Siglo XXI. Anoche se inauguró la Muestra Regional de Teatro Noroeste 2017, no estaba muy seguro de querer ver la obra de La Compañía Teatral del Norte o Juílas Teatro, no sé si es lo mismo. No ser si no parecer ha tenido ya varias funciones en el estado y si  no me equivoco en varios sitios del país. Estuvo en la Muestra Estatal de Teatro (MET) del ahora Festival Internacional del Pitic, en la que ganó el primer lugar y qué casualidad, ahí también fue la obra inaugural. Tengo un curioso recuerdo de uno de los directores participantes de la muestra, el cual presumía con mucha seguridad saber quién sería el ganador: “Va a ganar Sergio Galindo el primer lugar y R y J (de Cut Lopez) el segundo”. No diré quién lo dijo.

Curiosamente, ambos directores tienen poco tiempo trabajando en Sonora, ambos han desempeñado la mayor parte de su labor en la Ciudad de México, ambos hijos de dos de los dramaturgos más reconocidos del estado, Sergio Galindo y Cutberto Lopez. Ha de ser coincidencia nomás, no hay que malpensar.

Funcionarios presentan el programa de la MET 2017

Dicho sea de paso, Cut Lopez participó con dos obras en la MET, Jauría el segundo día de la Muestra, y R y J, una adaptación con la pretensión estilística de teatro físico, que, lamentablemente, según mi opinión y la de otros cuantos amigos estudiantes de artes escénicas, los actores no llegaban a cumplir con la expectativas tan rigurosas que puede llegar a implicar este tipo de teatro. De igual manera me gustaría resaltar la actuación de Daniel Borbón, quien hizo un trabajo notable.

R y J, de Cut López

En este caso me interesa más que otra cosa hablar sobre No ser sino parecer y su pertinencia en el contexto hermosillense. Desde niño, cuando no estaba tan obsesionado con el teatro, odiaba las obras regionalistas, nunca las entendía y me parecían sumamente aburridas. Recuerdo haber visto algunas de Saltimbanqui Teatro y una o dos de Sergio Galindo cuyos nombres no recuerdo, mas puedo recordarlo actuando bajo estas luces que emulaban un desierto. Ahora valoro su valor antropológico e histórico pero no paran de aburrirme.

Las bodas de Camacho el Rico, de Sergio Galindo

En agosto pasado, Carlos Sanchez entrevista a Paulo Sergio Galindo para el Instituto Sonorense de Cultura, en relación a la Muestra Estatal de Teatro. Una de las frases con las que inicia es la siguiente: “No se miente, solo se convierte en inercia y fluye”, la cual no estoy seguro si es de Carlos o del entrevistado. Claro que el teatro miente, una vez escuché decir a Julio Hernández (director de cine), que los actores de teatro eran los mejores mentirosos, más aun que los de cine.

De hecho la obra No ser si no parecer, desde mi lectura, toca de varias maneras ese motivo, detalle que me parece pudo haberse explotado más: se intenta un juego metateatral, para mi muy forzado, al punto de  subir un escenario a otro escenario. La relación de los autodenominados cómicos empieza con un verso paródico que sigue durante toda la obra forzando la rima, sujetándose a ésta como un ahogado se toma de una balsa en medio del mar. En un principio me parecía una convención quijotesca, pienso que esto se desvaneció terminando el primer acto.

No ser sino aparecer, anoche en la Muestra. Fotografía de Juan Casanova.

La obra refleja esta idea metateatral al manejar al personaje del político como un actor, un mentiroso que, por supuesto, como (casi) todos los políticos miente a su pueblo. Luego el personaje del actor (Sergio Galindo) toma el rol del político para ganar dinero, para sobrevivir con su labor de actor empieza a mentir sobre su identidad para recibir beneficios económicos.

Durante la primera parte de la obra hace referencia a Molière y a Lope de Vega, y per se a la comedia del arte. Ergo, nos habla de una influencia evidente de estos autores, pero en realidad solo se mencionan de pasadita, parecieran simples anacolutos.

El Anacoluto (o Solecismo) es una figura retórica que consiste en dejar una palabra o grupo de palabras sin concordancia con el resto de la frase.

