Buraco negro es el nombre de la pieza que presentaron el domingo pasado los morros de Asimétrico en uno de los espacios alternos de Un Desierto para la Danza 26. En una entrevista que les hicimos Ramsés Carranco y yo a finales del año pasado (después de un exhaustivo taller), nos comentaron que su formación en la danza no ha sido la típica de cualquier bailarín o intérprete de academia, pues apenas tomaron talleres de danza hace poco más de dos años. Su formación es, digamos, más cercana a la escena urbana.

Señalan sin pretensiones, que su experiencia se ha concentrado en diferentes disciplinas que de una u otra manera han desembocado en el fenómeno de la danza contemporánea -donde sabemos conviven propuestas que a veces ni sabemos qué son-; en este caso se ganan a pulso el que se les permita habitar este espacio que conocemos como danza, y más en un foro como es UDPD, donde se presentan propuestas tan diversas y por lo general de un calidad de fondo semántico retador o al menos extracotidiano. Lamentablemente, debo decirlo, con excepción de algunas propuestas, este Desierto me dejo con mucha hambre y un poco decepcionado por la baja calidad de las obras del escenario principal (en comparación con años anteriores en los que se ha visto una danza contemporánea con más estridencia), quizá los organizadores estaban muy ocupados o el presupuesto no alcanzó, quién sabe cuáles hayan sido los factores, el hecho es que no emocionó al público como en años anteriores, sin mencionar el incremento del precio de los boletos y la ausencia de ambigú (dónde quedó la cortesía que sí se da en los eventos a los que asisten los políticos, ¿y la prole?).

Bueno, dejando a un lado las penas, volvamos.

Analí nos comentó que ella y Alejandro han andado por muchos lados aprendiendo un poco de aquí un poco de allá, danzas urbanas como el break dance y hip hop, capoeira, parkour, acrobacia entre otras como teatro físico y en el caso de Alejandro, además de estos entrenamientos, realizó estudios de artes audiovisuales en Guadalajara, y cabe decir que van llegando de Costa Rica. En Buraco negro podemos ver la experiencia y diversidad de herramientas corporales y visuales que emergen de la propuesta, es decir la relación del espacio con los cuerpos y con el espectador tiene una consciencia isóptica y una precisión de desplazamientos que se muestra en una convergencia generosa de virtud y riesgo.

Sin miedo a exagerar, puedo decir que estos creadores noveles tienen una energía extraordinaria, una experimentación con los cuerpos que de verdad nos emula/evoca una configuración desde lo animalesco y quizá antes que eso nos lleva a los primigenio, al lenguaje de dos cuerpos que conviven y se comunican a través de sus arrebatadas y voladas ejecuciones de saltos y cuanta parafernalia espectacular se observa y eriza la piel o la mente o quien sabe qué cosa, sinceramente me volaron la cabeza, y estoy seguro que a varios pues no dejaba de ver gestos de impresión y al final parte del público que se levantó a aplaudir.

La danza contemporánea sonorense -o mejor dicho la hermosillense, para no irme tan lejos-, se ha detenido frente a un vacío que los mantiene estáticos. Vemos cómo el movimiento poco a poco va desapareciendo, la técnica y las virtudes corporales van dejándose a un lado para hablar de una danza más cargada al fondo (al contenido) que a la forma (configuración material tanto de cuerpos como de elementos escenográficos). Está demás decir que hay excepciones, pero en mi experiencia en diferentes plataformas como Viso Out Festival, el Encuentro Multiexpresivo Andante, Martes Danza o presentaciones en el Foro Experimental de Bellas Artes, el movimiento se va cortando y reduciendo. Pareciera que los bailarines tienen miedo de levantar la pierna, de dar giros limpios o de exponer algún tipo de virtud corporal en el escenario, como si la técnica o la espectacularidad fuera restarle importancia al vacío desde el que se postran.

Definitivamente pienso que Buraco negro (o agujero/abismo/fondo negro) nos lleva a reconsiderar el vacío, a pensar en el vacío como un espacio donde hay algo en constante ebullición, en una metamorfosis constante de imágenes extrañas que de una u otra manera alimentan el espíritu de adrenalina, locura, riesgo, o cualquier emoción vibrante que nos aleje de nuestra zona de confort.

