Hermosillo, Sonora.-

Con bombo y platillo se oficializó hace algunas semanas la creación de una nueva fuerza armada en México que llevará el nombre de Guardia Nacional. Los debates en torno a esta iniciativa se han centrado en que sería una policía militarizada, al estilo de la Guardia Civil española o los Carabineros chilenos, y que significaría la continuidad de una estrategia de seguridad que durante el sexenio pasado provocó una crisis en materia de derechos humanos. No obstante, a pesar de las críticas ya se lanzó la convocatoria para reclutar a quiénes integrarán esta nueva fuerza que se encargará de hacer cumplir la ley y mantener el orden.

Es de llamar la atención la elección del nombre para esta nueva policía, “Guardia Nacional”, que parece evocar a aquella institución republicana surgida en el marco de las invasiones extranjeras del siglo XIX. En esa época, en varios países de Hispanoamérica, las milicias cívicas coloniales se transformaron en “guardias nacionales”, entendidas como un cuerpo de voluntarios creado para autodefensa de la población y para reforzar a los ejércitos nacionales en caso de emergencia. En ellas se conservó la idea republicana de que los vecinos son custodios de su propia seguridad, idea importante para fortalecer el sentimiento de ciudadanía inclusiva.

En México, la Guardia Nacional fue fundada en 1846, en el contexto de la invasión estadunidense. Su antecedente más inmediato eran las milicias nacionales originadas en la constitución gaditana que estableció que la organización de estas fuerzas armadas era un derecho y una obligación de cada ayuntamiento. Todos los vecinos debían participar en ella sin hacer distinciones étnicas; además, los alcaldes y regidores de los ayuntamientos debían fungir como oficiales de la milicia, lo que hizo que fueran cuerpos defensivos que gozaban de bastante autonomía en relación al Estado.

Constitución de Cadiz (1812). Fuente: Wikipedia.

Así, en nuestro país, la Guardia Nacional nació como una institución liberal que tenía la función de proteger la libertad y defender la patria. En su artículo tercero el reglamento establece que: “Todo mexicano, desde 16 á 50 años, tiene el derecho de ser inscrito en la guardia nacional”, derecho que además era una obligación, ya que se contempla que “quien no estuviere alistado en el número de los defensores de su patria”, serían privados del derecho de voto activo y pasivo en las elecciones populares durante un año. No participar en la Guardia Nacional, pues, podría acarrear la supresión del derecho de participación política a través del voto.

De este modo, a diferencia de lo que se propone en la actual Guardia Nacional, la del siglo XIX era una fuerza que solo funcionaba en caso de tener que combatir a un enemigo externo; el marco legislativo del reglamento de Guardia Nacional permitía a sus integrantes elegir libremente a sus propios capitanes por medio de una votación directa;  y una vez pasada la emergencia para la que fueron convocados, se reincorporaban a la vida civil. 

Dos factores caracterizan en general a la Guardia Nacional de la segunda mitad del siglo XIX en México: primero, que se convirtió en la fuerza armada que constituía la base de apoyo de distintas facciones políticas, liberales y conservadoras, según la conveniencia de la élite local; y segundo, que en distintas regiones de México los indígenas se resistían a alistarse y prestar este servicio, por que en algunas ocasiones se prolongaba o se les obligaba a llevarlo a cabo bajo condiciones precarias. Este rechazo de los indígenas a la Guardia Nacional fue interpretado por las autoridades liberales como evidencia de la ignorancia de su patria y nacionalidad.

La Guardia Nacional en Sonora

Sin embargo, estas dos características no parecen ser predominantes en el caso de la Guardia Nacional organizada en los pueblos de Sonora. Según muestran las fuentes primarias de la época, la participación de la población masculina en esta milicia parece haber sido considerable, pero los ejemplos de utilización de esta fuerza con fines políticos o distintos a combatir al enemigo externo, son escasos al compararlos con las actividades contra los apaches. Esto nos indicaría que la fuerza de Guardia Nacional estaría dispuesta a combatir al llamado “enemigo común”, pero no a los grupos involucrados en las guerras de facciones.

Otra particularidad notable de la Guardia Nacional sonorense durante el siglo XIX es que, a diferencia del rechazo en otra regiones del país antes señalado, en Sonora tuvo un activa participación de las sociedades nativas, especialmente los ópatas y los tohono o´odham, quienes realizaron operaciones en contra de los apaches, continuando con la añeja práctica de la guerra y la autodefensa dentro de un marco legal general que adscribía sus milicias étnicas dentro de las instituciones republicanas, a la vez que les permitía elegir autoridades afines a sus intereses y contar con una fuerza armada organizada.

