Suprema Corte de Justicia donde Kay Graham es admirada, en silencio, por todas las mujeres.

The Post está ambientada en 1971, pero su trabajo vale para 2018.

Es una apología a la disciplina y a la pasión por la crítica y la preservación de la verdad, hoy vapuleada por internet, las legiones de idiotas y las publicaciones pagadas desde el poder.

Algo importante. The Post puede ser considerada como una precuela, tardía si se quiere, de All the president´s man (Alan J. Pakula, 1976), el filme definitivo sobre Watergate y la eventual caída de Richard Nixon.

En el último cuarto de esta película, Spielberg no puede evitar ser Spielberg: romántico y manipulador. Eso es lo que coloca, sin duda, a Spotlight como una cinta superior. Después de todo, Tom Hanks ya se había asomado a Watergate en Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994). Pero es la primera vez que vemos en pantalla a Spielberg, como director, y a Tom Hanks y a Meryl Streep en los protagónicos. El chayote es irresistible.

Sabemos que muchos chicos de la prensa entenderán.

Por Horacio Vidal

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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