Uno cava en el verso,

hunde la pluma en él 

hasta que corren las primeras gotas

de sangre por la página.

“Verso”

Recuerdo que el amor era una blanda furia

Eduardo Lizalde

Hace más de dos mil setecientos cuarenta y nueve años, con nueve meses y quince días, Melesígenes y Hesíodo se enfrentaron en un certamen de sabiduría poética. Se ignora si esta lucha intelectual fue en el mes de Octavio, el día de Marte, y la prima vigilia —afirmar el mes, el día y la hora, aún es imposible y poco importa—; lo que sí sabemos es que estos poetas coincidieron en Calsis y se disputaron un hermoso trípode de bronce (un objeto no menos simbólico que el dinero, la fama y la gloria de los concursos de nuestros días). Ante la destreza de sus respuestas, Melesígenes (que años después se quedaría ciego y recibiría el nombre de Homero, de acuerdo al significado de su condición física), obtuvo la predilección del pueblo de Calsis. Hesíodo, un tanto airado, solamente recibió la admiración de algunos y la simpatía de Panedes, juez del certamen y rey de esa comarca.

Aunque el pueblo pedía el premio para el primero, el rey Panedes les ordenó enfrentarse de nuevo por medio de una declamación del mejor de sus poemas. El pueblo volvió a dar la victoria al futuro padre de la Iliada, pero el rey premió al próximo autor de la Teogonía, porque aquel hablaba de la guerra y este de la agricultura, con una alegoría —debemos reconocer— de enseñanza infinita: “Ara desnudo, siembra desnudo y cosecha desnudo cuando a cada cosa le llegue su momento”. 

El pueblo, como se sabe, nunca se equivoca: la calidad de la poesía de este rapsoda ciego sería más famosa que la de su laborioso contrincante, pero no menos relevante, bella y necesaria. A pesar de semejante resultado, nadie perdió los estribos, ni quebró un solo vaso labrado ni derramó una sola gota de hidromiel (la Coca-cola de esos días). Sólo surgió un callado rumor que a la postre derrocaría todo su linaje y derrumbaría las piedras de su propio reino. Tal era la fugacidad del poder de una minoría rapaz y monárquica; tal era la fuerza de la mayoría ciega y justa que derribó a los reinos que sucumbieron como las grandes montañas, a los pies de caudalosos ríos.

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Aquellos primeros certámenes poéticos me recuerdan tantos concursos donde un juicio, contrario a la mayoría, está presente; pero también donde el buen juicio no está ausente, con la deliberación entre pares, cuando se llega a una resolución inapelable. Esto último no sigue un principio pueril (un mal juicio no es de facto inapelable: eso sería caer en la demagogia), sino porque el proceso de escrutinio es democrático; es decir, cumple con los requisitos de una evaluación justa, que promueve valores éticos y estéticos de un hecho social como una unidad irrefutable.

Yo he sido juez en concursos literarios a nivel estatal y me ha dado gusto que un manuscrito salga de un ámbito privado y arribe a uno público, debido a sus destrezas literarias; pero también he sido poeta en varias lides municipales, regionales, y nacionales, donde el jurado ha desdeñado mis obras literarias o las ha salvado, institucionalmente, del ocultamiento y del olvido privado (léase aquí: “mi falta de fondos personales”). 

Ser juez, en algunos casos, no es facil: si participan muchos manuscritos se dividen, por falta de tiempo, entre todos los jueces (es decir, un juez no llega a leer todos los trabajos enviados por distintas personas); si sale un ganador de cada grupo, se leen solo estos; si cada quien tiene un ganador sin mayor mérito, se convence a los detractores de las mismas; todo ello para lograr un veredicto justo y unánime. Nunca he sido un jurado facil; y, seguramente, por eso dejaron de llamarme.

