Fascinada, confrontada y con una sonrisa nerviosa en el alma me dejaron las imágenes y los momentos vividos la noche del 23 con la función del Colectivo Querido Venado y su perturbador programa Darks bright, baby.

Debo confesar que llegué al teatro con pocas expectativas porque ya había visto la coreografía  Happy birthday dear Napoleón en un foro de la Ciudad de México, hace dos o tres años, y aunque me pareció un trabajo bien construido y con una propuesta estética muy atractiva, me quedé con la idea de que había un grado de pretensión hacia lo oscuro que no se lograba del todo.

Justo con esa coreografía inició el programa, y yo me dispuse a “concederles” mi atención una vez más, con todo el prejuicio instalado en mi cabeza, sin embargo algo sucedió desde el primer momento con la entrada de la música y el cambio de luz, la coreografía parecía ser la misma que guardaba en la memoria pero, ahora,  la presencia de los intérpretes , particularmente la presencia de Carla Segovia (me tuve que dar a la tarea de investigar su nombre porque extrañamente no aparece en los créditos) me cautivó por completo, muy pronto entré a una especie de estado contemplativo y una necesidad incontenible de ser parte de ese universo que me estaban poniendo enfrente, era un espejo, y el reflejo que me regresaba era fascinante, como un recuerdo de algo de mí extraviado en el tiempo, aún más sutil, como un déjà vu… como cuando una emoción me habita y no sé si es el residuo de un sueño.

Oscuro… regresé de las sombras a mi butaca, larga pausa para recuperarme, luz de sala, nadie con quien compartir el viaje… “¿Qué pasó?” Era la pregunta suspendida en mi cabeza… no, suspendida en todo el cuerpo.Siguiente coreografía Digital versicolor, un cuadro fijo, breve, sin desplazamientos compuesto de personajes dignos de un mal viaje de LSD, pero…sexi…de alguna muy bizarra manera. Un poco avergonzada de mi misma, mejor me concedí una válvula de escape con la risa.

El cierre de la función con Lepanto ya fue el colmo de mi desestabilización como espectadora queriendo ser ecuánime, lo que sucedió durante los siguientes minutos puedo describirlo como divertido, provocador, alienante, cruel, frío, insensible, cínico, perverso,  complejo, oscuro… mi monólogo interno:

No es sólo ocurrencia, hay base, hay piso, refleja algo poderoso, me dan ganas de habitar esos espacios, como para ver qué se siente… lo reconozco pero lo niego, me quiero reír y me quiero molestar, me gustaría poder rechazarlo…invalidarlo, pero no puedo, siento morbo, me gusta que me incomode… ¿Cómo se atreven? ¿Alguna vez yo me atrevería a hacerlo? Les sale bien, muy bien, esa niña es divina, tiene todo para interpretar esto, qué sucios, se puede bailar siendo sucios. Me gusta.

O sea que, como se dice aquí en mi tierra, me callaron la boca y me vino muy bien.

Por Claudia Landavazo

Fotografía de Ricardo León

Sobre el autor

Claudia Landavazo vive en la Ciudad de México y es egresada de la carrera de Letras de la UNISON. Bailarina y coreógrafa de danza contemporánea, actriz de vez en cuando y se dedica desde hace algunos años a dar clases y al trabajo en comunidades y grupos vulnerables a través de la danza. Forma parte de CARPA Colectivo, donde desarrolla la metodología en Artes de Participación.

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1 comentario

  1. Definitivamente Carla Segovia vive el escenario, y el colectivo logra lo que usted menciona….A los que poco sabemos de ese Arte, nos maravilla todo lo que el cuerpo puede expresar sin decir una palabra.

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