Nota: Es un estilo característico de iletrados o de quienes quieren parecerlo.

Iré al grano. La comedia, desde tiempos remotos, se usa para exaltar los vicios de una sociedad para -supuestamente- a partir de eso lograr una reflexión crítica que a su vez depure estos valores que de alguna manera se vuelven nocivos para el grueso de la población: discriminación, acoso, violencia, etcétera.

En el caso tradicional de la comedia, se aproxima al comportamiento aristocrático (y posteriormente al burgués) para criticarlo y crear una ironía que devele estas hipérboles oscuras, la aproximación por lo general se realiza por parte del vulgo. Era el caso de Shakespeare, que escribía este tipo de obras. Bien se sabe que Shakespeare no era ni de cerca burgués o aristócrata, a diferencia de Molière que sí llegó a ser parte de la corte, quizá con un sentido maquiavélico: “El fin justifica los medios”. Y bien, puede que haya sido la manera que el francés encontró para llevar esta crítica dura a los valores aristocráticos, como se puede ver en El avaro, El tartufo u otras de sus obras; o bien a la función de Passolini con su teatro burgués antiburgués el cual es ilustrado en La orgía. Por cierto, pueden encontrar este libro en la Unison, en la biblioteca de Bellas Artes.

Lope de Vega, en cambio, siempre buscó un teatro popular que pudiese ser bien recibido y comprendido por el vulgo. En éste había todo tipo de historias, la extensión de su obra es tan grande como la importancia de la semántica que albergan sus textos. El perro del hortelano es lectura obligada entre sus más de cincuenta obras entre teatro, narrativa y poesía. Si en algo coinciden es en esta articulación de sucesos que permitían representar los problemas sociales o de identidad de atmósferas sociales en particular.

Sergio P. Galindo dice a Sánchez que lo primero que le atrajo para dirigir esta obra fue que la escribió su papá. Luego afirma: “No ser sino parecer, que es la primera parte de una trilogía donde empieza a crear un nuevo universo, me atraía mucho la idea de ser el arranque, de plantear un universo no solo para esta obra sino para las otras dos partes de la trilogía” (sic).

Yo  no creo que esté creando un nuevo universo, la obra es reflejo o un calco de la identidad norteña, más específicamente de la sociedad sonorense; es una obra en la cual se pretende cierta noción de cultura en el primer acto y, como en la típica fiesta sonorense, la intelectualidad se va perdiendo en chistes ingenuos y repetitivos, la carilla y el machismo.

En la obra de Sergio Galindo se expresa un profundo amor o por lo menos insistencia en un humor tendenciosamente falocentrista. Pocos podrán decir que la obra no se mantiene sobre esa verga pues la mitad de los recursos gestuales y gags prefijados emulan al pene, y al movimiento de la cadera que simula una penetración. Más de la mitad de la obra es un chiste sexual sobre el pene. Se satiriza al homosexual, se mantiene el clisé, es una atmósfera estereotípica. Como dijo una amiga: “Si quisiera escuchar chistes de gais y del ninguneo de la mujer mejor hubiera ido a una fiesta, por lo menos ahí hay alcohol”. Porque cabe mencionar que durante toda la obra no aparece ni una mujer, sólo una tal Valentina que es un total clisé caricaturizado de la drag queen.

La obra también hace burla sobre las personas del sur (de México, nota del editor). Valentina empieza a satirizar al personaje del actor foráneo llamándolo wacho y después minimizándolo diciéndole wachito, lo cual es un lugar muy común y sensacionalista aquí en Sonora, sobre todo en Hermosillo. Un efectismo para provocar la risa al igual que el recurso trilladísimo de la exageración del acento serrano.

Esto de que habla de temas políticos, pues quién sabe: retrata al político mentiroso, nada nuevo -y no es que se busque la originalidad, pero sí un acercamiento más crítico, y sí, por qué no, al menos renovador-, claro, tomando en cuenta que ganó el primer lugar en la MET, habrá que ver los criterios. Rescato que lo más interesante sería la reflexión meta teatral sobre el político como actor, la política como escenario ficcional y retórico, y más que retórico tramposo y falso. El tema del acueducto ni siquiera se desarrolla, tiene más fuerza su condición como elemento escenográfico, más plástico que semántico. Hay una crítica en voz baja como de susurro a Peña Nieto y un final como con olor de guardado en la manga.