A partir de esta experiencia sé que dos obras pueden ser igual de buenas pero una gana porque “gustó” a más de dos jurados o que una pierde por la misma razón, porque no les gustó a ellos o no cumple con los estándares morales (el uso de violencia verbal, la apertura sexual de un personaje, o sus creencias contrarias a las personales y/o institucionales), sin tomar en cuenta sus estándares estéticos (la calidad ortográfica, gramática, retórica y poética). Esta conjetura me ha obligado a concursar con dedos cruzados, al dudar de la fiabilidad del mecanismo y de los enrredos burocráticos que lo acompañan. Estoy seguro que no he sido el primero ni el último que lo ha puesto en evidencia, porque desde hace años han surgido nuevos mecanismos de registro, aunque no he visto un avance en la evaluación. 

Bajo la dirección del doctor Fernando Tapia inició la publicación del título de los trabajos enviados a través del portal de internet del Instituto Sonorense de Cultura. Al buscarme en la lista de uno de esos años, descubrí que no estaba en ella el título de mi manuscrito y me enteré que estaba sepultado en el escritorio de Gloria del Yaqui, y no estaba entre los manuscritos enviados a los jueces de uno de los géneros del Concurso del Libro Sonorense. 

Con Mario Welfo Beltrán como director comenzó la encriptación de dicha lista (desapareciendo el título y dando un folio a cambio), poniéndose en sólo tres años a la par del mecanismo utilizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes, pero volviendo los requisitos de esta convocatoria un deporte extremo de ultima generación, porque pide el envío de documentos folidos por SEPOMEX además del envío virtual, imponiendo un registro engorroso, con el uso de claves, llenado de formularios, e impresión de documentos; aunque anteriormente ya se había señalado que en otras instituciones culturales más grandes y más chicas que Sonora, en distintas partes del mundo, sólo piden un envío del manuscrito de manera electrónica y la plica de identificación por correo electrónico, acusando de recibido. Esto es algo más simple y, para mi gusto, más efectivo y económico para quienes no extrañan los carreras de obstáculos y los laberintos burocráticos de antaño.

Ser juez, dije más arriba, es dificil (ante tantos ejemplos malos y tantos ejemplos buenos, los jueces tendrán su propia historia o manuscritos escondidos en su secretel); pero ser concursante es aún más dificil. Cada concursante debe enviar un manuscrito que cumpla varios requisitos, además de su propia creación y autoedición: ser inédito, no tener menos de ochenta cuartillas, y una calidad que sobrepace la de sus otros contrincantes. 

Además de todo esto, también debe aceptar un veredicto inapelable. El resultado le ofrece dos opciones: ser un elocuente ganador, o un callado perdedor. Esto es sabido y aceptado de ante mano; pero un concursante no es un “buen perdedor” y nunca prodrá serlo, cuando descubre anomalías que desacreditan el juicio de los evaluadores; ya sea porque tasa la calidad de su obra literaria por encima de la de sus contrincantes; ya sea porque los evaluadores no cuenten con una trayectoria literaria dentro del género que dictaminan. Un escritor debe y puede inconformarse,  sin los mareos de fama previa ni egomanías de una gloria esperada, cuando se cuestione la calidad de sus pares y de sí mismo; porque es necesario ver para creer, y no creer sin ver. 

Que un concurso sea declarado desierto y que el fallo sea inapelable es compresible en sociedades donde la falta de oficio poético es causada por la falta de educación y de una sólida tradición literaria. En una sociedad mexicana que presenta desarrollos desiguales en sus distintas regiones a lo largo del siglo XX, los tenido y aceptado, como ha sucedido anteriormente en Sonora. Aunque existen ejemplos de malos libros que pasan el filtro de los comités editoriales y de los concursos literarios, también hay ejemplos de malos jueces que justifican la no publicación de un libro o la no premiación de un manuscrito por intereses o descuidos personales. 

