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Los cineastas, afirma George Deleuze, piensan con las imágenes. Imágenes-movimiento e imágenes-tiempo. Y de todos los ángulos posibles, el cine ha capitalizado el close up – o primer plano – para adueñarse del camino hacia la representación humana. 

En el teatro no hay primer plano. En un gran acercamiento de la cámara, el rostro del actor puede manifestarse a través del mínimo gesto: una sonrisa, el parpadeo, una lágrima. La actuación es natural y auténtica. Las tomas cerradas en La pasión de Juana de Arco (Carl Theodor Dreyer, 1928) o en Persona (Ingmar Bergman, 1966) son ejemplos impresionantes.

Sin embargo, el avance de esta técnica no explica el impacto emocional que produce en el espectador. Es indispensable la mirada del autor. En esta ocasión invoca al sacrificio y la abnegación. 

Si la colonia hablara (Barry Jenkins, 2018) es digna heredera de la escuela del close up. En esta historia de barrio abundan las atmósferas en penumbras. Insinuan pesar y dolor. Aunque también mucho amor. Y, al igual que en Luz de luna (Barry Jenkins, 2016), alcanzan alturas de delicadeza visual que persiguen a la poesía. 

En el Harlem, durante los años setentas, la vida es dura y hostil para sus habitantes: “Are you ready for this?”, pregunta Tish (Kiki Leyne) a Fonny, su enamorado (Stephan James); él responde “I never been more ready for anything in my whole life”. 

Una declaración de amor y un presagio. En el momento más trascendente de sus vidas – Tish está embarazada -, Fonny será encarcelado por un crimen terrible que, sabemos, no cometió. Los amantes han sido separados. Es una conjura cultural. Por una parte, el racismo y el abuso judicial contra la comunidad afroamericana y, en otra vertiente, la discriminación y la intolerancia del negro contra el negro.

Los apasionados y tiernos encuentros de Tish y Fonny son manejados de forma magistral por Jenkins con acercamientos a los rostros de sus protagonistas. La conciencia del amor encuentra en Si la colonia hablara un significado bello e intenso. Frente a frente, los amantes jamás bajan la mirada. Es el triunfo del close up. 

Así, son tres relatos los que constituyen la trama de esta cinta. La injusticia, producto del odio y la supuesta supremacía blanca; el enfrentamiento entre familias, debido a un embarazo fuera del matrimonio y la historia de amor, capaz de superar todos los obstáculos. Siempre a través de la perspectiva de Tish, la enamorada. 

Un común denominador. Serán las mujeres quienes lleven el peso de toda la película. Como antagonistas o protagonistas, tendrán la oportunidad de lucimiento. Sobre todo, la madre de Tish, Sharon (Regina King), en una breve interpretación que vuela nuestros sentidos: “I dont want to sound foolish, but remember love is what brought you here. And if you’ve trusted love this far, don’t panic now. Trust it all the way”.

Cuando Sharon descubre, con profundo dolor y desolación, que la devoción que siente por su hija, por el nieto que llegará y por su yerno, no será suficiente para salvarlos de la crueldad del mundo, recibimos uno de los golpes más conmovedores en la historia del cine reciente. 

Con una edición no lineal, Si la colonia hablara, logra que seamos testigos de la superación de cada dificultad de Tish y Fonny. Saltos en el tiempo colocan a los enamorados en el paraíso perdido y después en el infierno de todos tan temido. 

Además, hay un rasgo especial en el novio. Es artista. Trabaja la madera. Honestidad, suplicio y dignidad de alguna manera lo elevan a la categoría del Cristo. Sin embargo, pensemos en su rasgo bohemio. Tiene los elementos necesarios para conectar con audiencias hipster. Más cercano a Basquiat que al Nuevo Testamento. Un asomo del arte negro en el presente. 

Es así como, mientras El infiltrado del Ku Kux Klan (Spike Lee, 2018) provoca vergüenza e indignación al presentar un panorama desolador para la tolerancia y los derechos humanos de la comunidad negra en Estados Unidos, Si la colonia hablara prefiere un discurso de virtud y fortaleza: “I hope that nobody has ever to look at anybody they love through a glass”, dice Tish sobre sus experiencias al visitar a Fonny en prisión. 

Si la colonia hablara no pretende elaborar un lienzo realista sobre el destino del amor frente a la adversidad política y cultural. El camino que elige es el del melodrama. Y lo hace con elegancia y detallado buen gusto. 

De cerca, las emociones se viven mejor. 

Que leer antes o después de la función

Matar un ruiseñor, de Harper Lee. Conflictos como la violación, el racismo y la destrucción de la inocencia, bajo la cálida mirada de una niña – Scout -, adquieren un significado tan intenso y sutil que ha sido capaz de traspasar la barrera entre la literatura juvenil y adulta desde que se escribió, en 1960.

Llena de personajes inolvidables, sin duda la insuperable impronta de Atticus Finch queda grabada en la memoria de todos los lectores. Abogado, padre de familia, recto, sabio y generoso, defenderá a Tom, bondadoso y sumiso hombre de color, acusado de violar a una mujer blanca. 

Así, prejuicios, injusticia y la segregación racial en el sur norteamericano en medio de veranos apacibles y tardes de domingo, hacen de Matar un ruiseñor una de las novelas cumbre en la literatura del siglo XX.

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Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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