Hermosillo, Sonora.-

Todo comenzó como un juego. Desde hace más de treinta años personajes como Mario, el plomero, y Sonic, el erizo azul, han evolucionado hasta llegar a los dispositivos nuestros de cada día. Representan una industria imparable que forma parte de la historia y la cultura popular. 

Quienes jugamos en los inicios de estas aventuras, recordamos que aquellos gráficos ahora lucen deplorables. Pero entonces, como hoy, sigue siendo divertido. Y esa es la clave.

Basada en la serie de videojuegos de Sega – una de las más vendidas en el mundo – Sonic, la película (Jeff Fowler, 2020) proyecta una narración de origen y destino: el erizo más veloz del universo (en la voz de Ben Schwartz) ha encontrado hogar en nuestro planeta, Green Hills, Montana, pequeña y pintoresca villa norteamericana que ha garantizado para el extraterrestre la dicha inocua de perder el tiempo, pues pasa desapercibido. 

El simpático alienígena idolatra a Tom Wachowski (James Marsden), el alguacil del lugar y a su mujer, Maddie (Tika Sumpter), quien es veterinaria. La pareja humana lleva apacible vida, sin hijos, pero con aspiraciones. Wachowski desea ser aceptado por la policía de San Francisco. Esto anticipa, tanto el viaje del héroe a la Superman (Richard Donner, 1979) – de Villa Chica a Metrópolis- como el “alocado” desenlace de esta cinta. 

Serán los problemas existenciales del erizo lo que provocará el evento donde será descubierto. Lamentable, para Sonic, porque ama el american way of life, adora el beisbol, la comida rápida, las películas, las tvseries de acción y la música pop. Sin duda, es un adolescente.

Y todos a su alrededor actúan como tales. 

El gobierno – que se supone es el poder de los adultos – decide enviar para investigar lo ocurrido en Green Hills, al excéntrico y narcisista Dr. Ivo Robotnik (Jim Carrey), cuya cómica arrogancia será subrayada por su legendario bigote. Un mostacho hipster que, en el cuerpo ya un poco rígido de Carrey, lo acerca en demasía a Jack Lemmon y su Profesor Fate en La Gran Carrera (Stanley Donen, 1965), o mejor aún, a Daniel Day Lewis en Pandillas de Nueva York (Martin Scorsese, 2002). Villanos reventones en el panteón de la cinematografía.

Robotnik no busca dominar el mundo, no tiene siquiera un plan definido, como no sea atrapar a Sonic, para diseccionarlo, como curiosidad científica y profundamente infantil. Robotnik solo quiere tener razón. Busca siempre salirse con la suya. Es un chamaco mal educado. 

Tom Wachowski, el compañero de Sonic, tendrá que sortear las travesuras del erizo azul y junto a Maddie, desde una plataforma de superioridad moral, enfrentarán con burlas a Robotnik, en cansino intercambio.

Un videojuego se define por su interactividad. Hay que agregar, por supuesto, el realismo o la creatividad en su resolución gráfica. Atributos que son imposibles de trasladar a la pantalla cinematográfica. Aunque las narrativas de los videojuegos son cada vez más complejas y sofisticadas, los intentos por convertir estas ideas en argumentos para películas, no han dado los resultados esperados. 

En sentido contrario, 1917 (Sam Mendes, 2019), al colocar la cámara tras las espaldas de sus protagonistas en la ilusión de una sola toma, entre trincheras, barricadas y el campo abierto, se convierte en épico y hermoso videojuego.

Tal vez por eso se debe de agradecer a Sonic, la película, que parta de esquemas caricaturescos a la Looney Tunes. El solitario protagonista, mutado de pixeles a CGI, es más rápido que El Correcaminos y Speedy González, pero sus bromas carecen del humor corrosivo que ahora pertenece a las animaciones. ¿Su mercado es solo el público infantil?

Chispazos para un espectador de mayor edad aparecen. Ahí está “Don´t  stop me now”, de Queen, como himno de la ráfaga azul en perpetuo movimiento, pero el guiño superlativo para quienes crecieron durante los noventas, en el siglo pasado, es la presencia de Jim Carrey. 

La interpretación de Carrey, como siempre, montada en la exageración y el ridículo, será lo que levanta un poco a este guión plagado de clichés y lugares comunes. 

Pero no es suficiente. Estaba la línea acerca del verdadero valor de la amistad, la caridad de escuchar a los más viejos, el respeto y la tolerancia a lo diferente o bien, el reconocimiento al migrante, asuntos que asoman en Sonic, la película, sin ser explorados como se merecen. 

Quizás no tiene por qué hacerlo. Después de todo, es solo un videojuego. 

Qué leer antes o después de la función

The Game, de Alessandro Baricco. En este audaz y revelador ensayo, Baricco expone que la actual “revolución digital” no ha cambiado nuestra mente, sino al contrario, fue la mutación del cerebro humano origen de la actual civilización.

Analizando el mundo de los dispositivos personales: PlayStation, Skype, Google, Whatsapp, Twitter, Uber, Pinterest, SmartPhones, YouTube, TripAdvisor, Airbnb, Spotify, Bariccco señala cómo estas herramientas transforman – eso sí – nuestra relación con la realidad y la idea que tenemos de ella. 

Y revela que, mientras todo siga la estructura de los antiguos videojuegos, tendremos más aplicaciones como cómodas extensiones de nuestros cuerpos y mentes.

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Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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