Así sucedió el 20 de mayo de 1856, en la villa de Sahuaripa, cuando se reunieron representantes de los pueblos ópatas de ese distrito, con el objeto de nombrar un “Teniente General de Indígenas para facilitar sus movimientos en persecución de los bárbaros”. En este proceso resultó elegido Manuel Cruz, ópata residente en el pueblo de Pónida, ante quien los vocales acordaron “que lo reconocerán y obedecerán como a tal Jefe todos los indígenas”.

Mexican Troops in Sonora, by Frederic Remington, from Harper’s Weekly, Vol. XXX, No. 1546, August 7, 1886, p.509

Del mismo modo, en los reportes sobre actividades de la Guardia Nacional en el distrito de Altar, se pueden encontrar referencias a los “nacionales pápagos”. En agosto de 1871, el  prefecto del distrito de Altar, Miguel Zepeda, informó al gobernador que  “el General Cachora y Capitan Miguel de la Tribu papago, con 43 de sus nacionales”,  hicieron entrega de “cinco pares de orejas de igual numero de apaches que mataron serca (sic) de Tubac en el punto del Tren”, por lo que se hicieron acreedores a una recompensa en  metálico y en especie, incluidos “un rifle Sharpe” al general y capitán, sin importar que el hecho de armas hubiera ocurrido fuera del territorio mexicano.

En ese sentido, la Guardia Nacional podría entenderse como una institución nacionalizadora que tuvo bastante aceptación en la frontera noroeste, ya que su marco legal permitía a los indígenas conservar sus estructuras militares y a la vez ser considerados “nacionales”. Así por ejemplo, en los reportes sobre actividades de la Guardia Nacional en el distrito de Altar, se pueden encontrar referencias a los “nacionales pápagos”. No obstante que algunos individuos de esta tribu residían en el Territorio de Arizona, eran considerados “nacionales” cuando realizaban operaciones sobre los apaches bajo el mando del Teniente de Pápagos, que al mismo tiempo era Teniente de Guardia Nacional.

Lo que no está muy claro es hasta qué punto estos “nacionales”, indígenas o mestizos, relacionaban el adjetivo con su pertenencia la nación mexicana, ya que en las fuentes primarias se nota un cuidado en distinguir la localidad de procedencia de las unidades de Guardia Nacional que realizaron alguna operación sobre los apaches. Por ejemplo, en el reporte de una operación contra los apaches en abril de 1855, se alude a la fuerzas de Guardia Nacional de los pueblos de Suaqui, Baviácora y Huépac actuando de forma conjunta, aunque cada una bajo el mando de su propio jefe.

En todo caso, la Guardia Nacional que funcionó en Sonora fue una institución que daba acceso a una forma de participación política directa a través de la defensa del patrimonio y de la integridad y soberanía del territorio nacional; les permitía la elección de jefes y capitanes a través de voto directo, la conservación de su adscripción étnica y además podían participar en acciones de guerra en las que podrían obtener recompensas.

La participación en la Guardia Nacional expuso a los vecinos combatientes a un discurso el que los enfrentamientos en contra de los enemigos externos eran presentados como un deber ciudadano por ser una defensa del suelo natal. La seguridad de la frontera se presentó como un asunto de interés nacional, ya que de su defensa dependía la conservación de la integridad territorial de México. Las acciones de los milicianos eran difundidas como actos patrióticos, por lo que debían ser reconocidos por sus conciudadanos.

Así, la Guardia Nacional republicana era más parecida a las actuales fuerzas de autodefensa y policías comunitarias que han surgido en diversos municipios de México, que a una policía regular, como en la iniciativa presentada por el gobierno de AMLO. La convocatoria de reclutamiento sigue abierta, y solo queda esperar que esta nueva fuerza armada sea un poco menos peor que las que ya tenemos.

Por Amparo Reyes

Nota: Para consultar fuentes primarias sobre la Guardia Nacional del siglo XIX puedes explorar la base de datos Respuestas a las Incursiones Apaches de El Colegio de Sonora en la siguiente liga: http://sahuaro.colson.edu.mx:8087/RIApublico/Principal.aspx

Sobre el autor

Nacida en Los Mochis (1985) y crecida en Hermosillo, Angélica Amparo Reyes es historiadora por la Universidad de Sonora con doctorado en El Colegio de México. Fue presidenta de la Sociedad Sonorense de Historia.

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