Me parece una obra con un humor misógino, tan típico de la región. La dirección de arte permite que el público pueda mantenerse atentos ante la dulzura de los elementos teatrales que sirven como una estrategia dialéctica y didáctica para enmarcar la falta de trama y la sencillez del argumento dentro del cual se desenvuelven los personajes.

¿Me pregunto qué habrán vislumbrado los jueces para que se le otorgara el primer lugar en la MET 17?

Es que, ¿será bueno que los dramaturgos le den por el lado al hermosillense y hagan que el teatro mantenga el mismo humor de la región?, ¿es apto este sensacionalismo que promueve el ir al teatro a reírse de los mismos temas que permean los prejuicios sociales, la risibilidad ante la homosexualidad, repito: el ninguneo a la mujer como una gracia, o incluso el verla como un estorbo y además la burla hacia los bailarines y la seriedad a veces ritual o ceremonial de la danza contemporánea?, ¿es que será bueno que vayamos al teatro a que nos hagan cosquillas en la memoria, en la costumbre y no se trasgredan estos valores machistas y falocentristas?

¿A qué vamos al teatro en pleno siglo XXI? ¿A vernos en el espejo y reírnos de nuestros prejuicios?

¿A qué vamos al teatro en pleno siglo XXI? ¿A vernos en el espejo y reírnos de nuestros prejuicios? Porque quiero decir: en ningún momento se critica el machismo, ni la misoginia, ni el racismo; al contrario, se exaltan, se embelesen, se encuentran los pares y además de saber lo que se les está contando, los sonorenses ya se saben el “chiste”, lo escuchamos todos los días. Dice Paulo S. Galindo respecto a su noción del teatro capitalino en relación con el de provincia:

“Y lo que le ha pasado a la capital del país, desde mi punto de vista, el teatro que busca el encontrarse con un espectador y decir cosas, se ha vuelto teatro para los teatreros. Entonces no llegas en verdad al público: te interesa hacer una crítica social a través de una obra, pero haces una crítica social hablándole a tu par y tu par ya sabe lo que le estás contando. Y se forma un círculo que se vuelve vago, se queda en el aire, una discusión entre los que opinamos lo mismo no es una discusión.”

¿No llegas en verdad al público? ¿Entonces los teatreros no son público? Por lo general los teatros se llenan de teatreros, y bueno, mucha gente que se dedica a las artes escénicas lo sabe, y por lo tanto sus investigaciones parten de ahí, pero siguiendo con esta aseveración podríamos deducir que No ser sino parecer podría ser una obra misógina para un público misógino, una obra respaldada por instituciones ingenuas y falocentristas que siguen viendo el problema de género y la equidad como un chiste.

Decir que la obra es misógina no implica que Sergio Galindo o P. Sergio Galindo sean misóginos, mi maestro de Crítica increparía diciendo que eso sería una falacia ad hominem. Quizá implica más bien que ven por los intereses de “su público”, por las risas de “su público”, no sé exactamente a qué público se refiera, pues dice que La Compañía de su papá “se ha creado un espectador”, mas si ustedes han ido a una función se darán cuenta de que como público ya conocido por ustedes o que habrán de conocer, no somos un grupo homogéneo ni necesariamente fanático del teatro regionalista; prueba de esto es que hoy, en la inauguración de la Muestra Regional de Teatro, no se llenó ni la mitad del inmueble.

¿Cuáles son los temas que se deben de tratar en este país, en este estado, en esta ciudad? Si el público con el que menciona el director que quiere criticar -aunque más bien yo pensaría que empatizar- lo determinara estaríamos viendo quizá a Julion Alvarez o a Maluma.