La crítica unánime de los poetas y de los consursantes de otras emiciones (aunque también de la presente) a la presente resolución del Concurso del Libro Sonorense de 2019 en el rubro de poesía hace increible e inaceptable que dos jueces digan que no hay una obra admirable en los 31 poemarios enviados al concurso; sobre todo cuando no se sabe si los jueces tuvieron todos versos o los renglones de este o aquel poeta en la mano para demostrarlo. Aceptar su veredicto es aceptar el fracazo de una institución y sus grupos culturales, el descrédito de sus concursantes y también de los no concursantes, que se dicen sonorenses por nacimiento y por adopción. Esto es, entiéndase así, una afrenta a los poetas de Sonora hasta que se demuestre lo contrario. Si este rebaño de obras poéticas está descariado, desaliñado y sin brillo poético, no merece su reconocimiento, ni su sustento, ni su publicación. ¿Y si no es así? ¿Por qué negarse a una reevaluación si este estado tiene en la nómina a los poetas más importantes, aunque poco conocidos y promocionados, de nuestra República de las Letras?

Este desdén del jurado, deriva en un descrédito de los poetas; un descrédito que también afecta a la institución que los representa. Solo es aceptable, y justificable, esta imparcialidad del ISC, ese lavarse las manos, si sus funcionarios públicos reconocen su responsabilidad dentro de este ecosistema literario. Para ello debemos preguntarles a los jueces lo siguiente: 

-¿Su trayectoria profesional refleja una solvencia literaria en el género que dictamina?

-¿Tuvo tiempo de leer detenidamente todos los manuscritos? 

-¿Su evaluación fue libre y profesional?

-¿Qué metodología utilizó para evaluar los manuscritos?

-¿Qué criterios sigue, o por medio de cuales motivos, descarta un manuscrito y cuáles lo hacen no descartables? 

Lo anterior ha sigo cuestionado de distintas maneras por varios premios municipales, estatales, y nacionales de Sonora (para ello, leánse algunos de los comentarios vertidos en redes y publicados por Crónica Sonora del cronicante Benjamín Alonso), desacreditando el dictamen de Gerardo Bustamate y Mayra Collin, quienes tienen unas credenciales de poca trascendencia en el ámbito de la creación poética y del estudio poético, si los comparamos con otros jurados de emisiones anteriores de renombre internacional. 

Una institución responsable, que garantiza y promueve el desarrollo de la poesía en el estado, debe ser intermediaria entre el juez y el concursante. Así lo ha realizado el ISC al declararse imparcial en el desarrollo de la contienda poética, pero no debe serlo cuando surgen controversias como esta. Ha respondido con puntualidad a algunos de los cuestionamientos, pero no todos aquellos que han externado promotores y creadores en nombre de los los concursantes: 

-¿Tiene un registro de los manuscritos descalificados y su motivo antes de la lectura de los jueces; así como la de los evaluados?  

-¿Tiene un mecanismo que confirme la lectura, no superficial y sí profunda, del manuscrito (es decir, cada miembro del jurado emitió un comentario particular sobre cada obra literaria y deje registro de ello? 

-¿Tiene un registro que responda porqué no ganó un manuscrito, además del declarado ganador (en dado caso)? 

-Ante el cuestionamiento del veredicto, ¿debe arropar a sus jueces o a sus escritores?

-Ante el descrédito de una evaluación, ¿debe reevaluar de manera imparcial y expedita, corrigiendo los errores precedentes?

Algunas de estas preguntas no son retóricas, porque ya se sabe que no hay un protocolo para la evaluación de los manuscritos ni para evaluar el trabajo de los jueces, siendo estos instrumentos necesarios para argumentar la fiabilidad e inapelabilidad de un fallo. En este sentido, es un deber del directivo y del coordinador de area del ISC, resolver las controversias que se han sucitado con anterioridad, que desacreditan el fallo obtenido y la solución ofrecida a este problema de credibilidad. 

