El análisis de Jorge Mario Álvarez, que así se estrena en este pretendidamente ecuménico medio de comunicación

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Si se piensa que la marcha de antier es solamente una batalla de la Iglesia católica contra la población homosexual (LGBTT), están equivocados. La Iglesia nunca piensa en poco y sus intenciones siempre son en grande. La marcha de antier afecta a todos, independientemente que estés o no favor de la propuesta de la Iglesia. El pretexto fue la defensa de un modelo de familia tradicional, que por un lado, hay que agradecer que no todos hablan de una familia natural, con lo cual abren una rendija al debate ya que con lo natural se cerraba, pues las tradiciones son cambiantes. Sin embargo hay un tema de mayor preocupación.

 

La marcha estaba enfocada, aunque los que marcharon no lo supieron, contra el pensamiento liberal. Ese que habla de las libertades individuales, que limita la intervención de la Iglesia en la vida pública, social y política y que a través de todo esto pretende garantizar la libertad en las conductas privadas de los individuos y en sus relaciones sociales y que, por paradójico que sea, garantiza el desarrollo de las manifestaciones religiosas en un ambiente sano.

 

El liberalismo propone la separación Iglesia- Estado, un principio con el cual se pretende garantizar el pensamiento independiente y universal y en el cual, más del 80 por ciento de la población mexicana está de acuerdo, un porcentaje muy alto en un país donde la religión católica es la dominante. La Iglesia con el apoyo de los grupos católicos intransigentes, que son una minoría, pretende ignorar este principio aprobado por la mayoría de los católicos mexicanos y reavivar un enfrentamiento, si es que alguna vez se cerró, con el Estado liberal.

 

La marcha de antier estaba enfocada a impugnar lo que da el sustento al pensamiento liberal: la educación pública y universal. ¡Que el Estado no imponga la educación de mis hijos! decía una señora antier en la marcha, después de que la Suprema Corte de Justicia avaló el derecho de las parejas homosexuales a adoptar y que la Secretaria de Educación Pública incluyó en sus libros un programa de educación sexual. Seguramente la mayoría de los que participaron en la marcha no tenga idea de las implicaciones históricas de esa frase, pero la Iglesia sí.

 

La educación es el medio principal por el cual se transmiten los valores y por lo cual, el interés por dominar el sistema educativo por parte de la Iglesia, ha sido una constante en el enfrentamiento con el Estado Liberal, así sucedió en el gobierno de Benito Juárez y las Leyes de Reforma, con la constitución de 1917 unas de las constituciones más avanzadas en el pensamiento liberal de la época, no solamente de Latinoamérica, si no del planeta entero, en el callismo y sobre todo en el cardenismo, por tanto la educación laica y liberal es una factura pendiente que los grupos conservadores quieren cobrarle al Estado Liberal. Esa educación pública tan vapuleada actualmente por el Estado mexicano y que aun así la quieren impregnar con los valores religiosos más retrogradas.

 

La marcha de antier no solamente es contra la homosexualidad, considerada por la Iglesia  como “antinatural”, pues no falta aquel que dice tener la fórmula para reparar “el síndrome de déficit de identidad de género masculino” como lo afirma el psicólogo Joseph Nicolosi un afamado conferencia fundador y Director Clínico de la Clínica Psicológica Tomás de Aquino y cofundador de la Asociación Nacional para la Investigación y Terapia de la Homosexualidad, si no es un atentado contra el pensamiento liberal y contra el Estado Laico, no contra el Estado Laico del siglo XIX, jacobino, sino contra el moderno, el que pretende ser incluyente con todas las formas de pensar y de creer, con el que garantiza el debate y excluye la discriminación y la intransigencia religiosa, que promueve la convivencia entre las distintas posturas religiosas y científicas.

 

Muchos dirán que eso no existe en México y que suena más a utopía que a una realidad, pero es precisamente eso, una utopía que hay que ir construyendo día con día, que a veces el Estado Laico retrocede es verdad como ahora lo intentan hacer estos grupos conservadores, pero es obligación de todos sacarlo adelante, aunque esto también beneficie a los grupos intransigentes.  Que la Iglesia promueva un tipo de familia está bien, pero que lo haga entre sus feligreses y que no la quiera imponer en los demás y mucho menos como una agenda al Estado mexicano.

 

La Iglesia como todas las instituciones son terrenales y no pueden escapar a sus compromisos religioso y sociales, que le molesta la familia diversa, que lo manifieste, pero como dice el padre Solalinde ¿Por qué la Iglesia no marcha contra la injusticia? Porque no marchó al lado de las familias que perdieron a un miembro en el incendio de la guardería de la ABC, porque no marcha con las familias de los estudiantes normalistas desaparecidos, con las familias de todos los que han perdido un integrante por la corrupción o negligencia de este gobierno. Si tanto le preocupa la desintegración de la familia tradicional, esa familia mexicana que tradicionalmente ha sido fuertemente sacrificada, porque no se manifiesta contra la injusticia social, que ese si es un verdadero elemento desintegrador de las familias y que seguramente la mayoría son católicas.

 

Que no se malinterprete este escrito, como una desvalorización de la lucha homosexual, en todas sus manifestaciones, que han emprendido por el reconocimiento de sus derechos ya se contra el propio Estado que muchas veces se le olvida su carácter liberal y contra la Iglesia que pretende situarnos en épocas oscuras. Tampoco que estoy a favor de ese liberalismo económico promotor de la injusticia social, que no en muchas ocasiones la Iglesia lo ha condenado, no como solidaridad con los más desfavorecidos, sino por ser el causante del caos social que afecta la armonía social, en donde el pobre siga pobre y el rico se más rico, pero en una relación sin enfrentamientos. La Iglesia tiene un compromiso social y debe ser una institución que promueva la convivencia  y no el enfrentamiento.

 

Sí a las familias diversas, sí al pensamiento libre. No la imposición de valores intransigentes.

 

Por Jorge Mario Álvarez

En portada, aspecto de la manifestación de marras en Hermosillo

Fotografía de José de Jesús de la Torre

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Sobre el autor

Huatabampo, 1978. Licenciado en Historia por la Universidad de Sonora, maestro en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora y Doctor en Historia por la Universidad Veracruzana

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1 comentario

  1. Muy cierto! La Iglesia no va por poco… pero también cierto que hay que defender lo liberal. Cuando una piensa que estamos avanzando y salen con esto, dan más ganas de inculcar en el aula el pensamiento liberal.
    Éxito crónica.

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