Treinta y cinco años después no hay mucho que celebrar. A pesar de la presencia de los protagonistas originales – quienes dieron a la franquicia cinematográfica brío y dignidad -, Terminator: destino oscuro (Tim Miller, 2019) destaca solo por secuencias de lucha, explosiones y persecuciones de entretenimiento irreprochables. 

Esta situación produce la mayor paradoja en la historia de este relato de ciencia ficción. Después de todo, la rebelión de las máquinas nos alcanzó. A punta de tecnología, con virtuosismo digital, impresionantes animaciones CGI y mezclas de sonido capaces de aumentar la experiencia de diversión, es posible rematar: Skynet ganó la apuesta. 

En la epopeya Terminator, ya todo es procesable. La profecía se ha cumplido. 

¿Cómo, entonces, recuperar la audiencia de ayer? Terminator: destino oculto apuesta por nostalgia y digitalización. Bucle de tiempo cuya comprobada eficacia, es un esfuerzo por enmendar errores del pasado, aunque sin conseguirlo, pues repite – punto por punto – la narrativa de ayer. 

Así, guiño al presente serán tres heroínas valerosas, solteras y políticamente incorrectas. Al menos una de ellas, la más vieja. 

Una vez más encontramos a máquina letal venida del futuro, ahora llamada REV-9 (Gabriel Luna) cuyo propósito es asesinar, tanto a Dani (Natalia Reyes), joven destinada a ser la esperanza ante la venidera guerra entre humanos y robots, como a Grace (Mackenzie Davis), organismo genéticamente alterado que llega para proteger a la líder del mañana. 

De nuevo, esta premisa repite su utilidad para producir cacerías trepidantes. Entonces, las expectativas aumentan cuando reaparece Sarah Connors (Linda Hamilton, a lo Chavela Vargas) y se impone la urgencia de rastrear misteriosas señales que conducirán hasta el entrañable Carl/ T-800 (Arnold Schwarzenegger, a lo Vicente Fernández).

Dani es mexicana, trabaja en una maquila automotriz y para resolver destino, deberá abandonar sus raíces, montarse en La Bestia, burlar el muro, cruzar la frontera y explorar el desierto custodiada por Grace, la cyborg y por la Sarah Connors, guerrillera que, junto a la Ripley (Sigourney Weaver) de Alien (Ridley Scott, 1979), fueron pioneras en eso de enterrar a la chica que espera ser salvada por varón.

Ahora, Carl/ T-800, con circuitos y aspecto avejentado, reserva momentos de humorismo. Y esto va más allá del conocido reflejo por introducir “frases graciosas” para aliviar momentos de supuesta tensión.

El espectador descubrirá a Carl/ T-800 en la poltrona de la vida compartiendo su pacífica existencia con una mujer y su hijo. “We don’t have a physical relation”, aclara el otrora temible Terminator para luego explicar: Alicia, su pareja (Alicia Borrachero), necesitaba cuidar del vástago Mateo (Manuel Pacific) y, por lo tanto, requería contar con una figura confiable y de respeto. 

Honesto, recto, buen proveedor;  hábil en electricidad, albañilería, carpintería, jardinería y plomería casera; incapaz de discutir o exigir algo más allá de refugio y cerveza helada, de vez en cuando; ¿qué más puede pedir dama alguna? Increíble. El aterrador T-800 ha sido domesticado. 

Y por una mujer que no reclama sexo. 

En realidad, sólo demanda un robot. ¿Es por eso – por ya no soportar la cotidianeidad uterina – que Carl/T-800 decide unirse al trío femenino empoderado en busca de una realidad alternativa que termine con la distopia? En una de esas y sí. Lo que se ve no se pregunta. 

El manso T-800 se doblega ante la jupiterina Sarah Connors: “When all this is over, I’m going to kill you”. La máquina responde, sumisa: “I understand”.

Es verdad. En Terminator: destino oscuro, lo más importante parece ser el reencuentro de los veteranos. Esa añeja relación amor-odio permanece inalterable. Como un matrimonio disfuncional. Con rostros ajados por el tiempo y la fatalidad, pero indoblegables, cada uno en su trinchera. 

Tres mujeres, un camino. Junto al T-800 y enfrentando al REV-9, entre fuego, vértigo, violencia y bala. 

Un episodio más, esperemos sea el último, en Terminator: casos de la vida real. 

Qué leer antes o después de la función

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip S. Dick. Ingeniosa mixtura de novela negra con ciencia ficción, esta obra literaria de culto se aleja de Blade Runner, película que inspiró. 

En el futuro, los individuos necesitarán una mascota para ser valorados como tales. Si no te es posible poseerla, puedes usar un sustituto robótico. Además, existen cazadores entrenados para retirar de circulación a los replicantes: inteligencias artificiales idénticos a humanos, capaces de imitar sentimientos y contradicciones. 

Uno de estos perseguidores, Rick Deckard, emprenderá el viaje del héroe: ¿Qué nos hace humanos? ¿Qué nos diferencia de los replicantes?

La respuesta es trágica y sensible. La respuesta es humana.

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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