No es de mi interés, y quizá tampoco de los demás quejosos, vulnerar la facultad que ha otorgado el ISC al jurado, ni cuestionar su ética y profesionalismo de su evaluación: ya quedó claro que las condiciones de evaluación y la falta de trayectoria de los jueces son dos aspectos que ocasionaron este problema. Aunque esto último no los descalifica de antemano, sí pone en duda el proceso mismo de evaluación. 

En este tenor, se pide que se ejerza el recurso en este año fiscal tanto para premiar al autor como para imprimir al poemario que cumpla con la suficiencia literaria requerida, eligiéndolo de la totalidad de los trabajos recibidos, a través de una nueva evaluación; también, que cada evaluador emita un comentario por cada manuscrito leído, aunque sea pequeño. Esto evitará revuelos como estos con la verificación de su lectura y evaluación, que redundará en la mejora de los manuscritos, cuando lleguen a sus autores. Este simple hecho mejorará las obras literarias no premiadas, las mismas que en los siguientes años llegarán corregidas a partir de una opinion experta. 

Sólo se requiere de una decisión institucional, una muestra de genuina voluntad, para que se reevalúen los manuscritos sin los evaluadores precedentes; porque varios miembros del gremio cultural y algunos (quizá todos) de los 31 concursantes piensan que es necesario una enmienda a esta anomalía administrativa, dando al poeta anónimo y desconocido lo que le pertenece; así como se dará al dramaturgo, al cronista, al novelista, y al cuentista, lo que es de cada uno. 

El comunicado de ayer, firmado de manera impersonal por el Instituto Sonorense de Cultura (http://isc.gob.mx/devel/2019/10/24/a-los-escritores-participantes-en-el-concurso-de-libro-sonorense-genero-poesia/), es una muestra de buena voluntad pero de muy mal tino: elude la reevaluación, que confirmará o negará la fiabilidad de un veredicto surgido por un mecanismo de evaluacion ineficiente; elude, también, el reconocimiento de las consecuencias de un error administrativo, cuando valida el dictamen de los jurados, sin reevalúar la calidad de su juicio sobre los poemarios enviados. Aunque se ofrece destinar el dinero para publicar en el programa editorial el mejor de los poemarios enviados, se desdeña esta tradición antigua que ya gozaron más de una decena de poetas sonorenses: la entrega de un tripode de papel al poeta que, para el disfrute de Sonora y el mundo, aró la página, sembró el verso, y que cosechó sus frutos más selectos.

Por Omar de la Cadena

Fotografías de la apertura de plicas del Concurso de Libro Sonorense 2019 en ISC por personal del propio instituto

Sobre el autor

Omar de la Cadena es un escritor apartidista y doctor en Ciencias Sociales con especialidad en Desarrollo Humano por la Universidad de Sonora.

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3 comentarios

  1. Quė se le puede decir a un tipo que aprovecha el río quizá revuelto? Al Omar de la Cadena se le debe de hacer un exámen psicológico de Narcolepsia y de informal?
    Es un tipo de cuidado que inventa por un lado y por otro estira la mano…Alguien conoce su «literatura»??? puro chile havanero. Puro pájaro emplumado . Nunca jamas lo dejamos entrar a las oficinas del ISC porque con sus «iras» nos protegíamos en cerrar bien las oficinas y más las de Literatura. Aparte de Exhibicionista es Mitómano. No estarå enamorado de Alguien que acaba de asumir un cargo y trata de llamar la atención? O es la Envidia que todavía arrastra? Creo que ha llegado el momento de Bajar a los que se creen Don Quijote por su altura física y son solo aspas de viento. Estoy tan Feliz que hasta me dio por responder a gente que ni lo merece. Estoy en nuestras Jornadas de Poesía por aqui por el Sur. Sigamos defendiendo a los buenos , que los malos sirven solo para picapiedra.