Sería ocioso continuar con este texto, solo creo que el público de Hermosillo no necesita que le sigan festejando estos comportamientos que paradójicamente se ven como virtudes: ser machista, mentiroso, misógino, racista. En vez de exaltar y hacer cosquillas en las malas costumbres de esta sociedad quizá deberíamos de velar por abrir la llaga y hacerla sangrar, hacer sangrar todo ese odio y esa sinrazón.

Claro, no faltaron los políticos. El Marío Welfo y otros que, además de llegar tarde, hicieron más tediosa la noche con la actuación de la estilística burocrática. Tenía que decirlo. Nos espera una temporada en el Teatro de la Ciudad, cual premio de la MET 17. Por último quiero también hacer notar la actuación de Saúl Barrios en esta obra y su participación como director y actor en De monstros y prodigios, me pareció muy buena. Así también felicitar el acompañamiento musical del talento acordeonista y la escenografía de No ser sino parecer.

Reconozco el esfuerzo de Sergio Galindo y de la Compañía Teatral del Norte, su trayectoria como creador. Y aunque no es el motivo del texto lo señalo, ya que respeto su aportación al teatro en Sonora.

Por Sebastián Maytoren

Fotografía de No ser sino aparecer por Juan Casanova

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Sobre el autor

Sebastian Morto/Maytorena Orozco (Hermosillo, 1994) es escritor de arte. Cursa la licenciatura en Letras Hispánicas en la Universidad de Sonora, misma en la que realizó estudios de Artes Escénicas. Dirige la Revista Campobello 30-30, ha publicado en Revista Háyaza y en medios digitales como La Jornada online. Vivió en San Francisco, California y en la Ciudad de México. Se ha desempeñado como director de Desierto Imaginario en colaboración con Plataforma Colmena, Quiatora Monorriel, Centro Estatal de Trasplantes, la Universidad Durango Santander y Universidad Lasalle del Noroeste, presentando obras en Sonora y Sinaloa.

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10 comentarios

  1. Celebro el artículo. Al teatro en Sonora le hace falta una crítica de este grado; más allá de pretensiones academicistas, el texto ofrece visión puntual (y renovadora) acerca de la obra, sobre la mafia del teatro como institución política. Todo irónico fue ayer que ganara la obra de los grandes compadres: Instituto Sonorense de Cultura y la Compañía Teatral del Norte. Mientras teníamos a Prohibido sentarse como señorita, de Baja California Sur (la que pensé que ganaría), se salió con la suya otra vez la corrupción del Instituto y del gran dinosaurio que es la Compañía Teatral del Norte. Igual, respeto la aportación de Sergio Galindo al teatro regional, pero hay que entender que los lenguajes escénicos se transforman según la sociedad también lo hace. Y No ser sino parecer no propone algo más allá de lo ya visto.

        1. Estoy de acuerdo, el teatro de ahora debe de proponer una renovación del regionalismo sonorense. No todo es los cheros sin límites o como se llame el programa ese de Uniradio.

        2. Estoy de acuerdo, el teatro de ahora debe de proponer una renovación del regionalismo sonorense. No todo es los cheros sin límites o como se llame el programa ese de Uniradio.

        3. Estoy de acuerdo, el teatro de ahora debe de proponer una renovación del regionalismo sonorense. No todo es los cheros sin límites o como se llame el programa ese de Uniradio.

  2. Un texto punzante que señala algunos vicios del teatro local, representados por ahora en No ser, sino parecer: endogamia gremial e institucional (el público de teatro es, tendencialmente, la comunidad de teatro y los funcionarios(as) teatristas); ausencia de autocrítica y, de manera complementaria, elevado nivel de autocomplacencia (¡Qué buena familia de artistas somos!); subvaloración moral del espectador (la recurrencia ad nauseam al chiste fácil para provocar la risa rápida, haciéndolo pasar un rato «divertido»)

    1. Hay que ver por una crítica del teatro regionalista, los que lo producen siguen con el mismo « folclor » que no propone más que trucos metódicos, el teatro de ahora debe buscar salir de estos paradigmas para ver las cosas desde una óptica menos ingenua. Gracias por leer el artículo. Hay que exponer la opinión como una poyesis de socialización menos hermética. Saludos.

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