Al paso del tiempo, nuestras remembranzas encuentran un equilibrio perfecto. Imágenes, sonidos, objetos, olores, momentos. Son vivencias con las que completamos los rostros de quienes más nos han importado en la existencia. Así es como los recuerdos personales se vuelven memoria colectiva. 

Me acuerdo, no me acuerdo. ¿Qué año era aquel?

Roma (Alfonso Cuarón, 2018) es la más delicada propuesta cinematográfica de su autor. Escena tras escena hilvana un relato doloroso y cotidiano a partir del silencio de su protagonista, las pugnas entre la familia y el melancólico optimismo que todos hemos sentido después de la tormenta. 

Todo filmado en clásico blanco y negro, para subrayar la naturalidad y no la nostalgia. 

Cleo (Yalitza Aparicio) es sirvienta en el hogar de Sofía (Marina de Tavira). La muchacha se hace cargo de los cuatro hijos de la señora, así como de las tareas de limpieza y cocina. Con diferencias, ambas mujeres comparten el desinterés de sus respectivas parejas.

Juegos de identidad masculina. Ausencias que serán mostradas con fina agudeza. Entre el auto de papá – un enorme Ford Galaxie – que apenas  cabe en la estrecha cochera y los entrenamientos marciales del novio de Cleo, un nexo se establece: los varones no están cómodos, ni en el seno familiar, ni entre los brazos de la inocencia. 

El machismo que toma y abandona a voluntad, jamás estará a la altura de la fortaleza de aquellas a las que desprecia. 

Yalitza Aparicio es el alma de Roma. Sus rasgos indígenas y la expresión viva de su temperamento son el medio perfecto que Alfonso Cuarón emplea para mostrar, a un tiempo, sumisión y valentía de la mixteca, así como el contrastre con el carácter de la señora con la que convive. 

Cleo parece débil, pero es fuerte. Sofía parece fuerte, pero es débil. “Ahorita, si tiene tiempo, ¿podría platicar conmigo?”, pregunta mortificada la sirvienta. Más adelante, cuando la patrona ya ha aceptado lo inevitable, le responde entre copas: “Siempre estamos solas. Que nadie te diga lo contrario”.

Cleo es el pilar que une a la familia. Es verdad, tiene un lugar en la casa, pero siempre debe estar dispuesta a servir, sin cuestionar. La autoridad de la señora no se discute. 

Aún así, el golpe más grande, el abuso cruel y la discriminación brutal la recibe de quien es su igual: “¡Pinche gata!”, le escupe su agresor sin que ella pueda hacer nada frente a la marginación y el olvido. 

Las imágenes de Roma son poéticas. Desde el piso que friega Cleo – donde agua y detergente evocan el sonido y espuma del mar -, hasta el desenlace en una playa de Veracruz, existe una línea que une todo: la pista Scalextric, el bote de Choco Milk, los gansitos Marinela, Periquita y los éxitos de radio y televisión revelan la importancia de una dirección de arte cuya obsesión por el detalle resulta abrumadora.

Afuera se despliega un círculo mayor. Y aunque Cleo y los suyos no se meten con ellos, ellos sí se meten con la familia. Es junio, 1971. El jueves de Corpus, el halconazo, es presenciado en angustiosa y magistral distancia por dos testigos aterradas en esa tarde que será imposible de olvidar.

Un diagnótico impecable del México populista y autoritario que tuvo en el PRI de Luis Echeverría la impronta de un pasado que esperamos jamás regrese. 

La matanza de los estudiantes y la sacudida de un temblor que amenaza a pacientes y personal de un hospital son recordatorios de Cuarón sobre como, desde entonces, nos relacionamos con la tragedia y pretendemos explicar la historia reciente de la patria. 

Roma tiene belleza en la serenidad de sus escenas; hay sutileza en el mar embravecido a punto de tragarse una vida; hay hermosura en una pelota desinflada, en aviones que surcan el cielo, en la ropa tendida y también hay compasión ante la imposible tarea de acomodar un automóvil, o un matrimonio, donde ya no cabe más nada.

Más emparentada con Fellini – el de Amarcord – y con José Emilio Pacheco – el de Las batallas en el desierto – que con el neorrealismo italiano, Roma se llama así porque la película sucede en ese barrio de la actual CDMX, pero también por su promesa universal: elaborar un tributo a la mujer y al rol que ha desempeñado en nuestras vidas. 

Madre, abuela y Cleo. 

Es que, verá usted, cuando en una familia falta el padre, no pasa nada. Pero cuando en una familia falta la madre, se acaba la familia. 

Y los hay afortunados que cuentan con aquella que les dio la vida y que da la vida por ellos.

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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10 comentarios

  1. Empece a verla hoy en la madrugada (14 Dic 2018).
    Dicen que los sueños son en blanco y negro y ahora lo puedo confirmar.
    Ver Roma es adentrarse en ese ensueño que te hace falta, que sabes que esta en el inconsciente y no tienes los recursos para revisitarla; me hizo recordar cuando la calle de mis padres la llamaban «la Octava», cuando jugabas futbol afuera de tu casa sin ningún riesgo, cuando el trabajo domestico era la mejor forma de socializar con otras familias, esperar en nuestro patio y estar pendiente de alzar la vista para ver surcar el cielo «El Cometa» de Mexicana de Aviación, que puntualmente pasaba por encima de nosotros.

    1. Justo le comentaba a un amigo – cuya edad lo convierte en un «millenial» – que la experiencia de ROMA es distinta para cada grupo de edad. No es lo mismo apreciar el trabajo de escenografías de esta película a volver a ver y escuchar los recuerdos. Es como abrir una pequeña caja de pandora: todo lo bueno y lo malo ha estado ahí, esperando por ser revisitado.

      1. Termine de verla el viernes 14 por la noche.
        Tienes razón al apuntar que cada generación la apreciará de manera diferente.
        Cada escena era un guiño para mi; el Ford Galaxie, las bandas de guerra que ensayaban justo en medio de las calles sin molestar el escazo trafico, las giras proselitistas de Luis Echeverría (en su oportunidad pasó por la calle Revolución), la lluvia con granizo que recogías para comertelo, la muerte del neonato (a mi Tía Beatriz le pasó exactamente lo mismo) y su desgarradora despedida……..la Matanza del Jueves de Corpus.
        El personaje de Fermin de inmediato lo asocié con Los Halcones cuando Cleo lo visitó en su entrenamiento.
        Saludos estimado Horacio.

  2. Me atrevo a intervenir aquí, porque considero lo que has escrito sobre “Roma”, Horacio , cómo una de tus mejores criticas cinematográficas… al contextualizar puntalmente los múltiples detalles de la película… ahí la llevas…

    1. Muchas gracias, Trujillo. Te agradezco semejante comentario. Viniendo de tí es todavía más especial. Espero pronto verte por estos rumbos, tenemos mucho que comentar, no solo de cine sino de muchas otras cosas más. SALUDOS Y NOS VEMOS EN EL CINE.

    1. ¡Gracias por tus comentarios! Y es verdad. Hay momentos en ROMA que parecen sacados de las fotografías en casa de la abuela. Tiene una carga terrible de nostalgia. Y, sin duda, es un comentario del presente.

  3. ¡Gracias por sus comentarios, maestro Ortega! Es en realidad admirable la dirección de arte en ROMA. Para verla y disfrutarla una y otra vez. SALUDOS Y NOS VEMOS EN EL CINE.

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