    1. No toleraré sus calumnias, ni de Usted ni de nadie más: la espero en el Ministerio público de su elección para que me compruebe que soy megalómano o mitómano o lo que guste, y publicarlo por este y otros medios. No he robado nada, ni me he dormido involuntariamente en las clases de literatura de Letras Hispánicas cuando fui alumno, ni busco la fama gratuita, ni soy un desparpajado, en el hablar ni en el hacer, como a usted se le caracteriza. No me falte el respeto ni a usted misma. Ni tampoco se burle de mí, ni de frente a mis espaldas. Sus comentarios la quieren poner como una victima de algo inexistente y de una persona que nunca ha mostrado ira, y sí molestias fundadas, ante y no contra usted. Nadie me ha cerrado nunca las puertas en el ISC y nunca he dado motivo para ello. No aspiro a un cargo público ni lo he detentado en la infraestructura cultural. Usted sí; y aún. Tampoco me he victimizado, ni siquiera cuando alguien del medio usurpó mi identidad en la página de Oasis literatura e insultó por correo a escritores locales y extranjeros. Pocos me conocían; pocos me creyeron. Pero ahora se me conoce y se me aprecia en el medio -disculpe las mayúsculas, no estoy levantando la voz- SOY UN ESCRITOR E INVESTIGADOR INDEPENDIENTE, APARTIDISTA, QUE DEMUESTRA CON SU TRABAJO LO QUE ES, AMADO PADRE Y ESPOSO TAMBIÉN. Sus calumnias se suman a las que he aguantado antes y que ya no toleraré. Han dicho que soy gay simplemente por no querer acostarme con alguien que se me ofrecía en este medio y de mayor edad que la mía, y hasta que soy golpeador de mujeres, quizá la misma persona u otra, simplemente por envidia o por mi desdén, por no ceder ni a otros ni a otras. Su calumnia se suma a una pequeña lista de personas del medio que espero ver en los juzgados cuando llegue el momento. Comprobar, bajo polígrafo incluso, con testigos, quien soy y desenmascarar quien es cada quien en el medio, es uno de mis objetivos más queridos. Así que, como ve, ya no tengo miedo en hablar ni defenderme, y sí, de mostrar y demostrar claramente quien soy

  2. Estimado Omar de la Cadena: no he visto de ti, en estos 20 años de amistad que hemos caminado, sino a un hombre congruente, generoso y hospitalario. Eres uno de los pocos hombres que conozco por los que yo, sin duda, metería las manos al fuego. El más íntegro de mis amigo, honesto hasta la médula, y congruente con lo que predicas. Lo que tienes, lo que has logrado en la escritura, lo has forjado a costa de mucho trabajo y largas horas de disciplina. He visto también que nunca te han seducido las «mafias» literarias, ni has debido quedar bien con ningún funcionario cultural, ni ninguna cabecilla de alguna sociedad de escritores para que tu trabajo sea reconocido. Siempre te has mantenido al margen, trabajando silenciosamente en tu obra, con un tezón y una determinación que muchos desearíamos y que ha rendido sus frutos, no sólo en Hermosillo, sino en el Estado y el País. Eres también un padre amoroso y un ciudadano responsable. Me honra tu amistad.Y cuentas conmigo. Es una pena que Gloria del Yaqui, a quien siempre he respetado y estimado, responda de forma tan desafortunada y con una inquina que creo innecesaria, a lo que denuncias. Aquí creo que no tiene cabida la ironía y menos el insulto gratuito. Forma es fondo. Y aunque el asunto tampoco es que nos «amemos» todos cristianamente, sí es por lo menos que prevalezca el respeto mutuo. Tú eres un hombre de paz, no lo predicas gratuitamente pero nunca te he visto, ni siquiera con la confianza que nos regala la amistad, enconarte con nadie, faltarle el respeto a otro ser humano, o aprovecharte de tu posición, tu educación o tu situación económica, para menospreciar o maltratar a otros. Te abrazo desde el Mayo y te reitero mi amistad y mi solidaridad.

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