Hermosillo, Sonora-

Inició Un Desierto para la Danza. Bueno, de manera “oficial”. Se sabe que en días anteriores en las colonias hubo presentaciones no menos importantes. Empezó la fiesta, se siente en el ambiente, se siente en cada espectador. Casa de la Cultura abre las puertas con una exposición de carteles de los Desiertos anteriores. El rojo, azul, verde y el lila están presentes en cada detalle de los mismos.

Año tras año llega esa sensación: me lleno de muchas y diferentes expectativas, imagino que la danza será una propuesta hacia ciertas preguntas y respuestas que a veces no logro descifrar. También me pasa que al sentarme en la butaca, y antes de iniciar la danza, experimente ciertas sensaciones -buenas o malas- en  la mente y en el cuerpo.  Indudable e irremediablemente siempre lo pienso. En fin, se llegó el día y con ello el grupo abridor y al mismo tiempo anfitrión: Producciones La Lágrima. Escenario: Teatro de la Ciudad.

Cartel de UDPD 25 en Casa de la Cultura de Hermosillo

Desde su inicio, la coreografía ‘Plagio’ fue contundente y directa; yo le sumaria grotesca, fuerte, amarga, ruda y con gran amplitud de sensaciones. Conforme iban pasando los segundos y minutos me invadía la angustia, el coraje y el miedo. A mitad de la obra, lo confieso, sentí un estrés en cuello y cabeza. Voltée para ver si alguien sentía lo mismo y me percaté de que el chico de al lado pasaba exactamente por lo mismo.

La adrenalina iba tomando fuerza, nunca dejaron de moverse, y si lo hicieron, fue cuestión de un segundo, pareciera que el tiempo se les agotaba. La música jugó un papel muy importante: o reventabas con el movimiento o con el sonido tan estridente que se escuchaba. No había tregua para los espectadores. Parecería que nos trataban de transmitir: «Si te mueves o te distraes perderás la cabeza».

El cantautor Gerardo Peña entre los asistentes

Ya un poco más relajada, lo llevé al sentido de la lógica y lo traduje de la siguiente manera: los seres humanos tenemos vivencias y expresiones cotidianas que las tomamos de diferente manera o las dejamos pasar, las guardamos o las desechamos, paramos o seguimos; es el dilema al que nos enfrentamos a lo largo del día. Si la mente lo experimenta y lo traduce, y lo manifiesta con el cuerpo, el resultado es muy fuerte. Tenemos la capacidad para almacenar todo, absolutamente todo,  y eso es muy agobiante. Frustraciones, duelos, palabras y cargas. Ah, pero no todo es malo, tenemos ciertos toques de felicidad.

Sigamos entonces sintiendo y viviendo la danza número 25. Para no delimitar nuestra amplitud de observación.

Por Elizabeth Lozano

Fotografía de Benjamín Alonso

Sobre el autor

Elizabeth Lozano Rodríguez tiene estudios en Ciencias de la Comunicación y en Danza Contemporánea. Originaria de la Ciudad de México, reside en Hermosillo desde hace un buen.

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