Desde que entran yuxtapuestos como un solo cuerpo, transmutados en un ser extraño, parcialmente siamés, se crea un silencio, los ojos se posan en esa criatura sutil y salvaje, pero cuando Analí sube a los hombros de Alejandro y se lanza al suelo el agujero/vacío/buraco explota y todo empieza a crecer con un generoso punto de fuga en las geometrías anárquicas que dejan las estelas de sus cuerpos hasta que se apagan las luces.

Por lo general puedo disfrutar de movimientos de fantasía cortada o vaivenes minimalistas-industriales como Isla Lum María Isabel Rangel o Relieve de Kenia Noriega, sin embargo creo que le apuesto más a esta destreza, a esta mirada del vacío como un lugar donde se puede habitar el caos, un vacío que nos han pintado inhóspito pero que es donde realmente habita la bestia, el riesgo, un lugar donde se muestra lo desconocido, lo poco probable, lo que no se dice pero nos guiña el ojo para que nos acerquemos, lo no que se dice pero se vive, dentro de nosotros como un agujero que busca llenarse desde el fondo de su misma vacuidad.

Asistí a todas las funciones de Un Desierto Para la Danza, menos a una, no diré cual, no importa, sólo espero que el próximo año haya más piezas que me inspiren a escribir algo. Ya que creo que a fin de cuentas casi todas las propuestas tienen un alto nivel de generosidad (unas más que otras) y aunque a veces no gusten o aburran, creo que es importante abordar la crítica desde esa generosidad que muestran los artistas con su disciplina y convicción, pues a fin de cuentas el arte es de los pocos trabajos donde la retribución económica difícilmente es equivalente al esfuerzo y la entrega con la que construyen estos procesos y se paran en escena. La búsqueda –temo equivocarme- en el mejor de los casos se compensa con más presencia desde un ámbito espiritual o social. Tampoco vengamos a mentir si la obra es una farsa (en el mal sentido), arrogante, pedante, misógina o despectiva; en análogo, propondría abordar la crítica también desde un punto contrarrestante y contundente.

Espero que los otros espectadores hayan disfrutado más este UDPD que yo, me quedo con Danza de las cabezas de QM, Fearfour de Rocío Moreno, Black Silver de los Alter A2, Darks Bright Baby de Colectivo Querido Venado e Idiot-Sincrasy de Igor y Moreno y obviamente Buraco negro de los Asimétricos. Los que de plano este año no: bueno ustedes saben, hay que bajar el hate. Salud por la danza y felicidades a Miguel Mancillas por el premio José Limón, ya lo dijo Claudia, pero estoy muy feliz por Antares, como dijo, Miguel, (parafraseando) cuando lo felicité: “Me traje el premio para el Norte, ya es de nosotros”. ¡Viva la danza le guste a quien le guste, le aburra a quien le aburra, le inspire a quien le inspire, le pese a quien le pese, viva en la vida o en la muerte si es necesario!

Por Sebastián Maytorena

Fotografía de Rolk Briceño, Colin Dunn, Ricardo León y Pablo Vargas

Sobre el autor

Sebastian Morto/Maytorena Orozco (Hermosillo, 1994) es escritor de arte. Cursa la licenciatura en Letras Hispánicas en la Universidad de Sonora, misma en la que realizó estudios de Artes Escénicas. Dirige la Revista Campobello 30-30, ha publicado en Revista Háyaza y en medios digitales como La Jornada online. Vivió en San Francisco, California y en la Ciudad de México. Se ha desempeñado como director de Desierto Imaginario en colaboración con Plataforma Colmena, Quiatora Monorriel, Centro Estatal de Trasplantes, la Universidad Durango Santander y Universidad Lasalle del Noroeste, presentando obras en Sonora y Sinaloa.

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1 comentario

  1. Son unos grandes artistas han sido premiados y convocados por otros países y han regresado con la frente en alto para su país Mexico felicidades es todo un arte vale la pena no perderse la oportunidad de verlos Felucidafes Alejandro y Analí un orgullo .

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